miércoles, 26 de febrero de 2014

Un nuevo veneno

"la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos". Evangelii Gaudium 204.

Francisco ha dado justo con el centro del problema: el capitalismo solo sabe segregar el mismo veneno que ha putrefactado la mortal herida del sistema económico. No hay forma de salir de la situación mientras se apliquen los mismos elementos que la han provocado. Se dice que el mal es que no hay trabajo y que para solucionarlo hay que reformar la legalidad del mercado laboral. Pero, lo que se consigue es, no aumentar el empleo, sino multiplicar a los empleados que se turnan o rotan alrededor de los mismos empleos, repartiéndose el sueldo y las condiciones sociales. El capitalismo ni sabe, ni puede, ni quiere generar otras formas de organizarse. 

La única forma de salir del mal del desempleo es reorientando la política productiva, de modo que el empleo que exista, mucho o poco, sea repartido entre todos aquellos que están en condiciones para trabajar. A la par, hay que repartir los recursos disponibles atendiendo tanto a las capacidades como a las necesidades. Pero, hacer esto sería, ya, haber salido del capitalismo, que necesita de la explotación laboral como del agua para subsistir. Si eliminamos la explotación laboral acabamos con el capitalismo. Sin embargo, lo que nos imponen no es acabar con la explotación, sino dar un paso más hacia la exclusión. Una parte cada vez mayor de la sociedad queda excluida del acceso a los bienes producidos, aunque tengan acceso al empleo. Durante doscientos años el capitalismo reguló el acceso a los recursos de las clases trabajadoras mediante el empleo, ahora ha llegado el momento de desvincular el empleo y los recursos. 



El capitalismo, para subsistir en esta etapa final, debe arrancar la última de las tablas de salvación que quedaban a los trabajadores. No le basta con poseer los medios de producción, ni con controlar los mercados, que poco tienen ya de libres; ahora requiere hacerse con la tercera de las patas que lo sustentan: el trabajo asalariado. Si este concepto vino a sustituir en el capitalismo a la servidumbre y a la esclavitud, ahora estamos asistiendo a una especie de regreso aquellas bestias antiguas. La nueva esclavitud no contará con cadenas y látigo, pero sí con la imperiosa exigencia de la necesidad de sobrevivir. El salario social en forma de sanidad, educación o seguridad social está desapareciendo, y el salario directo se ve reducido al mínimo necesario para obligar al trabajador a volver al puesto al día siguiente. El precio del trabajo, como cualquier otra mercancía, queda determinado por el mercado y este por quien domina los medios de producción y reproducción social.  El trabajo ya no será nunca más la seguridad de una vida digna.

* Publicado en REVISTA 21 Febrero 2014, p. 65.

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