El obispo brasileño de origen catalán, Pere Casaldàliga, sigue amenazado de muerte a sus 85 años. Sufre de Parkinson y su movilidad es reducida y aún así es considerado un peligro por los terratenientes y los intereses del mercado mundial, que ven en la amazonía una zona virgen aún para su rapiña y enriquecimiento. El peligro que representa este hombre de Dios es su amor profundo por los hombres y la Creación de Dios, que le lleva a poner todo su ser en pensar cómo pueden establecerse medios para que los hombres puedan vivir dignamente en un mundo limitado y con grandes fuerzas que presionan para acabar con los últimos reductos de solidaridad natural como la que se experimenta en las tribus amazónicas y las comunidades pobres que allí se asientan, expoliadas por quinientos años de lucro inmoral y de saqueo sin límites.
La fuerza del obispo reside en no temer las consecuencias que para su persona se deriven de sus opciones conscientes; en no dar un paso atrás en su discurso y reivindicación; en ser siempre transparente y lúcido; en decir lo que el mismo Evangelio proclama en cada una de sus líneas: que el amor es lo que nos hace humanos, que la solidaridad es nuestras bandera y que el compromiso de Dios son los pobres de este mundo. Ahí reside su fuerza, no en ningún tipo de componenda o en el cálculo de posibilidades u opciones. En los años setenta estuvo también amenazado de muerte por los mismos motivos: la defensa de los pobres, indígenas y la amazonía frente a los intereses de las multinacionales y los terratenientes. En una celada organizada por la autoridad, su compañero y amigo Joao Bosco recibió una bala que iba dirigida al obispo, aquella muerte vicaria de su compañero le afectó profundamente, pero no modificó ni un ápice su compromiso. En varias ocasiones su sede episcopal, una casa de cañas al borde del río, estuvo rodeada por el ejército y la policía y se cuenta que Pablo VI salvó su vida en alguna ocasión con una llamada al gobierno brasileño en la que dijo: "quien toca a Pedro toca a Pablo". La referencia es clara, quien toque a Pedro Casaldàliga, toca a Pablo VI, al Papa, lo cual tuvo un efecto definitivo en un gobierno que se llamaba católico.
Los que hemos crecido en la fe leyendo y orando con ejemplos como Casaldàliga, Romero, Ellacuría, Cámara y tantos otros mártires de la fe en el Resucitado, sabemos que su causa no se pierde porque el Dios de lo imposible es capaz de abrir ríos en medio del desierto, de calmar la sed de todos los sedientos de justicia y de colmar con bienes imperecederos a los que son vejados y humillados por su compromiso por el Reino de Dios. Por eso, la vida de Pere, entregada desde su juventud a la causa de Jesús, no puede estar nunca amenazada por nadie, Dios ya la hizo suya y le ha dado un lugar entre tantos que le precedieron. Dios sí que lo tiene amenazado realmente, pero amenazado de resurrección. Quien vive en el Amor, Vive y quien no ya está muerto sin posible remisión. Como escribiera Ernesto Cardenal en aquel bello libro redactado cuando aún estaba en Solentiname, junto a Thomas Merton, la vida del hombre es la Vida en el Amor, quien ama está vivo y su vida se expande a todos los que le rodean; nada teme y su compromiso es fuerte y fecundo.
Hoy, en los tiempos que vivimos, seguimos necesitando a estos profetas de esperanza y compromiso. Con sus años de vida, con sus problemas de salud, con sus limitaciones, siguen siendo la luz que nos ilumina en a oscura noche que vive la humanidad actual. El Señor, en su misericordia, quiere seguir alentando en nosotros la esperanza de que es posible abrir horizontes de fraternidad para que todos los seres humanos seamos aquello a lo que hemos sido llamados: hermanos e hijos. Pere Casaldàliga, en su debilidad, nos muestra la fuerza del Evangelio. Su vida es la muestra clara y palpable de una vida vivida en el Amor.
2 comentarios:
Lo que voy a decir puede parecer que no sirve de nada o de casi nada. Pero yo creo que sí sirve, sirve para crear lazos y para crear ambiente evangélico: mi solidaridad con Pedro Casaldáliga.
Hago mía la frase última de su Yo creo en la Justicia y en la Esperanza, el Credo que ha dado sentido a su vida:
¡Creo en el Hombre Nuevo que es Jesucristo Resucitado, Primogénito de todo Hombre Nuevo!
¡Amén, Aleluya!
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