lunes, 12 de abril de 2010

No maquillar la lucidez en almíbar

No hace mucho, un anónimo lector de este blog me daba las gracias por "no maquillar la lucidez en almíbar". Yo le pedí permiso para utilizar la expresión y no sólo me lo dio sino que me invitó a elaborar un post de enjundia. No sé si llegaré a tanto, pero estaba pensando en este asunto a propósito de las palabras de un alumno sobre esto. Quizás nos encontramos en momentos en los que se necesita una enorme lucidez, pero también se necesita una extrema dureza a la hora de exponer las reflexiones. Creo que debemos ser lúcidos para no parecer iluminados. En este río revuelto de los tiempos finiseculares quieren pescar muchos pescadores aprovechados y no podemos dejar que se nos confunda con esos tales. Recuerdo las palabras de Jesús en el capítulo 12 de Mateo, cuando sus contrincantes le acusan de expulsar demonios por ser el príncipe de ellos. Jesús, además de evidenciar la inconsistencia lógica del ataque de sus enemigos, aprovecha para poner en claro que ese es el peor de los pecados que se pueden cometer, dicho de forma sucinta: llamar mal al bien y bien al mal. Este es el pecado del mundo en que vivimos, un mundo donde el mal es tenido por el bien y viceversa. Por poner algunos ejemplos: Soros es presentado en los medios de comunicación como un filántropo que dona sumas importantes para ayudar a los marginados, cuando todos sabemos que su inmensa fortuna la ha hecho y sigue haciéndola mediante el robo legal a los distintos países en el juego inversionista de monedas. Amancio Ortega es vitoreado como el gran empresario que de la nada creó un imperio, un imperio que se sustenta sobre la explotación sangrante de las condiciones míseras de las gentes de los países empobrecidos. Por otro lado, se desprestigia constantemente a todos aquellos que intentan hacer de este mundo un lugar habitable, tachándolos de enemigos del progreso, ilusos trasnochados o profetas de calamidades.
No hay que rascar mucho en este modelo social para apreciar que la crítica de Jesús sigue vigente. El pecado contra el Espíritu se ha instalado en nuestro modelo social y no podrá ser perdonado por la sencilla razón de que quien ha caído en la confusión entre el bien y el mal, llamando a uno por otro, es incapaz de ver su pecado y por tanto salir de él. No se podrá perdonar porque no se ve el pecado.

El hombre lleno de nada, nada necesita para llenarse porque se cree ya lleno; el hombre postmoderno está atrapado en las redes del consumo solipsista y suicida; el hombre actual es el resultado del largo proceso de creación del dios-mercado: a la economía de mercado siguió la sociedad de mercado y por fin la humanidad de mercado. Todo se mide con el criterio del valor de cambio, todo, hasta el mismo ser humano y su humanidad. No cabe imaginar mayor pecado; no cabe esperar mayor esperanza ante esta situación: donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.

1 comentario:

Martín dijo...

Estoy de acuerdo en que la mayor de las habilidades del mundo, entendido en el sentido evangélico del dominio del Príncipe de este mundo, es la de presentar el mal como un gran bien. Presentar, por ejemplo, la guerra, como defensa de la paz. Por lo demás, creo que hoy no es fácil hacer de profeta. Quizás deberíamos intentar combinar el espíritu de profecia con el espíritu sapiencial, porque la condena y la denuncia profética corre el riesgo de no ser escuchada. El género sapiencial no consiste en presentar la denuncia en almibar, sino en presentar las cosas de forma que el oyente deduzca por sí mismo donde está el bien y dónde el mal. Reconozco no que no es fácil. Pero que el Reino avance nunca lo ha sido.

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