Estoy dispuesto a conceder que la sociedad en que vivimos debe ser evangelizada, pero no puedo comprender que evangelizar implique de alguna manera “aceptar”. Lo primero que habría que establecer es qué tipo de sociedad es en la que vivimos, porque no es lo mismo analizarlo desde los países periféricos que desde el centro consumista y postmoderno. Tampoco es igual analizar desde la marginalidad social que desde la máxima centralidad. La posición cristiana está, humana e históricamente, justo en el límite, es decir, tomamos una posición de liminalidad. Quiero decir con esto que estando en el centro del mundo rico, no pertenecemos moralmente a él; estando cerca moralmente del mundo empobrecido, no estamos físicamente en él. No es una situación de marginalidad ni de centralidad, estamos en el límite, somos liminales. Y esta posición resulta muy interesante para analizar la problemática del mundo actual.
Alguien que se sienta cómodo en el centro rico es incapaz de tener un análisis de la realidad mundial. Alguien que esté antropológicamente integrado en el mundo empobrecido carece de las posibilidades para repercutir en el análisis global. Sólo si se está entre estas dos realidades se puede atisbar hacia un lado y hacia el otro y se puede mediar con el fin de encontrar soluciones. Desde esa posición despreciamos el mundo de la riqueza ostentosa y repugnante que ha creado el occidente capitalista a costa del Sur vejado y expoliado. Desde esta posición valoramos todas las luchas que pululan por el mundo y que suenan a los gritos de una parturienta antes de dar luz a la nueva criatura. Desde esta posición compartimos los anhelos de todas las víctimas de la historia. No queremos parecernos al Angelus Novus de Klee, que es arrastrado por los vientos del paraíso, mientras tras él se acumulan los cadáveres de la historia. Queremos, llegado el caso, formar parte de esa pirámide de víctimas que la historia de prevaricación humana ha generado desde hace cinco mil años. Porque sólo ahí está la salvación, en las víctimas de la historia, ahí ya no habrá posibilidad de mantenerse al margen, habrá acabado la liminalidad y sólo tendremos que poder responder a una pregunta: ¿estoy con las víctimas o con los verdugos de la historia?, en términos evangélicos: ¿di de comer al hambriento, beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al preso?
La liminalidad es una situación transitoria mientras llega el momento de tomar partido definitivo. Esa posición nos permite, a los que creemos en otro mundo posible, mantener la integridad humana que no anule nuestras capacidades de reflexión crítica y profética, de lo contrario nos dejamos llevar por pseudo-discursos para-intelectuales que esconden la verdad de este mundo en declive, es decir, que funcionan como ideología legitimadora. No podemos aceptar el valor relativo de las verdades, ni tampoco la suplantación de la mentira. Si aceptamos lo primero somos cómplices de todos los crímenes que se dan contra las víctimas de la historia; si lo segundo, seremos culpables ante ellas. Hemos de postular la más nítida verdad de todas: que la inmensa mayoría pobre y oprimida de este mundo muere a causa del modelo económico y social que impone este Imperio Global Postmoderno.
Estamos en el límite, no en el margen, y desde ahí debemos destruir con la palabra y construir con las manos. Destruir la ideología imperial, construir un mundo de amor, justicia y misericordia para todos los seres humanos. O, como dice el libro del Apocalipsis: “vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía” (Ap 21, 1).
Alguien que se sienta cómodo en el centro rico es incapaz de tener un análisis de la realidad mundial. Alguien que esté antropológicamente integrado en el mundo empobrecido carece de las posibilidades para repercutir en el análisis global. Sólo si se está entre estas dos realidades se puede atisbar hacia un lado y hacia el otro y se puede mediar con el fin de encontrar soluciones. Desde esa posición despreciamos el mundo de la riqueza ostentosa y repugnante que ha creado el occidente capitalista a costa del Sur vejado y expoliado. Desde esta posición valoramos todas las luchas que pululan por el mundo y que suenan a los gritos de una parturienta antes de dar luz a la nueva criatura. Desde esta posición compartimos los anhelos de todas las víctimas de la historia. No queremos parecernos al Angelus Novus de Klee, que es arrastrado por los vientos del paraíso, mientras tras él se acumulan los cadáveres de la historia. Queremos, llegado el caso, formar parte de esa pirámide de víctimas que la historia de prevaricación humana ha generado desde hace cinco mil años. Porque sólo ahí está la salvación, en las víctimas de la historia, ahí ya no habrá posibilidad de mantenerse al margen, habrá acabado la liminalidad y sólo tendremos que poder responder a una pregunta: ¿estoy con las víctimas o con los verdugos de la historia?, en términos evangélicos: ¿di de comer al hambriento, beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al preso?
