El casino global suma y sigue. Después de las apuestas perdidas en forma de billones de dólares; después de las estafas multimillonarias de los últimos lustros a costa de grandes financieras mundiales; después de haber llevado el ingenuo hasta límites insospechados para la rapiña y el hurto; ahora nos cuentan el cuento de que las entidades financieras son necesarias para que la economía real pueda funcionar; de que no podemos dejar que se hundan a riesgo de un colapso gigantesco; de que hemos de sacarlos del atolladero al precio que sea, cueste lo que cueste. Y la pregunta es muy clara: ¿por qué hay que salvar a estas mismas entidades y por qué hay que mantener el mismo modelo? ¿No es posible crear otras entidades que funcionen con otro modelo?
Cuando el G-20 terminó su reunión en Londres, los banqueros del mundo, unidos, daban saltos de felicidad y las bolsas se unían a la orgía. Habían conseguido la cuadratura del círculo: ganar y ganar cuando va bien la economía, y seguir ganando cuando va mal. Además, se han asegurado que esto va a seguir así por siempre jamás. Cuando hay bonanza, se privatizan los beneficios y se privatizan los servicios públicos; cuando hay crisis, se socializan las pérdidas y se nacionalizan las quiebras. Es el paraíso capitalista salvaje extremo. Y nosotros con cara de póquer: han ganado el dinero y se llevan también la mesa.
Por si fuera poco, aprovechan para impulsar el recorte de derechos sociales y laborales. Como hay crisis, nos dicen cínicamente, no habrá para pagar las pensiones, por tanto hay que recortar el gasto en pensiones y subir las cuotas que pagan los trabajadores. Como hay crisis, insisten con desfachatez, no se pueden mantener las condiciones de contratación laboral, hay que reducir el despido porque, a más despido más empleo —cosa que entenderá su santa madre—. Como hay crisis, apuntan descaradamente, no podemos sostener la sanidad universal, luego habrá que privatizar servicios, externalizar otros y suprimir el resto. Por su puesto, se privatiza lo rentable, es decir, lo que no es un problema, si lo fuera no lo querría la empresa privada, como así sucede en la actualidad. Si tienes una verdadera enfermedad con un seguro privado, te envía al hospital público, y no hablo de oídas.
¿Qué será lo próximo que nos mentirán? ¿Cuál el siguiente engaño, artimaña, argucia o treta? ¿Hasta cuando nos dejaremos engañar por los cantos de sirena del liberalismo para ser engullidos por las fauces que se esconden tras tan bellas palabras? ¿Somos tan incautos que nos convencerán de que lo blanco es negro? Cualquiera que tenga dos ojos para ver es capaz de comprender que la privatización no ha traído nada bueno nunca, a pesar de los problemas de lo público, siempre es mejor que lo que sólo algunos disfrutan. Mirad, si no, cómo piden ser intervenidos por el estado cuando están en apuros, eso sí, sin afectar a la propiedad, que es lo más sagrado que hay, como se sabe. Espero y animo a una verdadera revuelta cívica en el caso de que lo que tanto ha costado crear para todos, sea desvalijado por unos cuantos.
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