viernes, 17 de agosto de 2012

El límite, clave para una economía humana.


No es de extrañar que los primeros en reflexionar sobre economía dentro ya del paradigma de salvación por la economía, Smith, Ricardo y Marx, hablen de economía política y no de simple economía. La economía es una labor que está integrada en la realidad política. Se trata de hacer un servicio a la sociedad, de ahí que tenga ese adjetivo ineludible. Si eliminamos el adjetivo, el sustantivo queda huérfano, sin determinar. No sabremos si es una organización de una casa, de un grupo pequeño, de un pueblo o de toda la sociedad. De ahí que la economía sea política. Por eso mismo, Aristóteles trató el tema en su tratado sobre la polis, en la Política, no en la Ética, como una cuestión del individuo o en la Metafísica, cual dimensión ontológica.

Aristóteles, fiel a su método, indentifica qué sea eso de la economía: “La economía (nos dice) es lo que debe facilitar o bien procurar que exista el almacenamiento de aquellas cosas necesarias para la vida y útiles para la comunidad de una ciudad o de una casa. Y parece que la verdadera riqueza proviene de esta, pues la provisión de esta clase de bienes para vivir bien no es ilimitada[1]. Se trata de un arte, es decir, algo realizado por el hombre y que se puede aprender y enseñar a otros; pero también de un arte que está orientado a proporcionar los medios de vida y a conservarlos para que aquella sea buena. Es un arte difícil porque esos bienes no son ilimitados, tienen un límite y eso hace de este arte muy importante. Correría riesgo la vida de los sujetos de una comunidad si no se ejerciera con arte la economía.
La economía no es algo natural, no le viene dada al hombre, sino que debe hacerla él, construirla, buscar los mejores medios para que le proporcione el sustento, y hacerlo con cuidado para no poner en riesgo esos limitados bienes. Sin embargo, existe otro modo de proveer bienes que los considera ilimitados y que solo busca la obtención del máximo lucro posible, aún a riesgo de acabar con los bienes perseguidos, se trata, según el de Estagira, de la crematística. Según Aristóteles, hay un arte de adquisición natural para la administración de una casa, finca o ciudad, la economía, y “existe otra clase de arte adquisitivo, que precisamente llaman –y está justificado que así lo hagan- crematística, para el cual parece que no existe límite alguno a la riqueza y propiedad”[2].
La crematística es el arte del enriquecimiento ilimitado a costa de lo que fuere. Como tiene su base, no en el valor de uso de los bienes, valor que determina su límite, sino en el valor de cambio, que aparentemente no tiene límite, este arte tiende al enriquecimiento ilimitado de quien lo ejerce. Formas de crematística son el comercio de compraventa, no el que pretende subvenir la necesidad de un bien de uso, y el préstamo de dinero (1257b). Son dos formas de crematística que producen riqueza a quien las ejerce, pero una riqueza “ciertamente extraña en cuya abundancia se muere de hambre, como cuentan en el mito de aquel Midas, quien, por su insaciable deseo, convertía en oro todo lo que tocaba” (1257b, 11).
De los tipos de arte crematística, la peor considerada por el estagirita es el préstamo de dinero a interés, la usura. Se trata de un arte que produce dinero de dinero, que nada aporta a la sociedad y que “de todos los negocios es el más antinatural” (1258b). Por tanto, tres modos de crematística existen: el comercio de compra y venta, el préstamo de dinero a interés, la usura, y, por último, el trabajo asalariado (1258b, 3). Los tres pervierten el fin al que tiende el arte adquisitivo positivo que es la economía, porque buscan el lucro por sí mismo, sin ninguna relación con el cuerpo social ni con sus necesidades. Se trata de actividades sin límite y lo que carece de límite es perverso y no corresponde con la naturaleza.
Vemos cómo en Aristóteles tenemos esbozado lo que es el paradigma de una economía para la salvación: la economía es un arte que sirve para obtener y conservar los bienes limitados necesarios para la vida y la buena vida de la sociedad. La búsqueda del lucro es mala en sí misma y acaba llevando a la sociedad a un límite del que no puede salir, es el paradigma de salvación mediante la economía.


[1] Aristóteles, Política, Gredos, Madrid 2007, 1256a, 13-14.
[2] Ibidem, 1256a, 15.

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