jueves, 28 de enero de 2010

El mal de Haití

Los problemas que sufre Haití son de muy largo aliento, el aliento del dragón del capitalismo, en este caso. Lo explica muy bien Max Weber en el ya clásico La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1906): "no pertenece a la naturaleza del hombre trabajar y trabajar para tener más, sino vivir con lo que se tiene y conformarse con una vida morigerada [...], por eso el capitalista debe mantener en la pobreza al hombre porque los pueblos trabajan más cuando tienen hambre". Parecería escrito específicamente para la situación de Haití, porque ha sido una historia de un pueblo de esclavos que se ha rebelado contra su situación miserable y que fue capaz de construir el primer pueblo de esclavos libres que se gobernaron por sí mismos. Aquello no duró mucho, y entre las intervenciones extranjeras y las dictaduras inducidas, Haití vivió momentos muy truculentos a lo largo del siglo XX. Pero lo peor no fue todo eso, con ser malo, lo peor vino cuando las grandes instituciones internacionales del capitalismo, como ya hemos indicado en otro post, impusieron a Haití la liberalización de sus mercados. El lema era que el Mercado sea libre para que el mundo sea más rico. Pero este lema tenía trampa: a los países en vías de desarrollo, así los llamaban en la década de los ochenta, se les exigía abrir de par en par sus fronteras, mientras que los países desarrollados mantenían las subvenciones y aranceles para sus productos básicos, como los alimentos y el acero. De esta manera era fácil prever que la supuesta liberalización supondría un enriquecimiento de los ya ricos y un empobrecimiento aún mayor de los poco desarrollados. Se trata de hacer libre al Mercado, para esclavizar a los hombres; dar rienda suelta al dios Molok que necesita sacrificios humanos.

En este marco general de relaciones internacionales, llega a Haití la hora fatídica entre 1991 y 1994 de reducir los aranceles que imponían a la importación de productos, especialmente el arroz, la base de la alimentación hasta entonces en el país. Hay que recordar que el arroz requiere abundante agua limpia y buenas tierras de cultivo, pero si no se protege su venta, como se hacía, el arroz podría desaparecer, como así fue. El arroz y otros productos procedentes de Estados Unidos, entraron masivamente con aranceles superreducidos de casi 0%, la trampa estaba en que mientras Haití reducía aranceles, Estados Unidos subvencionaba esos mismo productos. La venta de los productos subvencionados hizo hundirse la agricultura local porque la gente suele comprar el producto más barato (ver información en el enlace). A consecuencia de este verdadero latrocinio patrocinado por las instituciones internacionales y consentido por los gobiernos golpistas corruptos, un diez por ciento de la población dejó el campo y se marchó a vivir en los suburbios de la capital, a engrosar las filas del lumpemproletariado, la marginación y la delincuencia. La agricultura haitiana pasó de cubrir las necesidades de la población a no hacerlo ni en el 10%. Las masas de empobrecido se dieron a la tala de bosques para la venta de madera a multinacionales como Ikea que se aprovecharon de la circunstancia. Los bosques pelados ya no asientan la tierra y las frecuentes lluvias acaban con la capa fértil; los ríos dejan de fluir con regularidad; las tierras de cultivo van desapareciendo; la miseria hace acto de presencia y empiezan a morir, sobre todo los niños, de hambre; hasta 30.000 al año el último lustro.
Aquellas mismas instituciones internacionales del capitalismo que habían propiciado al miseria de la población, ahora dan préstamos al gobierno corrupto para incentivar la implantación de industrias maquiladoras. Parte del dinero prestado va a parar a los bolsillos de los corruptos y otra parte a las empresas multinacionales de ropa que se instalan en Haití a gastos pagados; pero la deuda corre a cargo del pueblo haitiano, una deuda odiosa que ahora se les exige pagar. Como el pueblo vive en la miseria, las multinacionales disponen de mano de obra baratísima: gentes que trabajan largas jornadas por unos céntimos de euro. Con esto se ha cerrado el círculo de la reproducción del sistema capitalista en Haití, como dijera Weber. Es necesario empobrecer a un pueblo para que "quiera" trabajar más por menos y así enriquecer a los capitalistas.

