jueves, 13 de mayo de 2010

¿Y tú, qué dices?

Hagamos como Jesús a la hora de explicar esta situación que atravesamos en el mundo:

"Un padre tenía cinco hijos. El hijo mayor se permitía vivir con todo tipo de lujos, dedicado a inversiones especulativas. Después de un tiempo lo perdió todo y llegó a su padre a pedirle dinero para pagar las deudas, de lo contrario los acreedores acabarían con él. El padre tomó el dinero de los cuatro hermanos y se lo dio al mayor para que pagara sus deudas. Pero el mayor, en lugar de saldar las cuentas, siguió con sus actividades, haciendo apuestas aún mayores con el fin de recuperar lo perdido. Como el padre había dado todo el dinero de la familia al mayor, el resto de hermanos hubo de pasar distintas necesidades: uno dejó sus estudios para buscar trabajo; otro renunció a las medicinas necesarias para aliviar su enfermedad; el tercero vendió su colección de figuras del fútbol; y el último abandonó sus sueños como científico. Todos hicieron sacrificios, pero no fue suficiente. Los acreedores del mayor llegaron a casa a pedir más para pagar la deuda. El padre los convocó a todos y anunció que todos deberían hacer un esfuerzo mayor aún para poder pagar las deudas contraídas por el mayor. Hubo un cierto murmullo entre los cuatro hermanos, incluso el pequeño se atrevió a esbozar algo así como una protesta, pero el padre les recordó que todos eran hermanos y que debían ser solidarios con el mayor, metido como estaba en líos financieros".

Para acabar como Jesús deberíamos hacer la pregunta: ¿Y tú, qué dices?
Las medidas económicas anunciadas ayer por el presidente del gobierno son claramente ideológicas. Si lo que se quería era un ahorro de 15 mil millones en dos años para las arcas públicas, podría hacer de formas muy diferentes. De hecho, las medidas adoptadas son la receta del peor neoliberalismo, aquel que opina que los pobres deben recibir el merecido castigo por su ineficiencia. Son medidas injustas, insolidarias e ineficaces. Injustas porque no se les hace pagar a los culpables; insolidarias porque se hace recaer el peso del ajuste sobre los débiles; ineficaces porque de nada sirve este ahorro si los inversores siguen haciendo de las suyas. Es como intentar curar una amputación con gasas, la sangre seguirá saliendo, aunque más despacio.
Ahora todo el mundo ha olvidado que el uno de enero de 2008 se suprimió el impuesto de patrimonio que grava a las rentas altas. Esta supresión ha supuesto una pérdida acumulada a las arcas públicas en los años que van de 2008 a 2011, año final de este ajuste, de 7000 millones de euros, exactamente la mitad del dinero que ahora se pretende ahorrar. Sin esta supresión, se haría casi innecesaria la adopción de estas medidas.

Mi oposición a estas medidas no se debe al interés personal, aunque me afecte la reducción del 5% de mi salario, sino a la clamorosa injusticia y a la ineficiencia de las mismas. En breve veremos cómo se nos exige más aún. Por mi parte, estoy dispuesto a esta reducción de mi salario y a más aún, siempre que estuviera encaminada a la solidaridad con los que sufren la crisis, no a una solidaridad inversa con los ricos. En último término, me quitan a mí para dárselo a los inversores financieros, y por ahí no paso. ¿Y tú, qué dices?

6 comentarios:

Martín dijo...

Pues yo digo que el padre de la parabóla no es un buen padre y el hijo mayor no es ni siquiera hermano, es un auténtico aprovechado que, bajo capa de hermandad, roba. Hágase la pertinente aplicación y pasemos del retrato de la injusticia a la realidad. Y no digo que Dios nos pille confesados, porque esos no creen en Dios. Saludos

Anónimo dijo...

Si de verdad son hermanos y tienen que ser solidarios entre sí, el primero que está rompiendo el acuerdo es el hermano mayor, por permitir que sus hermanos pequeños sufran a costa de él. Y el padre por quitarle el pan de la boca a los demás hijos para darle al mayor un gran festín.

Pero.. ¿y si un padre tiene mayor afecto a un hijo que a otro? ¿Lo adecuado sería no mostrar diferencia de uno a otro?

Saludos.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Un buen padre es aquel que trata a cada uno de sus hijos como lo necesita, no a todos por igual, es decir, con indiferencia. El verdadero amor es distinto para cada cual. Se ama de forma diferente a cada persona, si es que se le ama de verdad. Un padre, siguiendo la metáfora de la parábola, hoy debería quitarle al hijo que tiene para que puedan comer los que no tienen.

Anónimo dijo...

¿Y si un hijo prefiere el trato que le da a su padre a su hermano? Sería envidia, la envidia es incurable, ¿no? ¿El padre no debería cambiar respecto a ninguno de sus hijos?

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Si un padre cambia su actitud con un hijo porque este tiene envidia, entra en una espiral de tipo neurótico que tiene mala salida. Sé que es muy complicado y no hay recetas para ello, pero lo correcto es amar a cada uno según lo necesita, independientemente de los celos de los hijos y de las envidias.
Los celos entre hermanos son habituales, pero mantener unaactitud de firmeza es clave para superarlos. El hijo acabará dándose cuenta que es amado por sí mismo y no en función de lo que haga o deje de hacer.

Anónimo + Anónimo 1 dijo...

¿Acaso hay envidias para Dios?
¿Acaso Dios no es nuestro padre?

La envidia es normal en cuerpo humano, pero, ¿en materia?

El padre solo es una figura solida, tras un techo obediente.
¿Pero aquella figura no debería de ser el hermano?

Que fue primero, ¿la gallina o el huevo?
¿Primero el mal o el bien?

Vale decir, ¿qué cuanto más preguntas,menos entiendes?

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