lunes, 13 de julio de 2009

Agnosticismo religioso

Parece imposible que se pueda llegar a una posición como la enunciada en el título de este post, pero estoy completamente convencido que es la única forma verdadera de religión. Acaba de publicarse en Revue de Sciences Philosophiques et Theologiques, mi artículo sobre dos de los grandes pensadores sobre el agnosticismo, Pascal y Hume. Allí intento explicar lo que uno y otro nos aportan, en síntesis:
Debemos hacernos la pregunta de por qué Pascal renuncia al uso de la razón en un momento tan favorable históricamente a la misma. La respuesta es que la razón es el instrumento, casi el arma, que los filósofos agnósticos y ateos utilizan para refutar la religión. Es un instrumento tan utilizado por el enemigo que no sirve para lo contrario, es decir, para demostrar la religión. Por ello, Pascal aceptará una posición agnóstica con un fin táctico. Si intentamos demostrar racionalmente la existencia de Dios a un filósofo, lo máximo que conseguiremos es dejarlo en el deísmo, siendo peor el remedio que la enfermedad. Una vez en el deísmo, el hombre no es capaz de llegar hasta la verdadera religión, manteniéndose en algo así como una religión de mínimos.
El deísmo es peor enemigo que el agnosticismo, dicho de otra manera, es más fácil llegar a la verdadera religión desde la ignorancia de religión que desde un simulacro de religión o una religión pervertida, como es el caso del deísmo. Y la mejor manera de oponerse al deísmo es descubrirle que es imposible demostrar racionalmente la existencia de Dios «volviendo contra el racionalismo deísta las armas de la razón», dice Pascal. Si las armas de los deístas no pueden ser utilizadas, hemos de revertirlas contra ellos y que les estallen en la cara, esto es lo que Francis Kaplan ha visto tan bien, que el agnosticismo filosófico es un argumento a favor del cristianismo antes que en su contra.
Esto mismo es lo que afirmaba activamente y defendía el más maduro Hume que conocemos, el de los Diálogos sobre la religión natural. El análisis de las pruebas racionales de la existencia de Dios, los argumentos tradicionales de las pruebas de la existencia de Dios, arroja como resultado la imposibilidad de su demostración. La razón humana se extralimita queriendo llegar donde no le está permitido, porque Dios está más allá de su alcance, al no pertenecer al ámbito de las relaciones de ideas sino al de las cuestiones de hecho que se dirimen por la experiencia. La experiencia es el juez que determina las posibilidades de llegar a Dios, estas no son teóricas sino prácticas, de ahí que ni los argumentos apriorísticos de corte ontologista, ni los que parten de los fenómenos experimentables, nos van a llevar hasta Dios; a lo sumo nos llevarán hasta el hijo de nuestro pensamiento del cual nos enamoramos y lo colocamos en lugar del Dios verdadero, esto es, hacemos de Dios un ídolo –idea, imagen– de nuestras facultades. Esto nos conduce a la imposibilidad de llegar al Dios verdadero con las propias fuerzas de la razón.
Los grandes filósofos nos ayudan a fundamentar mejor nuestra fe. De ahí resulta que la verdadera religión es una religión de la agnosis, porque no queda otra posibilidad: conocimiento de Dios propiamente hablando no cabe; y la gnosis es lo contrario a la fe cristiana. Ser un escéptico filosófico es el mejor principio para ser un creyente, nos decía Hume.

1 comentario:

Desiderio dijo...

Una de las cosas que como creyente más me cuesta digerir es cómo enlazar ese Dios de los filósofos, ese Primer Motor aristotélico, con el Dios personal, el Dios del amor. A lo mejor, al primero se puede llegar mediante una demostración dialéctica, pero dudo mucho que utilizando tal camino se llegue al segundo, al Dios de la experiencia religiosa, esa experiencia personal y única que nos hace descubrir esa realidad trascendente y comunitaria, la cual nos lleva a salir de nuestros propios límites hacia un más allá que desconocemos, pero que nos interpela y que sin duda nos atrae. Coincido contigo en que creo que es difícil demostrar la existencia de Dios, razonar sobre Él, pues no sé en qué términos podemos hablar del Totalmente Otro. Podemos intuir, esbozar, pero el peligro de antropomorfizarlo está ahí, de forma sutil pero constante.

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