viernes, 9 de julio de 2010

El balbuceo del Universo

Esta imagen que acompaña el post ha sido tomada por el telescopio que la Agencia Espacial Europea ha puesto en órbita para indagar el Universo. Su nombre es Planck, en honor al insigne científico, padre de la teoría cuántica que tanto ayudó al conocimiento del Universo y cuyo nombre también preside el mayor instituto de investigación en Europa.
Según explican los científicos, lo más interesante de esta imagen son las manchas rojas arriba y abajo porque expresan la radiación de fondo de microondas, es decir, las imágenes mismas del Universo cuando apenas tenía unos miles de años, cuando era un bebé que balbuceaba recién salido de las manos del Creador, o en términos científicos, poco después del Big-Bang. En breve, se nos dice, esas imágenes serán mucho más precisas y entonces podremos saber mucho más, casi todo, del origen del Universo. Por eso, los que amamos las ciencias del universo estamos de enhorabuena, cada vez nos queda menos para llegar a conocer el origen del Universo de forma muy precisa y poder fundar mejor nuestros conocimientos.
La radiación de microondas, el famoso "ruido de fondo", fue descubierto por casualidad por dos científicos que después recibirían el premio Nobel: Wilson y Penzias. En 1964 midieron la temperatura del Universo en unos 3º Kelvin, que es el remanente que ha quedado de la gran explosión de millones de grados de temperatura en el origen. Antiguamente se podía percibir algo de esa radiación en los televisores de hace más de dos décadas. Cuando la pantalla se quedaba con la "niebla", una pequeña parte de esa "niebla", era la radiación de fondo de microondas del Universo. Era fantástico entonces saber aquello, yo mismo pasaba horas inspeccionando aquella "niebla" por si podía percibir algo más. Era imposible, pero lo que se veía era suficiente: ahí estaba el eco de la gran explosión, el momento inicial de la Creación de todo lo existente. La verdad, aún hoy me apabulla pensar que cuando miro al cielo nocturno veo una foto de hace varios miles de años. Hoy es muy posible que parte de las estrellas que vemos estén apagadas, pero su luz sigue llegando hasta nosotros. Otras estrellas recién nacidas aún no han llegado hasta nuestros ojos y no las vemos. El Universo está en constante evolución y es una especie de álbum de recuerdos. Cuanto más lejos miremos con los grandes ojos que la ciencia pone a nuestro alcance, más atrás en el tiempo estaremos observando. Esa unión de espacio y tiempo a través de la luz es algo turbador y fabuloso. ¿No es inquietante saber que destellos de luz del nacimiento del Universo andan aún por ahí esperando a ser cazados para ser observados? Es como si alguien pudiera ver un vídeo casero grabado del nacimiento de su tatarabuelo, o como si tuviéramos imágenes de los homo habilis haciendo fuego. ¡Cuántas cosas nos depara aún la ciencia!

1 comentario:

Martín dijo...

Me alegro de que toques este tema. Yo he seguido con gran interés los datos proporcinados por el telescopio Planck. Hoy no se puede hacer teologia al margen de los datos más seguros proporcionados por la ciencia. Gracias a Dios, disponemos ya de una buena literatura en castellano, mucha traducida, que nos permite ofrecer nuevas imágenes de Dios más acordes con los datos que la ciencia nos proporciona sobre la evolución, la vida y las estructuras del cosmos.

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