martes, 14 de julio de 2009

Veritas in Caritate

No, no me he equivocado en el orden de los términos. Ya sé que la última encíclica papal se llama justo al contrario: Caritas in veritate (el amor en la verdad), pero es que a mí me gusta más este título: Veritas in caritate (la verdad en el amor), porque creo que el orden de los factores sí altera el producto y no es lo mismo proponer una verdad que se hace tal en el amor, que un amor que sea lo que es en la verdad. No digo yo que deba oponerse una cosa a la otra, pero lo que está más en el origen del cristianismo es el hecho de que a la verdad únicamente se llega por el amor, que la caridad es el centro nuclear de la vida del creyente, sencillamente por que Dios es Amor, como lo dice explícitamente el texto bíblico (1 Jn 4, 8), mientras que no dice explícitamente que Dios sea la Verdad. Incluso, más allá de referencias explícitas, la verdad del cristianismo está en el amor, el famoso Ágape, que funda la comunidad y en ella la fraternidad. Ágape es el nombre de la Eucaristía, en la que se vive el amor de Dios en la comunión con los hermanos; Ágape es el nombre de las relaciones entre los propios cristianos, que no pueden estar regidas por ningún otro principio mayor, ni siquiera el de justicia; Ágape es el nombre griego con que se conocía a Dios, Ho Theos, aquel que gobierna y rige el mundo es un amor extremos que se entrega por todos, no el Motor No Movido que se identifica con la Verdad y la Gnosis.
He aquí, para mí, la clave para ver la diferencia entre ambas expresiones. Para los cristianos que hubieron de mezclarse con el mundo grecorromano, había una enorme diferencia entre su Dios y el Theos adorado por los griegos. Estos adoraban en él el conocimiento supremo y su profunda penetración de la realidad, es decir, su Gnosis y su Aletheia, su conocimiento y su verdad como desvelamiento de lo oculto, nada queda oculto para el Theos. Para diferenciarse de este Dios, los cristianos, tras su experiencia con Jesús, entendieron que no podía confundirse su Dios con el Theos, de ahí que hicieran todos los esfuerzos posibles por no asimilar el lenguaje. El Dios de los cristianos es Amor, Ágape en griego, Cáritas en Latín. Esta concepción proviene del Hebreo: Dios es Hesed, fidelidad absoluta que se entrega en la Alianza; y Emet, verdad en el sentido de confianza y solidez por la que Dios interviene en la historia de los hombres y actúa por su Hesed.
Es de extrema importancia comprender los campos semánticos de los términos utilizados para hablar de Dios, porque si los confundimos probablemente no estemos hablando de lo mismo, de ahí que muchas veces se discute sobre Dios y no se llega a un acuerdo porque no se habla de lo mismo. Suelo decir a mis alumnos que manifiestan posturas ateas que expliquen con claridad qué entiende por Dios, quizás yo tampoco crea en eso que ellos llaman Dios. A partir de una clarificación del lenguaje sí es posible saber en dónde estamos.
Creo que esta última encíclica debería haber clarificado un poco más ese lenguaje, porque mi posición personal es que no sé exactamente qué significa verdad y qué caridad cuando se utiliza con tal profusión sobreentendiendo el significado. No termino de comprender qué significa la caridad en la verdad. O sí lo entiendo y no termina de gustarme, porque la expresión que está en el origen del cristianismo es la contraria: la verdad en la caridad, es decir, que la única verdad para el cristiano es el amor que se entrega hasta el extremo; lo otro es que el verdadero amor es el que nace de la verdad, pero ¿cuál verdad, la del conocimiento de lo oculto, o la de la fidelidad en la historia de los hombres hasta la entrega absoluta en la cruz de los expoliados?

P.S.: Las noticias que se tenían previas a la publicación a la encíclica, daban como nombre de la misma Veritas in Caritate.

1 comentario:

M. Gelabert dijo...

La relación entre verdad y caridad tiene muchos matices. Pero voy a quedarme con uno, en línea con tu texto. De verdad en el amor habla Ef 4,15. El amor es determinante de la verdad. Una verdad sin amor puede terminar en el fanatismo. Ya Pascal decía que la verdad sin amor es un ídolo. Saludos cordiales.

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