
«Mi madre era extremadamente piadosa. Me inspiró con devoción. Pero desgraciadamente me enseñó calvinismo. Mi catecismo contenía las doctrinas más sombrías de este sistema. La eternidad del castigo fue la primera gran idea que me formé. ¡Cómo me hizo estremecerme! Puesto que el fuego era una sustancia material, tenía una idea de él. No pensaba sino raramente en la felicidad del cielo porque no tenía una idea de ella. Había oído que uno pasaba allí el tiempo en una alabanza sin fin de Dios, e imaginaba que eso significaba cantar salmos como en la iglesia; y el cantar salmos no me atraía. No hubiera deseado ir al cielo si hubiera habido alguna otra forma de no ir al infierno. Imaginaba que los santos pasaban toda la eternidad en el estado mental de la gente recién salvada de una catástrofe, que se congratula de estar a salvo mientras escuchan los tristes lamentos de los condenados».
Es difícil encontrar en un solo texto tanta claridad de los terrores que propagaba aquella religión entre las conciencias. Las referencias al evangelio, si las hay, son de aquellos pasajes más oscuros y leídos con un sesgo punitivo. Lo que prima es la imaginería demoníaca y angeleológica propia de regímenes opresores y de religiones legitimadoras. Por supuesto que el cristianismo es otra cosa, pero no es esa otra cosa lo que se mostraba a los fieles. por eso creo que las religiones son las principales culpables de su degradación y del proceso secularizador moderno. No han sabido llevar el mensaje y esto es especialmente doloroso en la religión cristiana que tantas veces ha traicionado su origen. La "mala religión" es la forma más habitual de religión, por desgracia.
1 comentario:
Hay modos de presentar la fe que destruyen la esperanza. El terror del fuego infernal y la descripción del cielo como una morada de eterno aburrimiento no han contribuido precisamente a fomentar la esperanza. Y tampoco han contribuido a que se vea la relación que hay entre esperanza escatológica y tarea por transformar este mundo según el proyecto de Dios.
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