lunes, 1 de agosto de 2011

La historia, una sucesión de esperas activas.

Cada vez me duele más que tengan que ser otros los que nos enseñen lo que nosotros, los cristianos, deberíamos saber al dedillo: que la historia de la humanidad es una relación de amor entre los hombres y el sentido de la propia historia. Pero es evidente que no es esto lo que se suele predicar en los púlpitos, ni enseñar desde las cátedras, sino que los púlpitos y las cátedras han sido asimilados a los medios de comunicación que enarbolan banderas victoriosas y visten de azul imperial.

Han sido unas palabras leídas a uno de mis ateos preferidos las que me han sacudido. Las palabras de Santiago Alba Rico no dejan nunca de seducirme, porque un ateo declarado venga a recordarnos nuestra fe a los creyentes, no deja de tener guasa. Leamos lo que nos dice:

Podemos decir metafóricamente que la Humanidad está siempre a la espera de la Parusía y que la vida es la espera de una carta que nunca llega; pero podemos decir también, con igual o mayor fundamento real, que la espera de la cosecha se llama cultivo y la espera de la obra se llama trabajo y la espera de la libertad se llama lucha. La historia no es más que una sucesión de esperas activas.

Este es el verdadero y único significado de la esperanza cristiana. No ha necesitado este escritor y filósofo estudiar teología para saberlo, pero sí ha necesitado estar muy atento a la historia, al devenir humano, a los acontecimientos de cada pueblo. Se trata de saber que el hombre es un relato inacabado que nació en torno al fuego contando historias y que continúa, hoy en torno a una asamblea popular que se cuenta a sí misma qué debe ser el futuro.

Seguimos haciendo historia, no sé por cuánto tiempo más, pero mientras un grupo se reúna para intentar construir su sentido de la historia, el mundo seguirá vivo y la obra de un tal Jesús no habrá sido en vano.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...