jueves, 21 de enero de 2010

El mal absoluto

Si queremos entender los tiempos en que vivimos hemos de tener presente las dos concepciones de la naturaleza humana que han pugnado a lo largo de la historia y que se resumen en la posición de Rousseau y la de Hobbes. De un lado están los que piensan que el hombre nace bueno naturalmente y es la sociedad la que lo pervierte haciendo de él un ser egoísta, interesado, hipócrita y, eventualmente, criminal. Pero el hombre es naturalmente bueno y la sociedad, si se organiza según este estado natural, puede ser igualmente perfecta, siempre que se respete un pacto entre todos, un contrato social. De otro lado se encuentran los que opinan que el ser humano es por naturaleza perverso y que debe ser la sociedad, con mano dura y fuerte látigo, la que coarte su impulso natural hacia el mal. El estado de naturaleza, según el autor de Leviatán, es la guerra de todos contra todos, donde imperaría la anarquía y la destrucción de la humanidad si se dejara a sus solos impulsos. El príncipe o gobernante, debe ejercer su fuerza e imponerla a toda costa para evitar el peor de los males.

Como hemos defendido en este espacio y como las investigaciones aquí aducidas demuestran, la bondad natural parece ser algo que está extendido en toda la naturaleza. No aceptamos la maldad, tampoco la indiferencia. Creo, con todo el sentido de esta afirmación, que la naturaleza hace bueno todo lo que alumbra, y lo creo porque la naturaleza responde a la voluntad amorosa del Dios creador de cuanto existe. Ya sé que esto no es una posición científica, ni falta que hace. Basta a mi entendimiento la fe en Jesús para saber que el Padre al que refiere su obra es Amor, de ahí infiero que el hombre ha de tener una tendencia natural hacia el bien, sin la que no llegaría a ser sino un esclavo de sus circunstancias. No sería muy difícil demostrar que el mal que muchos ejercen viene dado por las circunstancias o por la inclinación perversa de su educación y el desorden social establecido. Por poner un ejemplo tomemos Haití. Allí hemos asistido a un guión perfectamente organizado para legitimar y justificar una ocupación del país. En el acto primero se nos muestra a una muchedumbre enloquecida arrebatando la comida que se le ofrece y luchando como en una "guerra de todos contra todos" hobbesiana; en el segundo acto se nos muestra como el gobernante, USA, pone orden en el caos y limita el mal de la hambrienta jauría humana; en el acto tercero queda justificado que se ocupe un país y nadie pregunta ya quién es realmente la autoridad: la ONU. Si alguien puede cuestionar eso, como son las imágenes recogidas por los medios, se les expulsa del lugar.
Si tomamos a un grupo humano al borde de la desesperación y le permitimos tomar a su antojo lo que necesitan para vivir, no saldrá el mal que hay en el hombre, sino el simple instinto de supervivencia. El estado de máxima indigencia puede ser utilizado para extender lo que es puramente coyuntural hacia lo óntico y afirmar que el hombre es malo por naturaleza, cuando en modo alguno es así. En Haití me consta que está habiendo más solidaridad que egoísmo, y este último es derivado más de situaciones extremas y puntuales que de algo generalizado. Si nos viéramos con casos de inhumanidad en aquellas situaciones se deberían a procesos previos de deshumanización que ya se vivían en la zona, que a las consecuencias del desastre humano en que habitan.

Los que se han adueñado del mundo en los últimos dos decenios, aunque venían trabajando desde mucho antes, han impuesto su visión maniquea de la realidad, una perspectiva que entiende que el mal absoluto existe y son "los otros", musulmanes, comunistas, independentistas, grupos alternativos, etc., que pretenden oponerse a "los buenos", elegidos por la divinidad redentora que les ha otorgado un "destino manifiesto" de gobierno de la humanidad pervertida. Ante ese mal absoluto está permitido todo: mentir, secuestrar, torturar, invadir, ocupar, violar, aniquilar, manipular, conspirar , llegado el caso, provocar un holocausto masivo. Enemigos de estos iluminados son también los que opinan que el hombre es bueno y que la educación, el pacto social y la garantía de los derechos son los cauces para construir una humanidad feliz y próspera. Contra estos "ilusos" creen los iluminados, todo está permitido, hasta que lleguen al convencimiento de que no hay otro camino que la guerra infinita contra el mal. Está permitido conspirar y sabotear; está permitido aprovechar el dolor y sufrimiento de las masas para hacer ver la necesidad de la fuerza; está permitido inducir catástrofes que legitimen su estatus de garantes de la paz social.

El mal absoluto no existe, aunque muchos que se llaman cristianos y católicos lo defiendan. Si estos que así se llaman tuvieran la capacidad de analizar mínimamente lo que dicen, percibirían la contradicción entre ese pensamiento y la fe verdaderamente cristiana. Si existe el mal absoluto, no hay un Dios, sino dos: el Bueno y el Malo, causa y origen este último de ese Mal Absoluto. El único mal que acepto es el que ejercen muchos en defensa de sus propios intereses egoístas. Por seguir con Haití, el mal que allí se vive viene de lejos, de cuando la "santísima trinidad del mal": el FMI, el BM y la OMC, obligó a Haití a abrir sus mercados a los productos USA, a partir de ese momento dejó de ser un país excedentario de arroz, que podía alimentar a su población, a un país importador neto del mismo. La agricultura se hundió, los habitantes de los campos emigraron a la ciudad y se instalaron en enormes guetos de pobreza, el 47% de la población se encontró desnutrida muriendo 30.000 niños de hambre al año, y todo eso por una decisión impuesta a un pueblo que sabía cómo ganarse la vida a pesar de las dictaduras sufridas. El verdadero mal es el que ejercen las instituciones capitalistas mundiales contra los pueblos, lo demás se sigue de ahí.

*La imagen es de Hobbes, la frente y los ojos lo dicen todo de su teoría sobre el hombre y la sociedad.

2 comentarios:

Martín dijo...

Bernardo, veo que estamos coincidiendo en la reflexión y me alegro. A veces es bueno tomar un poco de distancia y ponerse a pensar. Eso de pensar, además de ser la nueva penitencia de hoy (por eso pocos la practican), es peligroso. Pero déjemos eso. Digo que me alegro de coincidir en el tema, que ambos abordamos desde perspectivas complementarias. Por supuesto, el bien es más fuerte que el mal, hay más bien que mal. Y, por supuesto, de dualismos en teologia, nada de nada. Y bajando a la bendita tierra de Haití, todos los días nos enteramos de más cosas que son resultado del egoísmo humano, por decirlo de forma suave. Pero también nos enteramos del inmenso bien que Dios está sacando de este acontecimiento "natural", hecho carne por tanta gente buena que ayuda desinteresamente. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Se nos dice que el trigo y la cizaña crecen juntos y no hay separarlos antes de tiempo. El tiempo del kairós. El mal y el bien convivirán hasta el final. San Francisco de Asís dejaba en su jardín un espacio para las "malas-hierbas". Porque trigo y cizaña crecen en el interior de cada persona. Crecer en sabiduría supone ser cada día más trigo y ser consciente de nuestra cizaña, de ir transmutándola poco a poco en trigo. Porque el exterior es reflejo de nuestro interior. El trigo y cizaña en Haití, nuestro reflejo. Un brote verde, las palabras de Mister O enfrentándose a los viejos zorros de la banca USA: si quieren guerra la tendrán. Con todos sus límites, si. Incluso a riesgo de su vida. Como se la juegan en Haití quienes son trigo por el pueblo haitiano,benditos sean. Saludos cordiales y solidarios

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...