He aquí el origen del mal en Haití: no se trata ni de mala suerte, ni de destino, ni de la voluntad de una divinidad perversa; su origen está en decisiones económicas y políticas tomadas por las instituciones internacionales que gobiernan el capitalismo. Si no abordamos esta causa primera de todos los males, lo único que haremos será, en el mejor de los casos, poner parches. Sé perfectamente que hay que ayudar al pueblo haitiano, pero si lo hacemos según los patrones del capitalismo sólo conseguiremos reproducir la miseria que había antes del terremoto. Ya se ven las intenciones del Fondo Monetario Internacional: dar más préstamos para que las maquiladoras se instalen masivamente en la isla, reconstruyendo las carreteras, fortaleciendo el aeropuerto y mejorando los servicios que estas empresas necesitan para aumentar sus ganancias.

P.S.: El nudo gordiano del problema teológico del mal no puede desatarse, hay que cortarlo de un tajo: el mal no tiene existencia óntica propia, es producido estructuralmente por aquellos que obtienen beneficios de él; los seres humanos concretos son víctimas o rehenes de ese mal generado.

6 comentarios:

Martín dijo...

Muy interesante y muy de agradecer tu análisis. Quisiera indicar un aspecto un tanto marginal al análisis, pero que toca de lleno el problema y la paradoja del capitalismo: seguramente nunca ha habido tantos alimentos como ahora en Haití, y nunca han estado tan mal repartidos o, peor aún, tan acumulados sin que lleguen a los necesitados. Ese es el problema del capitalismo: mucha acumulación, mucha riqueza, que no llega a casi nadie. Y, por cierto, todo el dinero en efectivo que se va a recaudar, eso seguro que no lo van a repartir, alguien se lo quedará todo acumulado. Es hora de empezar a preocuparse por el "después" del ahora.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

La situación de Haití es como un resumen de lo que sucede hoy día con el capitalismo. Vemos sus dos problemas básicos: el de la reproducción ampliada, que ha generado el estado previo al terremoto como cuento en el post, y el de la acumulación que tú mismo señalas, Martín, en tu comentario. Mucho temo que se cumplen mis sospechas y parte de esa ayuda acabará en el Mercado (negro) a precio de oro, sumando males a los ya habidos. La policía y las tropas se dedican a perseguir "saqueadores" que intentan dar de comer a sus familias en muchos casos. El orden prefiere que se pierdan los productos en los supermercados derruidos antes que alguien pueda beneficiarse gratuitamente. El capitalismo tiene aversión a la gratuidad, es decir, a la gracia, se trata del puro interés.

Anónimo dijo...

Sin embargo, siempre hay brotes verdes que apuntan esperanza, cuando el cambio viene del interior. Una acaudalada venezolana que vive muchos años en Haití acoge en sus tierras a 8.000 haitianos, que se organizan de forma comunitaria para su subsistencia.Cualquier momento es bueno para re-escribir la propia historia personal y colectiva, ambas profundamente imbricadas. Cierto que los déficits son del capitalismo, pero un corazón compasivo puede atravesar transversalmente la historia y transformarla. Sin compasión, no lograremos dar un giro a la historia. Ya nos lo muestra el Maestro

Anónimo dijo...

" No nos fallará" se decían los haitianos que recurrieron a la acaudalada venezolana, para acampar en sus tierras. Y no les falló. Los pobres saben dónde se halla la pobreza de espíritu que desborda en un corazón compasivo. La acaudalada venezolana en vez de abandonar Haití permanece entre sus gentes como una más, luchando por levantar Haití. Lo conseguirán

Anónimo dijo...

Profesor Bernardo :

Voy a decirle una cosa:En sus clases no hablé de la crisis , y explica más.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Estimado anónimo:
es difícil explicar más. L crisis es el contexto en el que cualquier explicación tiene sentido hoy día. A eso es a lo que se denomina "adecuación pedagógica a las circunstancias" y permite que el alumno comprenda con mayor rapidez los conceptos que se le intentan explicar. Un aprendizaje descontextualizado pierde su función y se convierte en una excusa para pasar las horas y recibir el estipendio.
Gracias por la apreciación.

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