sábado, 20 de febrero de 2010

El cuerpo real de la salvación

Con ocasión de la muerte de mi abuela hice una reflexión cargada de emoción sobre el cuerpo como lugar de salvación. Allí decía que el cuerpo era el resto donde quedaba la presencia de una ausencia, la huella del ser que se ha sido y que debe ser cuidado aunque ya no nos permita la relación. Ahora que vuelvo a impartir la eclesiología he tenido que volver a reflexionar sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo. El principal escollo para entender hoy esta imagen magnífica referida a la Iglesia, estriba en el significado de las palabras. Por poner un ejemplo, el término substancia no tiene hoy la profundidad de significado que en la filosofía medieval y aún la antigua. Hoy substancia es lo que nos queda tras cocer el jamón, ayer substancia era lo que permanecía en las cosas y les daba su ser. De ahí que se hable de transustanciación para referirse al acto por el que las especies, el pan y el vino, pasan a ser cuerpo y sangre de Cristo. Ahora bien, no se trata de un acto mágico por el que unas palabras convierten el pan y el vino en cuerpo y sangre, sino que es un acto sacramental por el que el pan y el vino son el cuerpo y la sangre. No desaparece la realidad física sino que se transforma, en el lenguaje aristotélico significa que cambia la forma, no así la materia que permanece. Por eso podemos hablar con toda tranquilidad de cuerpo eucarístico real de Cristo, porque no confudimos lo real con lo meramente físico. Basta con un poco de formación filosófica para entender esto.

Ahora bien, referido a la Iglesia, la palabra cuerpo tiene un valor importante que se pierde en algunas de las explicaciones que se dan al respecto. Cuerpo no designa meramente una entidad biológica, sino que de forma directa designa una estructura orgánicamente construida. Así hablamos del "cuerpo de bomberos" y no queremos referirnos a la realidad biológica del conjunto de los bomberos, sino a que forma una unidad orgánicamente estructurada para conseguir un fin. De la misma manera hablamos del cuerpo (utilizamos mejor el étimo latino corpus) legal, para referirnos al conjunto organizado de leyes. Cuando aplicamos el término cuerpo para referirnos a la Iglesia, lo acompañamos del complemento de Cristo precisamente porque es una estructura orgánicamente construida para obtener un fin: ser la presencia temporal del cuerpo glorioso de Cristo.

Es necesario saber que no siempre se llamó a la Iglesia cuerpo místico de Cristo, sino que fue Jaime de Viterbo en 1300 el que modificó la relación terminológica entre la Iglesia y la Eucaristía. Durante el primer milenio de la Iglesia, ésta era denominada Cuerpo real (verum) de Cristo, mientras que la Eucaristía se designaba como Cuerpo místico de Cristo. A partir del segundo milenio fue cuando se cambiaron los términos y el adjetivo místico se aplicó a la Iglesia, mientras real se reservó para la Eucaristía. Esto llevó a ciertos peligros, porque identificar una sustancia concreta con la realidad de Cristo puede degenerar en una conciencia mágica que está muy lejos de lo sacramental. Aunque el cambio era comprensible, dado que la Iglesia real y visible poco se parecía al cuerpo real de Cristo, luego había de ser cuerpo místico.

La Iglesia es cuerpo de Cristo porque es la continuación temporal del cuerpo real de Cristo. En esta definición no identificamos real con físico sino que ampliamos la conceptualización a su sentido etimológico: real es lo que tiene res, cosa, substancia, permanencia. La Iglesia tiene como fin el mismo que tuvo Jesús en su vida, muerte y resurrección: la construcción del Reino de Dios hic et nunc, a cualquier coste.
*La imagen tiene algo de prefiguración del cuerpo de la salvación.

1 comentario:

Martín dijo...

La Iglesia, Cuerpo de Cristo. Y en el cuerpo todos los miembros son necesarios. Y solidarios. Un miembro no puede maltratar a otro. Todos deben cuidarse mutuamente. Todas las imágenes de la Iglesia van en esta línea: Pueblo de Dios, sacramento de salvación, templo del Espíritu, Esposa de Cristo. Debajo de todo está la comunión, la relación recíproca. Una reflexión sobre los miembros más débiles, más olvidados o menos considerados, redundaria en bien de todo el cuerpo.

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