jueves, 1 de abril de 2010

La fe en el crisol del ateísmo

En el Triduo Pascual que hoy iniciamos, vamos a vivir la experiencia creyente y orante de Jesús de Nazaret. Lo haremos desde su conciencia de misión hasta la promesadel Espíritu, pero también desde la realidad de la noche oscura de la fe que es capaz de clamar ante el abandono. La fe, para ser madura, debe pasar por el crisol del absurdo, del sufrimiento, del sinsentido y del ateísmo. Esto último está hoy a la orden del día y no podemos eludirlo si queremos que nuestra fe no se sustente sobre una simple cerrazón mental. Uno de los que nos pueden ayudar es, paradójicamente, el gurú de los ateos hoy día: Richard Dawkins, el famoso autor de El gen egoísta. Las bases biológicas de la conducta. Su libro ha sido, no ya un bestsellers sino la biblia de los ateos militantes y unidos por todo el mundo. Pero, lejos de resultar un estrambótico y virulento crítico de las religiones, sus argumentos poseen mucho peso tanto a nivel científico como filosófico y no podemos obviarlos.

Defiende este autor que el mundo viviría mejor sin las religiones porque, dice, son las causantes de todos los males de la humanidad: de las discordias sociales, de las guerras entre culturas y tradiciones, de las represiones personales, en fin, de todo mal que deba ser tenido en cuenta. En ningún momento tiene presente que las religiones son, en la mayoría de los casos, la excusa perfecta para el conflicto y no las causantes del mismo, pero su reflexión tiene fundamento en la crítica ilustrada y contemporánea. Además, Dawkins es capaz de responder como científico que la vida se funda en sí misma y que somos el fruto de una pura casualidad biológica. El ser humano debe ser amable con sus congéneres y respetuoso con el medio en que vive, esta es su tarea y ahí se agota el ser humano. Lo demás está de sobra y basta con vivir con honestidad y coherencia. Cabría, claro está, preguntarle por qué es mejor se honesto y coherente que un simple vividor, puesto que nada hay que me impulse a ello más que a lo otro. Su respuesta sería la clásica de epicúreos y estoicos: amoldarse a lo dado y ser lo más feliz que se pueda, dadas las circunstancias.

Mi verdadero problema con Dawkins es que él no ha entendido lo que son las religiones y mucho menos el cristianismo. No digo lo que son en sentido fáctico, más bien lo deberían ser según sus propios ideales. El cristianismo no es, como ha afirmado en su blog recientemente, una religión de reprimidos "atemorizadora de mujeres, repleta de culpa, detestadora de la verdad" y otras cosas peores que no quiero reproducir. El cristianismo es el compromiso por hacer un mundo verdaderamente humano, donde todos los que nos identificamos como humanos nos amemos y vivimos en paz y justicia. Es claro que para vivir esto se necesita fe, precisamente lo que Dawkins no tiene. Aunque, en su descargo, hay que reconocerle una fe en la vida que nos da la biología, pero claro es una fe en una vida socialmente constituida. Dicho de otro modo, él cree en esta vida que a él le ha tocado vivir, si viviera la vida de un africano o de un haitiano perdería inmediatamente la fe en ella y optaría por una solución drástica, entiendo. Es fácil tener fe en la vida cuando, como es el caso de la mayoría que vivimos en países enriquecidos, se posee todo lo que se puede desear y se vive en placidez. Pero si nos tocaran lo más mínimo, como dice el satán a Dios sobre Job, veríamos cómo se tambalea nuestra fe.

El crisol del atéismo es la prueba de fuego de la fe madura. Si somos capaces de pasar por el "arroyo de fuego" entonces podremos comprender las palabras de Jesús en la cruz e ir más allá en el compromiso que se abre a la esperanza, más allá de toda esperanza. Creer no es tener seguridades, creer no es afirmar, creer es mantenerse en la vida con las precariedades de nuestro ser en expectativa amorosa; creer es amar a pesar de toda evidencia, esperar contra toda desilusión.

2 comentarios:

Martín dijo...

Creer es esperar contra toda esperanza, salir de tu tierra sin saber a dónde vas. Pero por un motivo: porque te fías de una Palabra que para tí resulta más firme que la tierra misma que estás pisando. Y otra cosa sugerida por tu reflexión: no hay ningún motivo humano o social evidente por el que yo no deba odiar en vez de amar, si esto no me reporta ninguna desventaja social y además me reporta algunas ventajas. La razón última del amor siempre es "teológica". Saludos y bendiciones en estos días.

Desiderio dijo...

Gracias por esta reflexión

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