viernes, 18 de noviembre de 2011

"Beati Hispani quibus bibere vivere est"

En esta última semana los mercados han entrado en campaña electoral. En ningún caso quieren que se nos olvide cuáles y cuántas son sus exigencias. Sabemos qué quieren y cuándo: todo y ahora, pero están dispuestos a esperar un poquito más, hasta tener un gobierno aún más dócil y más proclive a sus pataletas. Es bien fácil el asunto. Los principales compradores de deuda pública son las entidades financieras y los fondos de inversión que tienen su origen en Alemania o la City londinense. Estos quieren rentabilidad a toda costa, especialmente si se consuma la quita del 50% en la deuda griega. Estamos hablando de unos 120 mil millones volatilizados de golpe y eso puede escocer en la cuenta de resultados de las entidades financieras. Basta con presionar especulativamente con posiciones bajistas la deuda para que la prima de riesgo se dispare y España deba pagar un 20 y hasta un 40% más por captar dinero líquido. En lo que va de campaña electoral, los tenedores de deuda española se han asegurado rentabilidades mucho más altas que cualquier otra inversión, con una seguridad razonable. Comprar deuda española es hoy un chollo.

Por su parte, Alemania hace todo lo posible por mantener esta situación. Su Estado se financia al 1,7 a diez años y al 0,3 a seis meses, es decir, que Alemania gana dinero cuando se lo prestan, pues el IPC está por encima del 2%. Esto permite a Alemania no quebrar. Sí, sí, como lo oyen, no quebrar. La deuda alemana es de más de 2 billones, supera el 80% del PIB. Objetivamente es una deuda con dudas, sin embargo, cada mes que pasa en estas situaciones su deuda se hace más fuerte y Alemania gana más dinero. Por otro lado, los bancos alemanes, grandes tenedores de deuda pública europea, se ponen las botas con los altos intereses y presionan a su gobierno para que éste impida que el BCE tome las medidas que salvarían al euro de la catástrofe, por la simple razón de que más vale pájaro en mano. Alemania exporta su crisis y los demás la pagamos y, sin embargo, su discurso es el de siempre: los vagos del sur para quienes beber es vivir, que decía Julio César de los hispanos.

El próximo gobierno va a tomar todas las medidas necesarias, y también las no necesarias, para asegurar el pago de la deuda y así, de paso, mantener a España en ese euro fuerte que Alemania está preparando. Esas medidas no son sino la expresión actual de las políticas neoliberales que en los últimos treinta años han servido para que la élite mundial se haga con el control de los recursos y los centros de poder de todo el mundo. Mediante la explosión de la deuda se dominó a los países subdesarrollados y se les esquilmó sus riquezas. Lo mismo se hizo en los noventa con la crisis de deuda en el este de Asia y ahora se pretende con Europa. Para conseguir esto hay que provocar un gran sufrimiento social, pero a la vez hay que ganar la batalla ideológica, convenciendo a la gente de que son medidas imprescindibles para generar empleo. Es falso, estas medidas no han producido riqueza nada más que para unos pocos allí donde se han implementado. La destrucción de la sociedad, tal y como la hemos conocido, ha empezado y lo que nos queda tras las elecciones es la toma de conciencia a nivel social para parar el empobrecimiento sistemático que se avecina.

Si no es posible vivir, bebamos al menos, y demos la razón a Julio César.

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