viernes, 10 de abril de 2015

Del cambio climático a la transformación económica

Los ultraconservadores americanos y sus espectros europeos tienen razón, el cambio climático no es más que una excusa para cambiar el modelo económico y social vigente. Han dado en el clavo en su apreciación. Así lo recoge Naomi Klein en su magnífico último libro Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima, Paidós, Barcelona 2015. No es que el cambio climático antropógeno sea falso, al contrario, es una de las realidades más incontrovertibles en el panorama científico y político actual. El problema está en que las medidas que permitirían evitar las consecuencias catastróficas que el cambio climático está produciendo, nos llevarán, irremediablemente, a la eliminación del capitalismo tal y como lo conocemos. Ese es el motivo por el que los negacionistas se oponen al cambio climático, no tanto porque sea falso, cuanto por lo que supone de transformación de la sociedad. El cambio climático, como dice Klein, lo cambia todo. Ya no es posible seguir como si tal cosa y no tomar medidas. Tampoco es tiempo de poner parches, ese tiempo ya pasó. Es el tiempo de la revolución definitiva si queremos evitar la catástrofe climática.

Hubo un tiempo, en 1988, por ejemplo, en el que se podrían haber tomado medidas como la difusión de las energías renovables y la penalización de las fósiles. Esa ventana de oportunidad se cerró en 1998 y ya no es suficiente. Cuando la contaminación del planeta era justo la mitad que hoy, era posible tomar medidas gradualistas que evitaran el desastre. Inluso, desde el año 2000 se podrían haber tomado medidas drásticas que supusieran la reducción anual del 5% de las emisiones, no el aumento del 3,4% anual que hemos vivido, como, por ejemplo, la limitación del transporte transoceánico, la prohibición parcial del transporte privado, la reducción de la producción y consumo de productos superfluos o la conversión de toda la industria pesada. Pero, esta ventana también se ha cerrado. Ahora mismo no estamos en el tiempo de las oportunidades, estamos en el tiempo de las consecuencias y estas serán cada vez más peligrosas para la vida humana en el planeta.

La concentración de CO2 en la atmósfera crece por encima del 5% anual, lo que implica que en 14 años, 2027, habrá el doble de CO2 en la atmósfera que actualmente. Este gas es el mayor responsable del efecto invernadero y la causa del cambio climático. El 97% de los científicos del clima están convencidos de que es irreversible un aumento de temperatura de 2ºC para final de siglo, y casi están seguros de un aumento de 4ºC o de 6ºC. Este último dato supone la imposibilidad de vida humana como la conocemos en el planeta. Con los datos actuales ya sabemos que el clima ha perdido la previsibilidad y que los fenómenos meteorológicos extremos serán más habituales en los próximos años. Sequías prolongadas, lluvias torrenciales, deforestación, desertificación, pérdida de tierras cultivables, acidificación insostenible de los océanos, pérdida de fauna marina, muerte de amplias zonas oceánicas por falta de oxígeno, destrucción del permafrost en Siberia, derretimiento de la Antártida, descongelación de los glaciares, pérdida de la capa del Ártico en verano... Todo esto está ya sucediendo y en los próximos diez años se agravará, de modo que nuestras opciones son muy limitadas. Estamos entre el desastre y la catástrofe. Hoy, de actuar, sólo impediríamos la catástrofe, pero eso es mucho, para quienes tenemos hijos.


Lo único que ahora es posible hacer es lo que siempre ha parecido imposible: la transformación radical del sistema económico y social, la desaparición del capitalismo. Las medidas a tomar para evitar la catástrofe climática son justo las opuestas a las que sustentan el capitalismo. Las enumeramos:

  1. Reducción a la mitad del consumo mundial de productos y energía.
  2. Relocalización de la producción en los ámbitos cercanos al consumo.
  3. Prohibición del transporte privado y sustitución por transporte colectivo impulsado por energías renovables.
  4. Prohibición del comercio de lujo.
  5. Limitación y racionamiento de los bienes esenciales: alimentación, vivienda, vestimenta y cultura.
  6. Desprivatización de las empresas esenciales para una gestión racional de la producción y consumo.
  7. Eliminación de los grandes centros comerciales y vuelta a las tiendas de barrio y los mercados tradicionales.
Estas medidas requerirán una transformación política radical que implicará unos cambios revolucionarios en la organización social. Para aplicar estas medidas y evitar la dictadura hay que adoptar un sistema de democracia radical, basado en el consenso sistemático de Felber y en los modelos de democracia horizontal puestos en práctica en algunos cantones suizos o en comunidades tradicionales de América. Sin embargo, estas medidas, que salvarían a la humanidad de la catástrofe, chocarían con los intereses de las élites mundiales, apenas el 1% de la población y otro 9% que se beneficia del modelo. Esto llevaría a la necesidad de aplicar medidas coercitivas para evitar que ese 10% imponga sus intereses mezquinos y devastadores al 90% restante. Algo parecido a lo que hizo Roosevelt tras el 29, aplicar impuestos del 87% y detraer los recursos de las élites para la inmensa mayoría. Es decir, habría que acabar con el capitalismo tal y como existe hoy día. ¿Es esto una quimera, una utopía, un imposible? Si esto no es posible querrá decir que la vida humana en este planeta tampoco lo es.

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