jueves, 8 de septiembre de 2016

El amargo sainete español

Creo que no soy ni el primero ni el único que está asqueado de la situación de la política española. Ya hay alguna encuesta que así lo dice, pero lo más relevante para mí es que en mi entorno ya no se habla de la situación política. Lo que hace un año era un hervidero de opiniones, muchas veces furibundas, hoy es una balsa de aceite. Es como que nos da igual lo que pase, porque hemos visto que esto no tiene arreglo. Pero, lejos de ser algo sobrevenido es más bien algo buscado. El hartazgo social tiene un componente de victoria para aquellos que se han beneficiado de las políticas implementadas para supuestamente salir de la crisis. Es hartazgo alimenta la desafección política y la abstención electoral, dos elementos fundamentales para que las políticas aplicadas en los últimos seis años sigan adelante otros tantos, al menos. Mientras la gente sigue este vodevil patético en el que los partidos han convertido la política española con sumo desdén y mínima atención, los que traman la verdadera política, aquella que aplica leyes contra el bien común y a favor de unos pocos, se frotan las manos ante los nuevos comicios a los que nos han abocado. La máxima hace un año era la siguiente: "si no podemos vencer al enemigo, al menos desgastemos sus fuerzas". Dicho y hecho.

Las elecciones del 20 de diciembre dejaron un parlamento que bien podía haber dado un gobierno para cambiar las políticas y reformar el país. Los votos a los partidos que auspiciaban este cambio fueron abrumadoramente mayoritarios, así como las fuerzas políticas que decían querer un cambio. Sin embargo, el currículo oculto de varios partidos empezó a actuar al día siguiente de las elecciones. El PSOE mostró su incapacidad para salir de la trampa que le habían tendido los medios de comunicación, no buscando pactos que habrían habilitado un gobierno distinto, mientras Ciudadanos puso todo su empeño en que el cambio no fuera nada más que un recambio. Esta situación bloqueó las opciones y Podemos no supo ver que lo mejor hubiera sido un gobierno de PSOE y Ciudadanos en minoría que nuevas elecciones. Tras el 26 de junio la cosa fue a peor. Parte del voto perdido por el PP en favor de Ciudadanos volvió a casa, y Ciudadanos quedó preso de ese temor, con lo que puso sus restantes 3 millones de votos al servicio del PP. Esto ha dado una situación si salida que solo beneficia electoralmente al PP. En diciembre, muchos votos huidos de la corrupción a Ciudadanos volverán a casa por Navidad. Pero, lo que dará una mayoría más holgada al PP será el desdén y el hartazgo de la gente que confiaba en un cambio de rumbo de España. El votante del cambio hoy es muy voluble, como la donna, y prefiere quedarse en casa y dejar que gobiernen los de siempre, a tomar una decisión comprometida. Está venciendo, si no ha vencido ya, el "todos son iguales", que antaño sirvió para justificar la corrupción y la mala gestión. Si todos son iguales, lo mismo da votar que no votar.


Esta semana hemos sabido que el gobierno nos mintió, aunque algunos lo recelamos entonces. Se nos dijo que el rescate bancario no costaría ni un euro a los españoles. Es más, se nos dijo que tendría beneficios cuando los bancos devolvieran el dinero. Pues bien, no solo no ha habido beneficios, sino que se reconoce abiertamente que se han recuperado unos pocos millones de los 50.000 millones que se les dio. A esto se suma que en 2014 se reconoció que otros 25.000 millones se dieron por perdidos. Las políticas aplicadas lesionan el bien común y llevan a la población a una situación de anomia social en la que muchos se sienten alejados de la política. Mientras se da dinero impunemente a los bancos para que tapen su mala gestión, se perdona el dinero defraudado por los millonarios que se lo llevaron fueran de España y se bajan los impuestos a las rentas altas. A la misma vez, se pide a los españoles que acepten el recorte del estado social. Esto va generando un desánimo social que lleva a que quien aplica estas políticas salga premiado electoralmente. Como escribí en 2013, las políticas que lesionan lo público tienen un doble efecto: de un lado premian a los fieles y del otro desincentivan el cambio político. Precisamente, los más perjudicados por las políticas aplicadas son los que votan esas políticas o se abstienen. Es una paradoja que se produce en tiempos de profunda crisis social y este sainete orquestado en la política española profundiza estas tendencias.

Ojalá me equivoque, pero en 2017 tendremos un gobierno más fuerte para seguir aplicando políticas contra el bien común y contra lo que queda de España. Veremos cómo se suceden los acontecimientos.

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