Desde nuestra perspectiva, las características de la verdadera Iglesia son las mismas que definieron la vida de Jesús y sus discípulos conservaron en las comunidades que continuaron la obra del Maestro. Estas características se pueden resumir en dos siglas que pueden resultar jocosas pero que lo resumen a la perfección: PSOE y PCE. Es decir, Pobreza, Servicio, Oblatividad y Espiritualidad. Por otro lado: Peregrina, Caritativa y Escatológica.
La verdadera Iglesia de Cristo ha de vivir la Pobreza de Jesús, una pobreza elegida como medio para vivir al lado de los humildes y despreciados de la sociedad, esta pobreza lleva al Servicio a todos los hombres, sin exclusiones pero con una preferencia por los pobres. El servicio, especialmente a los pobres, ha de ser Oblativo en tanto que es un servicio que se hace a Dios mismo por medio de los hombres. En el fondo son los pobres los verdaderos vicarios de Cristo porque es a través del servicio a ellos como se obtiene la salvación. Pero nada de esto serviría si no se hiciera en el Espíritu de Jesús, por tanto es la Espiritualidad jesuana la que debe estar siempre presente en la verdadera Iglesia de Cristo. Una espiritualidad que supone un compromiso hasta el final con la salvación del mundo mediante la construcción del Reino de Dios.
Ahora bien, estas cuatro nuevas notas que hemos explicado se fundamentan en tres constantes que deben regir a esta Iglesia de Cristo, las que hemos resumido con las siglas PCE. Esta Iglesia de la Pobreza Servicial, Oblativa y Espiritual debe guiarse por una concepción peregrinante, su ser está en constante devenir, nunca plenamente asido sino siempre a la espera del Señor que vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos. Si se pudiera decir aplicaríamos un neologismo a esta característica sustancial de la Iglesia: su Perigrinidad. Mediante este concepto nos remitimos al ser mismo de Dios que no quiso retener ávidamente su condición divina sino que se despojó de la misma para devenir con los hombres. De la misma manera, la Iglesia debe despojarse de todos los trajes enmohecidos y aceptar su ser en devenir constante hacia el Reino de Dios.
Su ser peregrinante o perigrinidad, no tendrían ningún valor si esto no se hiciera desde la entrega absoluta y perfecta de su ser y el reconocimiento del mismo como un don inmerecido, lo que entendemos como Caridad. La Caridad no es simplemente el amor, supone la conciencia de gratuidad y la predisposición a vivir la vida desde esta conciencia. La Caridad debe informar la obra entera de la Iglesia, dejándose llevar por el soplo del Espíritu que la empuja hacia el Reino de Dios, es decir, la Caridad informa la Peregrinidad, pero lo hace de tal modo que hace del ser peregrinante eclesial y ser que mira hacia lo último, un ser Escatológico. Con esta última característica nos remitimos a lo que debe regir la acción de la Iglesia de Cristo: el acontecimiento de la Parusía del Hijo y del Juicio de este mundo. Entonces veremos con claridad qué es ser Iglesia y comprenderemos que ya nada tiene valor puesto que Dios será todo en todas las cosas y los tiempos se habrán consumado.
2 comentarios:
No hace falta recordar que, en los tratados clásicos de eclesiología, las notas que definían la verdadera Iglesia eran la unidad, la santidad, la catolicidad y la apostolicidad. Enhorabuena por esta reflexión eclesiológica, que ofrece nuevas e importantes "notas" para definir mejor a la Iglesia. La Iglesia es una realidad compleja y no es posible en pocas líneas agotarla, pero sí es posible orientar la reflexión hacia lo esencial, que es lo que tú haces. A mi entre las "Pes" me hubiera gustado encontrar a la Predicación, el anuncio del Evangelio. Evidentemente, las notas que tú indicas son una buena predicación del único al que hay que predicar: el Señor Jesús.
Mientras publican que un próximo "santo súbito" dormía desnudo en tierra, se flajelaba y utilizaba cilicios como signos de santidad,nos recuerdas con el icono de Monseñor Romero que otra santidad, otra eclesiología es posible. Monseñor Martini apoya una reciente web que actualiza el mensaje del Vat II. ¿ Volveremos a tiempos anteriores al Concilio de Jerusalem ? Por aquello de beber de las fuentes...
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