miércoles, 22 de diciembre de 2010

Pasión y Deseo

Son estos días para que muchos se acerquen a algunos textos bíblicos. La mayoría lo hacen por pura casualidad, empujados por las circunstancias. Otros sí se acercan al Libro de libros con verdadero amor y con ansia de encontrar sentido, pero no son muchos los que tienen los rudimentos suficientes para acercarse a textos que fueron escritos en circunstancias tan distintas y distantes de las nuestras que, en la mayoría de las ocasiones, los convierten en verdaderos enigmas o acertijos. Es por esto que llamé a mi libro sobre Jesús Descodificando a Jesús de Nazaret. Acercarse a textos antiguos es una suerte de iniciación mistérica. Estoy convencido de que solo hay dos formas de entender los textos bíblicos. Una es mediante una cierta empatía situacional y la otra el estudio profundo de los recursos que las distintas ciencias nos ponen al alcancen. Este último es duro, arduo y laborioso, pero nos pone directamente ante la realidad que el texto vehicula; el otro se da en muy pocas circunstancias, en aquellas en las que los hombre viven la situación de opresión e injusticia que dio como respuesta los textos bíblicos.
Hay dos textos bíblicos que han resonado en mí con fuerza estos días. Se trata de Pro 14, 30 y de Cant 8, 6. El primero, del libro de los Proverbios, dice: "la pasión es la caries de los huesos". El segundo, del Cantar de los cantares, dice: "el deseo es despiadado como el sepulcro". Pasión y Deseo son dos realidades humanas que la Biblia reconoce como tales con toda tranquilidad, sabiendo que el hombre no puede sustraerse a ellas y que debe ser capaz de vivir con y desde ellas. Ambas pertenecen al núcleo más profundo del hombre y nacen de lo más hondo, pero ambas deben también ser contenidas y asumidas, no negadas o reprimidas. Es de la utilización de una y otra de donde nacen la verdadera liberación del hombre y el ansia profunda de redención. Creo que esto es lo que ha impulsado las grandes obras, como las de Dostoievsky y Tolstoi, Gide y Verlaine, o Nabokov y Auster. Pero las verdaderas grandes obras de la humanidad han nacido, no del arrebato pasional y la pulsión del deseo, sino de su reorientación hacia los demás. Sí, eso que Freud analiza de manera tan errónea en El malestar en la cultura. No se trata de reprimir, sino de surfear sobre la Pasión y el Deseo para conducir al hombre hacia sí mismo sobre las fuerzas que lo impulsan.

Pasión y Deseo nos corroen y nos empujan al abismo, pero también pueden ser los motores que nos impulsen a la liberación de la humanidad y al encuentro de un mundo justo y fraterno. Esto mismo es lo que sucede con los textos del nacimiento de Jesús en Mateo y Lucas. Son textos que impulsan al pueblo pobre y oprimido hacia la búsqueda de su liberación en el encuentro con el Dios de los pobres que se da a ellos en medio de un mundo de muerte y prevaricación. Los pobres entienden de verdad esos textos y no necesitan explicaciones porque el Padre ha querido revelar esas cosas a los humildes y ocultarlas a los poderosos. En medio de la noche oscura de la historia, una familia humilde y oprimida recibe la luz de la salvación como medio para empujar la historia hacia la justicia. La Pasión se torna una fuerza operante que Desea la venida inmediata del Reino de Dios y la Vida plena en el Amor. El Elegido serán aquel capaz de surfear el Deseo de otro mundo y la Pasión por la Justicia hasta que todos quedemos abrasados por el Amor que salva a los pobres y elimina canallas con su cañón de futuro

Para Salvador Giménez que tan bien lo ha adaptado aquí y ahora, gracias.

2 comentarios:

Martín dijo...

Pasión y deseo es lo que tiene Dios por el ser humano. Y pasión y deseo es lo que nos invita a tener hacia los seres humanos más pequeños y necesitados. Él se hizo pequeño para indicarnos el camino dónde poder encontrarle. Feliz Navidad, Bernardo, para tí y para tu familia.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Como bien dices, querido Martín, en tu blog, en estos días intentamos vivir el misterio del Dios menguante, del Dios que se hace a la medida del hombre; que mengua tanto que llega a ser un bebé. Qué gran Misterio es este, que Dios quiera hacerse tan pequeño y los hombres, muchos también de los que dicen servirle, quieran ser tan grandes.
Sigue, Martín, iluminándonos con tu enseñanza y tu ejemplo.
Que esta sea para ti y Feliz Navidad.

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