Y ahora qué ha pasado. Según las declaraciones de los representantes de las asociaciones de padres, la ministra les ha convencido para no vacunar a ningún niño, sí sí, a ninguno. Lo que no nos dicen es qué ha podido tener tan poderoso efecto. ¿No será que la señora ministra ha puesto sobre la mesa las dudas más que razonables que pesan sobre una vacuna que no se ha probado todavía en nadie y que sólo Dios sabe los efectos que podría tener sobre niños sanos? ¿Acaso no ha sido eso lo que algunos no hemos dejado de decir desde hace más de seis meses y nunca se ha atendido a razones? ¿Puede ser que a las autoridades políticas, empezando por las del principal partido de la oposición que hasta hace dos días pedía una vacunación masiva, les haya entrado el miedo escénico de tener cientos de miles de niños con reacciones inesperadas? Si es así, bendito sea el miedo, ahora sí, de los (i)rresponsables políticos.
Todavía queda una cosa que no cuadra en todo este embrollo y es el absoluto silencio de los grupos farmacéuticos que están detrás de la vacuna. ¿Es que ya no existe el peligro del que nos han estado amenazando desde hace meses? ¿O han decidido ir más despacio no vaya a ser que la cosa no sea para tanto? ¿Acaso han entrado ellos también en cordura en una especie de ataque de lucidez? No, es más prosaico que todo eso. Los dueños de las farmacéuticas se portan ahora como los lechoncillos que han obtenido el nutricio alimento de su madre: callan porque están saciados. El reino de España ha contratado 330 millones de euros en vacunas; Francia el doble e Inglaterra no se sabe, porque reservaron 80 millones de dosis.
O mucho me equivoco o en breve volveremos a padecer los ruidos ensordecedores de los lechones de nuevo hambrientos. Saben que es imposible que un gobierno se niegue a hacer el gasto que sea necesario con tal de tranquilizar a la opinión pública. Si se consigue generar el suficiente estado de miedo social, los gobiernos aflojarán la billetera para soltar otra barbaridad de dinero de todos con el fin de dejar de oír a los hambrientos insaciables que andan sueltos por el mundo. Desconozco si la próxima vez será una cuestión de salud o será de seguridad o tal vez una combinación de ambas, pero lo que es seguro es que esto se repetirá de nuevo, de la misma manera que el tiburón que ha probado bocado vuelve a por su parte completa.
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