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Por su parte, Alemania hace todo lo posible por mantener esta situación. Su Estado se financia al 1,7 a diez años y al 0,3 a seis meses, es decir, que Alemania gana dinero cuando se lo prestan, pues el IPC está por encima del 2%. Esto permite a Alemania no quebrar. Sí, sí, como lo oyen, no quebrar. La deuda alemana es de más de 2 billones, supera el 80% del PIB. Objetivamente es una deuda con dudas, sin embargo, cada mes que pasa en estas situaciones su deuda se hace más fuerte y Alemania gana más dinero. Por otro lado, los bancos alemanes, grandes tenedores de deuda pública europea, se ponen las botas con los altos intereses y presionan a su gobierno para que éste impida que el BCE tome las medidas que salvarían al euro de la catástrofe, por la simple razón de que más vale pájaro en mano. Alemania exporta su crisis y los demás la pagamos y, sin embargo, su discurso es el de siempre: los vagos del sur para quienes beber es vivir, que decía Julio César de los hispanos.
El próximo gobierno va a tomar todas las medidas necesarias, y también las no necesarias, para asegurar el pago de la deuda y así, de paso, mantener a España en ese euro fuerte que Alemania está preparando. Esas medidas no son sino la expresión actual de las políticas neoliberales que en los últimos treinta años han servido para que la élite mundial se haga con el control de los recursos y los centros de poder de todo el mundo. Mediante la explosión de la deuda se dominó a los países subdesarrollados y se les esquilmó sus riquezas. Lo mismo se hizo en los noventa con la crisis de deuda en el este de Asia y ahora se pretende con Europa. Para conseguir esto hay que provocar un gran sufrimiento social, pero a la vez hay que ganar la batalla ideológica, convenciendo a la gente de que son medidas imprescindibles para generar empleo. Es falso, estas medidas no han producido riqueza nada más que para unos pocos allí donde se han implementado. La destrucción de la sociedad, tal y como la hemos conocido, ha empezado y lo que nos queda tras las elecciones es la toma de conciencia a nivel social para parar el empobrecimiento sistemático que se avecina.
Si no es posible vivir, bebamos al menos, y demos la razón a Julio César.
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