viernes, 24 de septiembre de 2010

Sic semper tyrannis

Sea cierto o no que esta frase la pronunciara Bruto al hundir su daga hasta las coyunturas del alma de César, sí que es cierto que ese debería ser el fin de todos los tiranos de este mundo. El problema estriba en determinar cuáles son los tiranos y cuáles sus crímenes. Para mí es cierto que los peores tiranos de hoy día no son aquellos que lo parecen y que suelen salir como tales en los medios de comunicación. Los verdaderos tiranos y mayores criminales "visten de Prada" y cenan en la avenida 42, usan jet privado y cuidan de su salud en playas paradisíacas donde el dinero es más abundante que la arena y más negro que sus corazones de tinieblas.
Uno de los que nos ayudan a desenmascarar a los tiranos es Jean Ziegler, relator de Naciones Unidas para el hambre. El día 23 fue entrevistado en el programa Asuntos propios que dirige Toni Garrido. En la sección que presenta Vicente Romero, Ziegler (escuchar entrevista) pudo explicar cómo los tiburones de Wall Street comenten sus crímenes con toda impunidad a la luz del día; cómo, sus decisiones de inversión, matan a tantos seres humanos de hambre; porqué cuando un niño muere de hambre no sólo es una injusticia, es también un asesinato, por que ha sido premeditado por todos esos que necesitan millones para que sus jets vuelen, sus mansiones estén limpias y sus cuentas no mengüen. Todos esos criminales deberían, según Ziegler, ser sometidos a juicio sumarísimo, como los criminales nazis en Nüremberg y, digo yo, de ser declarados culpables, ajusticiados en sesión pública, como durante la revolución francesa, con mujeres haciendo calceta. Porque, igual que sus crímenes se han cometido con premeditación, alevosía y diurnidad, así debe ser su condena y ejecución. Al menos, pido yo, una ejecución simulada, para que todos puedan ver qué consecuencias tiene matar de hambre a un niño cada cinco segundos.
"En estos días inciertos donde vivir es un arte", como decían los Celtas Cortos, hay que tener más claro que nunca que se está cometiendo un crimen y que la violencia estructural contra los pobres exige una respuesta proporcional para defender la vida de tantos inocentes. Me gustaría ver a esos defensores de la vida preocupados por todos estos niños que han sido condenados a muerte en el mes de septiembre en Wall Street mediante simples decisiones de compra de acciones bursátiles y de futuros sobre los cereales. En poco tiempo veremos las consecuencias y diremos aquello de "qué puedo hacer yo". Pues al menos indignarse y como mínimo comprometerse con las decisiones que van a cambiar este modelo criminal de sociedad. No colaborar ya es deslegitimar el crimen y no participar en él, aunque sea por un día, ya sería todo un logro. Espero que cuando llegue el momento no nos pille en mala situación: que si tengo que ir a no sé dónde, que si tengo que pagar no sé qué, que si me puede pasar no sé qué otra cosa. Todo son excusas ante un mal tan grande como el que se está cometiendo. Ya no vale la simple indiferencia, hay que actuar.

*Gracias a Iñaky por estar al quite.

1 comentario:

Martín dijo...

Buena alusión la de la defensa de la vida. Hay que defenderla en todas las direcciones. Por otra parte, es posible relacionar tu texto con el Evangelio del próximo domingo: el rico Epulón y el pobre Lázaro. El rico no tiene nombre, el pobre tiene nombre. Lo contrario de lo que ocurre en la situación que tu describes: los ricos tienen nombre y los pobres no. Conviene recordar que según el texto evangélico, el pobre tiene nombre, es un ser concreto. No se mata a seres abstractos, sino a seres concretos. Gracias por tus reflexiones y por lo que sugieren.

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