viernes, 12 de febrero de 2010

Lo que nos hace humanos

La verdad es que no paro de darle vueltas a la cuestión de qué es exactamente lo que nos hace humanos y sin lo cual no se nos podría considerar como tales. Llevo ya algunos post escritos sobre este tema y sospecho que quedan muchos por escribir. Hay un libro de Leaky que lleva ese mismo título. Está escrito desde la antropología y aporta muchas pruebas científicas que aquello que nos hace humanos tiene más que ver con un proceso evolutivo "natural" que con una intervención "sobrenatural". Pero no me interesa ahora esa perspectiva. Después de haber visto por enésima vez La vida es bella de Benigni, me lo he planteado a partir de la escena magnífica en la que el capitán médico del campo de concentración le pide a Guido que le ayude a resolver el acertijo que un compañero suyo, veterinario en Viena, le ha enviado. Casi le pide entre sollozos que le ayude a resolver el problema, problema que no le deja dormir. Guido, sorprendido y apenado, había pensado que la insistencia del capitán médico en verle (puesto que fueron amigos antes de la guerra) sería para ayudarle a salir de allí. La verdad es que ha perdido el sentido de la realidad y se muestra insensible a la situación que tiene que ver a diario en el campo: el exterminio sistemático de seres humanos.
Tenemos dos versiones de la humano en la película. Por un lado, el padre que quiere dar a su hijo la posibilidad de vivir, no sólo conservando la vida física, sino también la espiritual. No podemos olvidar que la mitad de los supervivientes de los campos de exterminio, acabaron suicidándose en los años posteriores a la liberación, presos como estaban en sus conciencias de la experiencia traumática que habían vivido. En el fondo, la ideología nazi consiguió la victoria póstuma de Hitler: que los supervivientes se consideraran "culpables" de haber sobrevivido. Mediante el juego que le plantea al hijo consigue que no viva la reclusión como una experiencia traumática, hasta el punto de desfilar hacia el paredón ante los ojos del hijo como si de un juego militar se tratara.
La otra versión de lo humano, es la de los fascistas italianos y los nazis alemanes. En ambos casos su capacidad para sentir compasión por el otro está tamizada por su ideología. Lo vemos en el caso de la sorprendida maestra que cuenta lo inteligentes que son los niños alemanes, capaces de resolver un problema complicado de matemáticas como el que ella propone: si en Alemania hay 300.000 deficientes y cuestan al estado 4 marcos diarios, ¿cuánto se ahorraría el estado si los eliminase a todos? La sorprendida maestra no sale de su asombro ante tal capacidad matemática. También lo vemos en el caso que hemos referido del capitán médico, preocupado por resolver un acertijo simplón y sin poder percibir la realidad a su alrededor. En estos casos, es evidente que son seres vivos pertenecientes a la especie sapiens, pero no está claro que se les pueda atribuir las cualidades de lo humano.
Lo que nos hace humanos tiene más que ver con la compasión que con la razón. La razón puede ser utilizada para hacer el bien o mal, y ambos casos es un instrumento al servicio de algo previo, sea esto una ideología o unos sentimientos de misericordia. Pero la compasión que nos lleva a la misericordia, tiene su base en los procesos de empatía, puramente animales, y la empatía nace de la identificación con el otro, de ahí que lo que nos hace verdaderamente humanos a los hombres no difiere en mucho de lo que hace verdaderamente animales a los seres vivos: el proceso de identificación con lo otro. Cuando este proceso se rompe por algún problema, podemos degenerar en el autismo de origen fisiológico o moral. No sé si estamos entrando en un proceso de este tipo, dado que vivimos en un mundo donde cuatro de cada cinco seres humanos sufre carencias importantes, mientras el quinto se puede permitir desperdiciar lo que quiera.

*La imagen pertenece a la escena de la película en la que el padre desfila ante el hijo antes de ser fusilado.

2 comentarios:

Martín dijo...

No he tenido ocasión de ver las películas a las que te refieres. Hace tiempo que no veo tanto cine como me gustaría. Pero me parece que la cuestión que planteas es fundamental: ¿qué nos hace humanos? Y la respuesta que esbozas también me parece fundamental: la identificación con el otro humano. El reconocer al otro como hermano, como humano, como otro yo. Desgraciadamente esto va más allá de la teoría. La práctica demuestra que los humanos solo solemos considerar humanos, o sea, de los nuestros, a los miembros de la propia tribu, del propio grupo. Lo que nos lleva al solipsismo: no es bueno que el hombre este solo, ni solo consigo mismo, ni solo con su grupo, y casi me atrevo a decir ni solo con los humanos, lo que nos abre al estar con Dios.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con el comentario anterior de Martín. Y añado; es que la experiencia de Dios es básica y fundamentalmente otridad (no sé si existe este término)... Todavía hay quien piensa (o cree) que Dios es autoreferencial... pfff. Precisamente el Dios de Jesús de Nazaret es un Dios abyecto y que se "desentiende" de si mismo para regalarse al que tiene enfrente, a nosotros, a la humanidad.
Esta mañana les decía a mis alumnos y alumnas; la cuaresma que nos viene es un tiempo de "desierto". Yo les preguntaba qué significaba para ellos "desierto"... y me decían -entre otras cosas- que soledad. Únicamente, en la soledad del desierto, tomamos consciencia de lo inacabados que somos/estamos sin el otro.
saludos,
i

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