miércoles, 14 de agosto de 2013

A un maestro muerto

A un maestro muerto... podríamos titular esta loa a los maestros que hemos tenido en la vida. Me refiero a los maestros a la antigua, esos que enseñaban a ser, no que meramente transmitían contenidos curriculares, como las últimas leyes educativas pretenden. Son, por su etimología, los mayores o los que más (magis), aquellos que han vivido y nos han legado una forma de estar en el mundo. En verdad son pocos estos verdaderos maestros en la vida de cualquier persona. En Avilés me encontré la imagen que acompaña a este post y me hizo pensar en esos que han marcado de forma indeleble mi devenir como persona. Inmediatamente vinieron a mi mente unos cuantos, pocos, pero a los que nunca olvidaré y estaré en eterna deuda, deuda que solo puedo saldar intentando dar a otros lo que estos me dieron a mí: un modo de ser y estar en el mundo, una manera de mirar la vida, una forma de pensar la realidad. Pero todo maestro, para serlo de verdad, debe estar muerto, no físicamente, sino espiritualmente. Un maestro vivo en la conciencia de un alumno es una rémora. Los verdaderos maestros anhelan morir en el alma del alumno. Para que cada cual tenga su camino, sea él mismo. He tenido la enorme suerte, aunque buscada largamente, de ser profesor y, quizás, maestro, para poder saldar la deuda contraída con otros; con mis maestros.

El primer maestro del que tengo un recuerdo indeleble es de Don Paco, así como suena. No sé sus apellidos, sí que el primer día de clase nos dijo que se llamaba Paco y nosotros empezamos a llamarle Don Francisco, era la costumbre, pero él se empeño en Paco a secas. Nosotros acabamos imponiendo el Don Paco y así se quedó. Fue maestro mío y de muchos en 5º de EGB, donde provocó una revolución. Nada de libros de texto, esos quedaban para consulta. Dividió la clase por grupos de trabajo y lo organizó quincenal por temáticas. Además, toda la clase confeccionó un libro sobre nuestro pueblo, que después vendimos a los familiares y entre los habitantes. Fue una experiencia inolvidable en la que aprendimos a cooperar, a competir por la excelencia y a manejarnos democráticamente en el aula. Con Don Paco aprendí, a esa corta edad, lo que significa organizar un grupo y mantener la disciplina de trabajo, dentro de un ambiente cooperativo. Qué lástima que no existan miles de donpacos por toda España, como yo pude disfrutar.



Ya en Segundo Ciclo de EGB, tuve un profesor que marcó mi gusto por la historia y las Ciencias Sociales, gusto que ha pervivido en mí hasta hoy. Se trata de Don José, tampoco recuerdo el apellido, los maestros solo tenían nombre entonces. Don José me hizo comprender lo importante que es analizar los hechos históricos desde varias perspectivas sin dejarse llevar por preconcepciones, sean familiares o sociales, ni por prejuicios. Hay que conocer los hechos y analizarlos críticamente y eso nos lo enseñó a lo largo de los tres cursos que impartió las Ciencias Sociales en el segundo ciclo de EGB. Fue determinante en mi orientación por estos estudios en el futuro. Aquel hombre pequeño y con un prominente bigote, sentado en su sillón tras la mesa, impartía docencia vital a propósito de los visigodos o de las pirámides de patronazgo, o bien en el análisis de la población española de los últimos siglos. Era maestro de EGB, pero siguió estudiando y obtuvo una licenciatura en historia que nos traía a clase, ampliando y actualizando los conocimientos. Un verdadero maestro vocacionado y una persona inolvidable.

Mi paso por el Bachillerato lo realicé en dos momentos. En el primero cursé hasta 3º de BUP sin terminarlo. Allí me marcó de manera definitiva un profesor de religión que además nos impartía música y era licenciado en filosofía por formación, Miguel Ángel Herrero Piñero; en el Instituto los profesores sí tenían nombre y apellidos. Con Miguel Ángel pude ver que había otra manera de ser cristiano que me permitía acercarme a una fe de la que estaba muy distanciado. Cuando llegó el momento, lo aprendido con Miguel Ángel sirvió para que tomara la opción por el compromiso eclesial con el que sigo aun. Miguel Ángel daba clase de religión de forma abierta, dando opciones y unión la religión a la vida y a las circunstancias que vivíamos entonces. Los años 80 fueron tiempos de convulsiones sociales que yo vi iluminadas por medio de sus clases. En ellas, un profesor joven, del que apenas nos separaban una decena de años, nos abría a otra comprensión de la realidad. He mantenido el contacto con él de forma esporádica y aun sigue siendo para mí un referente moral, aunque haya separado lo que fue de lo que es.

Mi segunda etapa del Bachillerato la realicé en el Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia (INBAD) donde terminé 3º de BUP y cursé COU, mientras compatibilizaba los estudios con el trabajo. La docencia del INBAD era muy peculiar: una clase semanal de cada asignatura y sesiones de tutoría con los profesores. Y esto era lo mejor, poder tener un contacto directo con los profesores en Bachillerato como podrían ser las tutorías universitarias. Aquí aprendí mucho, sobre todo por la metodología empleada, no superada en el panorama educativo español. De entre los profesores que tuve allí llegué a aprender mucho de Remedios Maurandi, directora entonces del INBAD de Murcia y profesora de filosofía, lo mismo que de Alfonso Rodríguez, latín y griego, y Salvador García Jiménez, lengua y literatura, pero el que me marcó de verdad fue Paco Zaragoza, al que muchos alumnos recuerdan. Fue una experiencia inolvidable. En él encontré un maestro, no solo un profesor de filosofía. En las tutorías hablábamos de filosofía, de religión, de ciencia, de política, de arte... de la vida. Sin embargo, aquello fue breve. Una desgraciada enfermedad, meningitis, casi borró de su memoria nuestra relación. Fue un verdadero mazazo, en su memoria apenas existía. La primera vez que lo vi tras la enfermedad lo saludé y se me quedó mirando fijamente, queriendo recordar, pero no lo consiguió. Lo he visto tres veces más, quiero decir, que he visto su cuerpo, pero lo que era ya no existe. Es el maestro por excelencia: pasó brevemente, dejó la huella y se marchó.

Ha habido otros maestros en mi vida, pero estos lo han sido desde el ámbito académico anterior al universitario. Quizás en otra ocasión hable de los otros maestros.






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