El aumento del nivel del mar ya está dejando notar sus efectos. Los monzones cada vez son más dañinos porque un leve aumento del mar multiplica los efectos devastadores del monzón y deja grandes terrenos inservibles posteriormente para la agricultura y la ganadería. Además, la población tiene que refugiarse en las tierras más elevadas, concentrando el número de habitantes, ya de por sí muy elevado, en un territorio cada vez más exiguo. Pero si grave es eso, más grave aún para ese país resulta el deshielo del Himalaya. Es una evidencia que los más viejos del lugar parecen corroborar. Hace 50 años, el las alturas no había lagos, hoy casi todo lo que eran glaciares son lagos y no se sabe cómo se comportará el terreno. Se prevé que las tierras pueden ceder y habrá grandes corrimientos que pueden afectar a un número elevado de poblaciones. De otra parte, el deshielo rápido provocará una disminución a medio plazo del agua dulce disponible, con lo que la sequía es una amenaza en una zona tradicionalmente rica en agua. Y, por si fuera poco, la gran máquina de generar divisas: el turismo de alta montaña, puede verse muy afectado. El resultado de todo esto es una gran posibilidad de hambrunas y migraciones a gran escala en unos escasos 10 años.
La cosa no es broma y este ejemplo puede multiplicarse en muchos otros lugares del planeta. ¿Por qué no ven los grandes líderes mundiales que acabar con estos problemas sería la única manera posible de acabar con una crisis que no es principalmente económica sino moral y política? Pues no lo ven porque no pueden verlo, como dice hoy el Evangelio, están sordos y ciegos y mudos. Será necesario decirles aquello de "¡Effetah!" (¡ábrete!) para que esas conciencias obtusas quedan abiertas a la realidad de un mundo que muere por no tomar las medidas necesarias que hoy la ciencia y la técnica hacen posible, pero que la incapacidad de los dirigentes para comprender posponen de manera irremediable para los pobres de este mundo. Quizá necesitemos de algún Isaías que nos recuerde que el sentido de este mundo está en la comunión con los oprimidos y con los que sufren las consecuencias perversas de orden criminal que arrebata la vida a tantos seres humanos. A esos responsables de este mundo les decimos: ¡Ay de vosotros los ricos que habéis cebado vuestros cuerpos para el día de la matanza! (Sant 5, 5)
No hay comentarios:
Publicar un comentario