martes, 2 de julio de 2013

"Esto es un infierno", John Rambo.

Como bien sabemos desde hace mucho, las crisis son etapas imprescindibles en la configuración del capitalismo. Es un sistema radicalmente en crisis: crisis de la naturaleza, sometida a la reproducción constante de sus recursos dentro del modelo productivista; crisis de la sociedad, obligada a entrar por la puerta estrecha de la producción y consumo; y crisis del mismo modelo que le obliga a reinventarse constantemente de modo, a lo Lampedusa, de que todo siga exactamente igual. Porque al capitalismo, en tanto que estructura infernal de reproducción ampliada del lucro, nada le importan las personas concretas, le importa mantener la estructura de segregación social, corazón que mueve el modelo. Digámoslo de una vez: el capitalismo es la destrucción planificada de todo lo existente subsumido en el proceso de generación del capital.

La crisis actual es la última de las crisis del capitalismo de la serie de la decena que hubo tras los famosos 30 gloriosos años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Tras la locura de los felices 20, llegó la amarga medicina de la recomposición del capital que duró unos veinte años, desde el 29 hasta el 48. Estos años supusieron la recomposición de la Tasa de ganancia, la reducción de la competencia interimperial y la aparición de un único imperialismo que tras la caída del bloque soviético degeneraría en la Globalización. El precio que tuvo que pagar el capitalismo por subsistir sin tener que enfrentarse a las revoluciones comunistas fue reducir los beneficios y mostrar, en Occidente, una cara amable, mediante la configuración del Estado de Bienestar. Durante más de 30 años existió un modelo de capitalismo amable que permitía a los trabajadores y clases medias vivir bien de su trabajo y olvidar las veleidades revolucionarias. Esos años sirvieron para adocenar al movimiento obrero mediante las prebendas otorgadas a las organizaciones sindicales e instalar una cierta mediocridad social. Pero el idilio duró poco. Tras la crisis del petróleo del 73 provocada por el abandono del patrón oro por parte de Nixon, el capitalismo fue consciente de los límites de la extensión del lucro y empezó un ataque inmisericorde contra cualquier estructura limitante, es lo que conocemos como Neoliberalismo.


Los años 80 son los de la derrota del bloque soviético y de todos los movimientos de protesta. El capitalismo se pone su piel de cordero: piel verde, rosa, violeta y hasta roja, pero en el fondo sigue siendo el lobo hambriento que siempre fue, ahora más necesitado de víctimas. Su estrategia es adoptar la figura del enemigo, infiltrarse y devorarlo. Así lo hizo con los sindicatos, con el movimiento ecologista, con el feminismo y con los movimientos de gays, transexuales y lesbianas. Todo ha sido engullido por el capitalismo, demostrando lo que tan bien definieran Herbert Marcuse o Daniel Bell, la capacidad de asumir la crítica y demolerla.

Los años 90 suponen el nacimiento definitivo del capitalismo financierizado basado en la creación de burbujas de todo tipo. Cuando el productivismo ha llegado al límite de generación de riqueza, riqueza que siempre está ligada al presente, empieza a dejar espacio a la especulación que no es sino la creación de riqueza a partir del futuro. Dicho de otro modo: la especulación es un modo de hacer presente una riqueza futura y por tanto agotar el futuro, acabar con su posibilidad. Esto se logró mediante la exacerbación de un procedimiento que existía en el capitalismo desde unos decenios antes: la creación de dinero a partir de la deuda. La extensión del crédito fue el medio por el que se suplió la bajada de salarios reales de los 80 y 90. Si el sueldo de los trabajadores es lo que determinada la demanda agregada y aquel disminuye, esta se ve menguada y por tanto los beneficios empresariales. Cómo resolverlo. Pues ampliando el crédito, ampliación que llegó al paroxismo con las famosas hipotecas subprime, otorgadas a personas insolventes o con nula capacidad de devolución. Aquí concluye la fase inicial de la última crisis del capitalismo.

Hoy nos encontramos en otra fase. Los salarios disminuyen y el crédito no puede seguir manteniendo la demanda agregada con lo que la única manera que tiene el capitalismo de subsistir es provocando otra burbuja: la burbuja de la deuda de los Estados y la inundación de liquidez de los mercados financieros mediante la emisión de dinero de forma descontrolada. En el fondo se trata de una forma de aplazar el momento final. En términos cuantitativos, a fecha de 2013 es como si nos hubiéramos beneficiado de la riqueza futura hasta 2050. En otras palabras, de aquí a 2050 deberíamos dedicar todos los recursos a reponer lo que hemos consumido ya, un verdadero infierno sobre la tierra. Como dijera aquel paladín de la libertad de los 80, Rambo, esto es un infierno. Un infierno creado por uno cuantos para mantener un modo de vida que en nada les beneficia, pero que los atrapa de tal modo que son incapaces de liberarse. Será misión de todos los que tenemos conciencia de esta situación liberarles del sistema y liberar a la Tierra de este infierno en el que ha sido sumida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me parece muy interesante tu articulo pero tengo una pequeña duda y es si lo que propones para salir de la crisis es por ejemplos una revolucion como la del 17 en rusia y establecer una economia planificada por el estado es decir instaurar un sistema marxista.

Anónimo dijo...

En paises socialistas anticapitalistas como cuba o corea del norte esta crisis mundial no les esta afectando nada?
es que si es asi la solucion es adoptar su sistema economico y social y ya esta.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Las revoluciones son irrepetibles. Lo que hicieron en Rusia en el 17 fue fruto de la desesperación, ojalá que no lleguemos aquí a eso. Se trata de establecer una racionalidad económica y punto, no hay nada ni de marxismo ni de comunismo. Eso son etiquetas del pasado. Marx supo comprender el capitalismo y de eso nos aprovechamos para criticarlo, pero sus recetas son de entonces. Hoy es necesario ser creativos.

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