sábado, 11 de abril de 2009

El Homo Clausus

El hombre postmoderno tiene su origen, como no podía ser de otra forma, en el arte de las vanguardias. La relación directa entre la cultura de la imagen y el nacimiento de la postmodernidad nace de la unión de imagen y producto, que dio como resultado el nacimiento de la racionalidad postmoderna en la que vemos cómo esa nueva imagen da lugar a un nuevo hombre. Nueva imagen, es decir, apariencia diferente que suplanta la realidad moderna por una ficción de la misma. Esto lo podemos ver cotejando la obra de Andy Warhol, el artista pop más representativo y el que más identificó arte y mercado. Warhol comenzó su carrera artística como ilustrador comercial de moda para calzados y diseñador de escaparates. Una de sus obras más conocidas tiene como nombre zapatos de polvo de diamante, en ella podemos analizar el giro postmoderno del arte.
Si comparamos estos zapatos warholianos con los de Van Gogh podemos ver el salto o cambio producido. El par de zapatos de Van Gogh reflejan un mundo agrícola, de pobreza y de fatigas de las faenas campesinas, “un mundo reducido a su estado más frágil, primitivo y marginal” (Frederic Jameson, El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Barcelona 1991, 24). Ese par de zapatos de labriego son capaces de explicar un mundo y proponer una idea, incluso una utopía. Y son capaces porque pertenecen a un mundo con sentido, porque son parte de una realidad dada. Tienen la capacidad de evocar, de rememorar, son capaces de simbolizar, son símbolos, casi sacramento de una realidad superior. En cambio, los zapatos de polvo de diamante no reflejan nada porque no pertenecen a nada. Están ahí y nada más, ante ellos nos encontramos frente “al nacimiento de un nuevo tipo de insipidez o falta de profundidad, un nuevo tipo de superficialidad en el sentido más literal, quizás el supremo rasgo formal de todos los postmodernismos” (Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Barcelona 2006, 79).
El arte postmoderno no está referido a ninguna realidad, no tiene ningún tipo de profundidad, su superficialidad es un tipo de insipidez, de falta de sabor o incluso de sabiduría –sapientia, sapere–. No es por casualidad, la obra postmoderna paradigmática, la de Warhol, gira fundamentalmente en torno a la mercantilización que resalta específicamente el fetichismo de la mercancía. El arte, que es un reflejo de la autoconcepción de una época, un espejo de la ontología reinante, manifiesta al hombre que lo realiza. El hombre del arte postmoderno es el homo clausus. El hombre desocializado, liberado del principio imperioso de seguir las prescripciones colectivas, existiendo para sí mismo e igual a los otros, que “trabaja” o “desconstruye” las formas. Este trabajo individualista de desconstrucción de las formas, deriva en una clausura de la misma humanidad; el hombre deja de ser el mundo de los hombres, para convertirse en una aureola de vacío absoluto. El mundo que nace de este homo clausus es el mundo cerrado, el universo vacío, la nada que todo lo cubre y que no permite que pueda existir una estructura de sentido común. No hay posibilidad de estrategias alternativas, el hombre moderno, capaz de crear, ha sido reducido a una mónada sin puertas ni ventanas, comunicada por una red virtual que le suministra los imputs y los memes (Dawkins, El gen egoísta, Barcelona 1993) necesarios para servir como consumidor consumido en la rueda del consumo.
El Homo Clausus es, también, el antitipo del hombre comprometido con el mundo y la historia humana, de Jesús de Nazaret. Es el pulgón de Nietzsche, el ser incapaz de ir más allá de su goce irrefrenable.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y junto al abigarrado arte pop, la última exposición de Arco sin ir más lejos, coexiste en este tiempo la de-construcción formal de un realismo hueco en la obra de Antoni Tapies. Su obra emerge de un vacío vivo, que bebe en filosofía oriental y místicos occidentales. Es el dedo que apunta a la luna. Al interior del ser humano, y del cosmos. Sepulcro vacío,plenitud de Vida. Desde el silencio apunta a una mayor profundidad. Es la diferencia entre un arte que plasma la futilidad del ruido y el arte donde el Silencio se ve y se escucha, resuena en el interior de quien lo contempla La diferencia entre la humildad de Tapies como persona y artista y el ego hinchado del Peterpan de las sopas Campbell . El Silencio del Eterno es tiempo y espacio que se nos concede para expresar la belleza de lo creado, en el lienzo Blanco de Sábado Santo. Y ya se sabe que para gustos, colores.
En víspera esperanzada del gozo Pascual

Ana dijo...