La liminalidad es una situación transitoria mientras llega el momento de tomar partido definitivo. Esa posición nos permite, a los que creemos en otro mundo posible, mantener la integridad humana que no anule nuestras capacidades de reflexión crítica y profética, de lo contrario nos dejamos llevar por pseudo-discursos para-intelectuales que esconden la verdad de este mundo en declive, es decir, que funcionan como ideología legitimadora. No podemos aceptar el valor relativo de las verdades, ni tampoco la suplantación de la mentira. Si aceptamos lo primero somos cómplices de todos los crímenes que se dan contra las víctimas de la historia; si lo segundo, seremos culpables ante ellas. Hemos de postular la más nítida verdad de todas: que la inmensa mayoría pobre y oprimida de este mundo muere a causa del modelo económico y social que impone este Imperio Global Postmoderno.
Estamos en el límite, no en el margen, y desde ahí debemos destruir con la palabra y construir con las manos. Destruir la ideología imperial, construir un mundo de amor, justicia y misericordia para todos los seres humanos. O, como dice el libro del Apocalipsis: “vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía” (Ap 21, 1).
3 comentarios:
Sin duda, el lugar en el que nos situamos condiciona no sólo nuestra visión de la realidad circundante, sino nuestra lectura del Evangelio. Las cosas se ven según la perspectiva en la que uno se sitúa. No cabe duda de que el contacto con los pobres nos permite darnos cuenta de riquezas del evangelio que de otro modo habrían pasado desapercibidas. Algo de eso decía Jesús: solo los limpios de corazón pueden ver a Dios. O sea, el lugar en el que me sitúo y el lugar en el que pongo yo mi corazón, son determinantes para juzgar a las personas y a los acontecimientos. Martín
Nunca había pensado en la situación de liminalidad en la que me encuentro,viviendo en el corazón del mundo potentado, pero con mi corazón anclado en el mundo empobrecido. Digo anclado y con razón, pues he nacido en el Perú, al que siempre se le ha llamado "un rico sentado en un banco de oro". Los ecos del sufrimiento de la gente que pasa hambre, desnudez,vejaciones...no son para mi indiferentes. Y no pueden serlo de ninguna manera, pues en realidad, en esa pobre gente, víctima de la injusticia, está Jesús mismo en su pasión y muerte. Creo que entre todos, tenemos que acelerar la hora de su resurrección.
Delia
No he entendido bien el comentario que haces. Al principio no conocía el término liminidad. Después he buscado dicho término y significa:"El concepto de liminalidad es una noción tomada de Arnold Van Gennep y alude al estado de apertura y ambigüedad que caracteriza a la fase intermedia de un tiempo-espacio tripartito (una fase preliminal o previa, una fase intermedia o liminal y otra fase posliminal o posterior). La liminalidad se relaciona directamente con la communitas puesto que se trata de una manifestación anti-estructura y anti-jerarquía de la sociedad. En una de sus últimas obras, From ritual to theatre (1982) desarrolla el concepto de drama social con el ritual. Parte de la filosofía de Dilthey y esta influencia fundamenta su antropología de la experiencia que tenia como fin el intercambio subjetivo de la perspectiva del investigador – investigado como aspecto elemental del análisis hermeneútico."
Yo creía que al hablar de liminidad sería colocarnos en el limíte de nuestra propia situación. En este caso el que viva en el país rico situarse en el país empobrecido y el que viva en un país empobrecido, en un país rico. ¿Pero es necesario salir de nuestro propio mundo para ver las injusticias que nos rodean? ¿No se dan situaciones marginales en nuestro entorno? ¿A veces estas situaciones se deben a situaciones ideológicas sólamente? ¿No hay otros factores que provocan esas injusticias,?
Creo como dice el comentario primero que son situaciones en la que debemos ver a Cristo sufriendo, muriendo en la Cruz. Y como dices tú dejar que nuestras obras y nuestras palabras rompan las injusticias que imperan en el mundo. Pilar
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