La realidad clama al cielo porque no se destruyen los puestos de trabajo sino que los "empleadores" se aprovechan de las circunstancias para contratar a los niños en lugar de a los padres, por menos sueldo, más horario y en peores condiciones. Se trata de la ley de la jungla, donde cada cual saca la tajada que puede. Es la famosa "mano invisible" de Smith, según la cual, cada uno va a su apaño y se produce un bien colectivo, o dicho de otra manera, cada empresario saca el máximo provecho de lo que tiene a su alrededor y eso ayudará a resolver la crisis. Ya sé que no es cuestión para sarcasmos, pero es que la indignación llega a tal extremo que no puedo mantenerme dentro de los límites racionales. En realidad me gustaría proferir blasfemias e insultos, pero no es muy correcto.
Las principales causantes de esta sangrante situación son las multinacionales, la principal de ellas Nike, porque aplican políticas agresivas para conseguir bajar los costes laborales y ello repercute negativamente en las condiciones de vida de los países en los que se instalan. Alguna vez me han argumentado que por lo menos les dan trabajo, sin ver que eso no es trabajo, que lo justo y digno sería que trabajaran los padres con sueldos dignos y no los niños, ellos deben ir al colegio, estudiar, jugar y disfrutar de la vida. Estas empresas, perdón a las verdaderas empresas por aplicar este calificativo a esos ladrones y asesinos, aumentan sus beneficios a costa de la vida robada de millones de niños cuya esperanza de vida apenas alcanza los 2o años.
Cuando algún niño se atreve a rebelarse, acaba como Iqbal Masih, con un tiro en la cabeza. Este niño empezó a trabajar a la edad de 4 añitos y fue asesinado a los 12 por unos pistoleros contratados por la empresa para acabar con el joven agitador. Su ejemplo ha cundido y ahora hay una campaña internacional contra el trabajo infantil que lleva su nombre. Espero que su ejemplo nos ilumine y que nuestra indignación llegue hasta aquellos que son los responsables, pero mientras dejemos de colaborar con aquellos que son causantes de esta lacerante injusticia.
1 comentario:
Lo del trabajo infantil, lo de la explotación de menores es una de las lacras que más me indigna. Recuerdo haber hablado alguna vez de la mala vida de los bien nacidos. Solo seremos creíbles en la defensa de toda vida, cuando denunciemos con toda la fuerza posible esa mala vida de los bien nacidos. Ya sé que no basta con denuncias. Pero por ahí hay que empezar. Y luego seguir. Acabo de llegar de Portugal, de un Congreso de Teología sobre la Palabra, la de Dios, claro. Una Palabra que con toda su fuerza profética y performativa denuncia a unos, consuela a otros, y a todos nos llama de ponernos a favor del débil injustamente explotado, humillado. El Dios de la Palabra es Dios de los humildes, pero sobre todo de los humillados.
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