La obra de arte, como expresión individual del ser humano, es un reflejo de las emociones y pensamientos de quien la produce. En una sociedad en la que prima el vacío y la superficialidad, el arte tiende a tener, en general, esos tintes, sin pararnos a considerar el fin comercial que pueda tener, que no es poco. Sin embargo, como no se puede generalizar, encontramos también artistas profundamente comprometidos, que utilizan su arte como forma denuncia social.

Anónimo dijo...

Confusos tiempos para el Arte... Confusos tiempos para el ser humano. ¿Por qué iba a ser uno menos que otro?
Sin duda el hombre postmoderno tiene mucho de "artista". Quizás no serían tanto responsables las primeras vanguardias (vanguardias clásicas que se les llama) como la superación de éstas que tiene lugar, sobre todo, a partir -y en contra- del expresionismo americano (con Pollock y Greenberg a la cabeza)...
Cierto que el fondo de todo esto subyace el genio ('resabiao') de Duchamp, pero no debemos olvidar a Manzoni y sus mierdas... o a Beuys y sus fieltros...
Lo cierto es que el gran triunfo del pensamiento postmoderno en lo que a Arte se refiere es exactamente simétrico a su triunfo socio-político: pensamiento único.
El hombre postmoderno tiene mucho de "artista". La sociedad se ha estetizado; todas las miradas están conformadas según los modelos pre-vistos (atención al juego de palabros). Dudo incluso que el Arte tenga alguna alternativa; no creo en la denuncia social desde el Arte, me parece frívola y, sobre todo, sin efecto alguno sobre el mundo (ese ha sido el precio que ha tenido que pagar por su autonomía).
En fin, seguimos en la brecha.
Iñaky

Recomiendo: Michaud, Yves. El arte en estado gaseoso, FCE, México, 2008.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Michaud es una referencia para el análisis de la estética humeana. También lo he visto citado por François Ascher en su "Diario de un hipermoderno", del que haré un post en breve. Gracias por la recomendación, Iñaky.

Anónimo dijo...

Cuando la ética es sustituida por la estética, el resultado es la superficialidad, en el arte, en la sociedad- tambien en la religión ( Cañizares y sus capas rojas de colas imperiales ,retorno a la parafernalia liturgica de la Edad Media, zapatos de Prada y complementos varios en "las sandalias del Pescador". La sociedad postmoderna tiene miedo, "el miedo a la libertad" ( E. Fromm), de ir a la raiz de si mismo, de los problemas. Mejor pasar " de objetito en objetito" en un paseo lacaniano por la efervescencia de lo banal. Y mientras la Vida transcurre por otro lado: Africa y su hambruna, explotación infantil en Oriente Medio...siempre habrá una cámara que lo fotografiará, y una galería que monte una exposición, o un premio a la mejor foto del año. Imagenes que se nos colarán en informativos, pero como no son "fashion", en un bucle pasamos a Cibeles fashion week, lo más de lo más, oiga. Es cuestión de en-foque. Y cada cual a su bola. Así vamos. Feliz Pascua.

Fr. Miguel Ángel Escribano Arráez, ofm dijo...

No estoy de acuerdo en que la estética sustituya a la ética, y mucho menos en que siempre nos acordemos en los pobres de Africa o Asia para criticar lo que no nos gusta, pienso que es una forma fácil de ocultar nuestros propios errores, por no decir horrores, la estética conduce a busca a Dios en aquello que es bello, recordar que es su obra y debemos valorarla y cuidarla, no confundamos las churras con las merinas, el mal gusto ni es arte ni estética. Lo del miedo a la libertad está un poco manido, no es miedo a la libertad, es que se nos ha olvidado que es la libertad.

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