Y el mundo sigue... igual.

Parece que no, pero ahí fuera el mundo sigue igual, a pesar de nuestra crisis nacional. Los árboles no nos dejan ver el bosque, pero el bosque del sufrimiento humano y ecológico subsiste tras el ruido interesado de muchos medios que ocultan una verdad difícil de callar: el mundo se nos muere. Es triste, realmente triste, pero es la única verdad que debería ocuparnos a todos. Los datos son estremecedores y no dan pie a la esperanza. Me planteo en muchas ocasiones cuál es la utilidad de lanzar esto al aire para que llegue a los oídos de tantas buenas personas que hay por el mundo, especialmente con este medio que es el blog. Sé que son muchos los lectores en España y en Europa, pero la mayoría lo son de América Latina, lugar donde saben mucho de lo que es sufrir y mantener la esperanza. Pero mi duda estriba en la utilidad de mis reflexiones, al fin y al cabo quien me lee, de alguna manera, ya sabe todo esto y seguro que comulga con parte de las soluciones propuestas. Y quien no comulga es indiferente que lo lea, nada hará por cambiar, como tampoco lo harán quienes sí están de acuerdo, pues ni unos ni otros pueden hacer nada por cambiar esto. El mundo está gobernado por los que controlan los resortes de todo el poder, nada se puede contra ellos. Dos caminos quedan: la revolución violenta o apartarse del mundo y rogar a Dios que esto dure poco. Ambos caminos me son ajenos y por ninguno de ellos pienso transitar, con lo que al final seguiremos clamando en el desierto, a la espera de que no se quiebre la caña cascada por el viento.

Mientras accedemos a perder el tiempo en un estéril debate nominalista sobre la quiebra definitiva del Estado, ahí fuera, los poderes hegemónicos preparan la próxima nueva guerra encubierta. Libia funcionó y ahora toca Siria, pieza clave antes de asestar el golpe a Irán. La campaña de intoxicación mediática está funcionando a la perfección, hasta tal punto que la gente es capaz de aceptar el engaño pueril de unos individuos con uniforme del ejército sirio pisoteando y mofándose de cadáveres de civiles. Es tan burdo el engaño que no comprendo qué mecanismos son los que permiten caer en esto. Seguro que Beaudrillard y su hiperrealidad lo explican, pero me he cansado de buscar alambicadas explicaciones a cuestiones tan zafias. Es mucho más simple: la gente prefiere creer lo que le conviene a pensar por sí mismos, hemos llegado al horror cogitationi, pensar duele, mejor dejarse llevar. El sapere aude! ilustrado ha dado paso al sapere fugite! Hemos creado una humanidad remisa al compromiso si esto le supone al grado de pérdida de tranquilidad o de acceso al consumo.

Mientras seguimos insistiendo en convencer al gobierno para que realice estímulos en la inversión para que el PIB nacional aumente y así se genere empleo que haga crecer las arcas públicas con las que pagar la odiosa deuda que nos han dejado la avaricia estatuida desde 1993 en España, en Ghana (sí, ese país con el que dicen que nos ha comparado, para negarlo, nuestro presidente) siguen dejándose la vida miles de jóvenes extrayendo el cobre y otros metales de los restos de nuestros cachivaches electrónicos que las empresas de reciclaje envían allí como material de segunda mano, ahorrándose así el precio de reciclar los productos desechados, embolsándose lo que hemos pagado los consumidores por tranquilizar nuestra conciencia e ingresando unos buenos dólares que los señores del reciclaje africano les entregan a cambio de algún contrato furtivo para importar armas camufladas como "material reciclado".

Mientras nosotros nos preocupamos por nuestros derechos, por esos por los que habrá que llorar por no haber sabido defender, en el océano sigue aumentando el nivel de contaminación que está dejando la vida en niveles preocupantes... En fin, no tengo ganas de seguir, todo sigue igual.