martes, 8 de junio de 2010

"A quien tiene le será dado"

"A quien tiene le será dado"
Estas palabras del Libro de la Sabiduría se hacen cada día más ciertas en aquellos que vivimos de la fe en el hombre y en la bondad esencial del mundo que nos rodea. No podemos sino admirarnos ante la grandeza de un universo que contiene la brizna más sutil de toda la creación: el ser humano. Los hombres somos la parte más débil de todo lo que existe; somos cual pluma que vaga a impulsos del viento; somos como una hoja caída de otoño, frágil e inconsútil, sometida a la tiranía de los meteoros. Sin embargo, esta caña cascada, este pabilo vacilante, tiene contenido todo el valor del universo. Cada ser humano es el resumen de toda la creación; cada niño que viene a este mundo recapitula en él el universo entero; cada persona que muere se lleva con ella a la naturaleza completa: somos, en nuestra nada inconmensurable, un microcosmos en plenitud.
Conocer a un ser humano es conocerlos a todos y conocer un alma es conocer el universo, por eso, en cada ser humano, en cada alma, está contenida la creación entera y con ella el mismo Creador. Los hombres somos relatos de Dios, decía Schillebeeckx. Es como si Dios, eternamente sentado al rededor de una hoguera no dejara de contar historias (¿Vais entendiendo?). O, en palabras de Silvio Rodríguez, es un "narrador errante". Cada uno de los hombres y mujeres que somos, venimos como de una crepitación universal del fuego del amor eterno que arde desde la misma explosión inicial. Me gusta ver el Big-bang como un fuego ante el que Dios se cuenta las miriadas de historias posibles: nosotros somos sus crepitaciones y sus anhelos. Por eso, por eso mismo, siempre veo en mis alumnos, especialmente a los más jóvenes, a los del Sagrado Corazón de Jesús (qué hermoso nombre, ¿verdad?) de Alcantarilla, como relatos especiales del Contador Universal de historias. Son relatos de Dios y son, para mí, regalos de Dios. Sus conciencias se muestran como nómadas en busca de una luz que saben que está ahí. Las chispas de sus ojos me lo demuestran y el agredecimiento se vuelve una constante acción de gracias. Gracias al Gran Contador de historias que mira fijamente el cripitar del fuego eterno de los siglos; gracias a tantos seres humanos que han ejercido la acción vicaria de la peternidad/maternidad; gracias a un mundo que ha puesto ante mí a tantos seres humanos con la altísima responsabilidad de conducirlos a la verdad de ser ellos mismos.

Ahora que se acaba el curso y que esta promoción se gradúa, me embarga cierta emoción. Con estos que ahora se marchan he aprendido a ser mejor profesor y mejor persona. Ellos me han enseñado que merece la pena arriesgar lo imposible por dar siempre un poco más de verdad y de luz en estos tiempos de tanta oscuridad. Me han enseñado que siempre hay que buscar nuevos caminos para ser nosotros mismos. Gracias a todos vosotros, los alumnos de 4º de ESO que este año os marcháis y con los que tanto he vivido como profesor. Ya sabéis que siempre seguiremos contando historias al rededor del fuego sagrado de la búsqueda eterna. Que vuestro camino sea un llevar las chispas sagradas por el mundo y esparcir cuanto habéis atesorado.
Ya sabéis que no se os echará de menos, pero no os olvidaré... Nos vemos el día del Juicio.

4 comentarios:

Martín dijo...

Te ha salido un artículo precioso. Dos cosas si me permites: una sobre los alumnos, que te enseñan tanto a tí como tú a ellos. O más. Y otra, aunque sea a contrapelo, sobre el Corazón de Jesús: para encontrar el corazón de Jesús me parece que habría que preguntarse dónde puso Jesús su corazón. Porque donde Jesús lo puso, allí habrá que ir a buscarlo. ¿Lo puso en los ancianos, en los pobres, en los limpios de corazón? Esa gente son unos buenos relatos de Dios.

Anónimo dijo...

Aunque sea escueto y apenas represente ni la mitada de lo que nos habeis dado...

www.eledendescuidado.blogspot.com

Miriam dijo...

Yo creo que si echare de menos todo esto, que bien se que dentro de unos meses ya sera aquello.
Y es que no puedo olvidar todos estos fuegos que levantamos (que pronto seran aquellos y no creas qe no voy a luchar para evitarlo), eran especiales. Nadie olvida el momento en el que deja de ser niño, para serlo un poco menos (no me atrevo a usar la palabra adulto), quiza adolescente. No podre dejarlos nunca atras, en fin, porque nos hicieron crecer. Y algo de magico y sagrado tienen.
Sacramento del fuego.
De todas maneras yo no lo apagare del todo, por si alguna vez quiere volver a reavivarse, hasta el dia del Juicio...
Un saludo.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Gracias por las intervenciones en el blog de María y Miriam. Siempre habéis demostrado una madurez poco habitual y vuestros escritos, desde hace unos años son sobresalientes. Yo he sido el verdadero privilegiado, porque además me pagan por leer vuetros trabajos y exámenes. Toda una suerte que no puede pagarse con nada.

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