domingo, 9 de agosto de 2009

Balseros de la metafísica

Hace quince años, en 1994 y tras la caída del bloque soviético, se vivieron en Cuba momentos muy difíciles. La situación llegó a un punto en el que la población vivía con bastante ansiedad la crisis económica tan aguda por la que pasaba. En el marco de la lucha entre el régimen cubano y Estados Unidos se produjo la llamada "crisis de los balseros": miles de cubanos, mediante rudimentarias embarcaciones apenas servibles y realizadas con desechos, se echaron al mar para salvar la escasa distancia que les separaba del "paraíso" capitalista. Aquellos balseros huían de la ruina de un modelo de sociedad que les había dado estabilidad, pero se encaminaban hacia otro modelo igualmente amenazado de muerte, como vemos en la actualidad.
Este evento de los balseros me sirvió de imagen con la que ilustrar la situación de la filosofía en la época moderna: huyendo de un modelo inservible, se lanza en brazos de otro con poco futuro, de ahí que llamara a Inmanuel Kant y a David Hume los "balseros de la metafísica". Acaba de publicarse el artículo que recoge estas reflexiones en Estudios Filosóficos, revista de filosofía editada en Valladolid. Allí expongo mi visión de la metafísica como una necesidad humana, pero también la necesidad de modificar esa misma metafísica saliéndonos del paradigma dogmático. Esto mismo intentaron tanto Hume, el primero, como Kant, su deudor, pero ambos se quedaron todavía atascados en una visión cerrada de la humanidad y su mundo.

El problema central del hombre es el del conocimiento de sí mismo y del mundo, este conocimiento viene a ser la dimensión subjetiva complementaria de la dimensión objetiva: el problema de la verdad. Ambas dimensiones confluyen en la problemática radical y fundamental, para el hombre, de la búsqueda –otorgación, donación– de sentido en la existencia humana. El problema del fundamento –como vio Heidegger– es el problema cardinal del hombre y por ende de toda la filosofía, esto es, de toda la metafísica. Lo más probable es que la metafísica no pueda hallar nunca una definitiva respuesta a esta cuestión. Sencillamente por ser una tarea cuya raíz misma es el inacabamiento. Siempre está por hacer para cada generación y para cada hombre concreto, nadie puede escapar a esa «ciencia que se busca» y que busca la determinación de la existencia; la renuncia a la misma metafísica equivaldría a la renuncia a ser hombre.
El verdadero y único a priori en el hombre es la necesidad de la metafísica, el anhelo infinito de sentido, de comprensión, de orientación. Eso no se lo da nada de lo existente por sí mismo, sino que el hombre, los hombres, deben buscarlo para ser cabalmente hombres. Ni animales, con su mundo perfectamente estructurado de ante mano –a priori–, ni Dios, el absolutamente absoluto en sí mismo. El hombre es el ser que se busca, ahí tiene la huella de Dios marcada en sus constructos internos de forma previa a su existencia; su esencia es existir en búsqueda, un constante tender, un trascender. Eso es precisamente la metafísica: la huella de Dios en el hombre que anhela lo Absoluto.

Metafísica como facultad innata en el hombre, y metafísica como tarea a realizar para llegar a ser el que se es. Kant lo llama propedéutica o crítica, por un lado, y filosofía trascendental por otro. Hume le llama filosofía de la naturaleza humana. En el fondo ambas contienen la misma intención e intuición. Son un intento de encontrar el camino seguro para hallar el sentido de la existencia humana. Uno desembocará en el teísmo de mínimos que asegura un fundamento racional a la existencia; el otro en el teísmo moral que nos permite actuar con seguridad en nuestros actos; ambos, preocupados por el hombre concreto, apuntarán a un fundamento trascendente, pero ambos se quedarán a las puertas de una verdadera metafísica que pueda ser fundamento de una verdadera religión de la humanidad. Una religión a modo de "balsa" que nos saque de la inhumanidad reinante y ponga rumbo hacia una verdadera humanidad.

3 comentarios:

Desiderio dijo...

La verdad es que me he perdido un poco en el post. Pero me quedo con la idea del sentido. Efectivamente, no podemos buscar únicamente a Dios a partir de la facticidad, de lo físico. Sí nos quedamos tan sólo en lo existente, cabría el riesgo de reducirlo a la realidad de lo constatable. Y como sabemos, la realidad de Dios es otra cosa. Creo que debemos conjugar de algún modo nuestro acceso a Dios partiendo de la realidad del cosmos, con el acceso a Dios a partir de nuestra búsqueda de sentido, desde nuestra experiencia personal y única de Dios. Porque ya digo, si nos quedamos con el primer aspecto, reduciríamos a Dios a lo constatable. Pero si nos quedamos sólo con el segundo aspecto, podemos quedarnos en el lado de acá; creo que para que el hombre encuentre de verdad su sentido en la vida, debe dar el salto para no quedarse en lo antropológico, para no quedarse mirándose el ombligo.
Por cierto, me acabo de leer un libro de Viktor Frankl, el psicoterapeuta de "la voluntad de sentido" como sabrás, muy interesante. Se trata de "La presencia ignorada de Dios", que relaciona de una manera muy sugerente la voluntad de sentido en el hombre con el sentido de la trascendencia, que todo hombre posee aunque no sea consciente de ello.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Viktor Frankl forma parte de lo que ahora llaman mi "back ground". Su "búsqueda de sentido" tras una experiencia donde no podía haberlo es lo que he llamado en el post "metafísica", esa es la única y verdadera metafísica que puede fundamentar la verdadera humanidad del ser humano.
Te recomiendo, Desiderio, que leas de Frankl "El hombre en busca de sentido" y "Psicoanálisis y existencialismo", seguro que te ayudarán a profundizar en esa búsqueda humana y crisitiana.
Un abrazo

Desiderio dijo...

Frankl es un autor que llevo siguiendo hace ya tiempo. El primer libro que comentas ya lo leí; me pareció sencillamente brutal y digno de releer varias veces. En cuanto al segundo, lo tengo en cartera. Muchas gracias.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...