viernes, 18 de febrero de 2011

El Dios de cada uno

Leyendo el libro del catedrático de fisiología humana en la Universidad Complutense, Francisco Mora, El Dios de cada uno. Por qué la neurociencia niega la existencia de un Dios universal, he tenido la impresión de un déjà vu, pero esta vez me ha cansado la reiteración. Son muchos los científicos, así se llaman ellos, españoles que arremeten contra todo lo que pueda oler a sacristía, aunque sólo sus sensibles pituitarias sean capaces de detectar tal aroma. Es como si los largos años de clericalismo rancio que hemos padecido en este país tengan que seguir pasando factura en forma de un continuado ataque de ictericia cada vez que alguien dedicado al mundo de la ciencia se enfrenta con sus propios fantasmas personales. Y algo de esto he detectado en este libro, todo él dedicado a fundamentar la novedosa tesis de la creación de los dioses por parte de los hombres. La tesis última y primera del libro es sencilla de exponer: no existe ningún Dios universal creador de todo lo existente y sustentador de una estructura moral de premios y castigos. Los dioses son creaciones de la mente humana, tantos como hombres, para mantenerse en la búsqueda de sentido. La experiencia religiosa es, como toda experiencia humana, el fruto de la interacción de la mente con el medio natural y social.
Si la tesis deja mucho que desear, llevamos demasiados años leyendo sobre esto como para que se pueda decir algo nuevo, el modo de argumentar tampoco es muy adecuado. Capítulo a capítulo se intenta demostrar que lo que entendemos por Dios o religión o principios morales, no son sino manifestaciones de nuestro cerebro, funciones cerebrales que están ahí para que el ser humano pueda desarrollar su modo de vida, como si esto no fuese en sí mismo suficentemente importante. La neurociencia demostraría que Dios es una creación de la mente humana, así como todos y cada uno de los elementos que componen las religiones. Se trataría de ser conscientes de esta actividad creadora de la mente y así liberarnos ya de las hipotecas religiosas que nos habrían sumido en una especie de infantilismo intelectual. Si somos nosotros los creadores de nuestras ideas y estas deben medirse en función de su utilidad para la vida, es muy probable que lleguemos a la conclusión que Dios no existe y que, a lo sumo, podemos hacernos una idea de un Dios íntimo, de cada cual, que no sería sino la proyección de lo mejor de cada uno. Es decir, después de tanta ciencia hemos llegado a Feuerbach; ya sólo nos faltan Marx, Nietzsche y Freud.
Intentar negar la existencia de Dios a partir del estudio del cerebro humano es tan ingenuo como negar el movimiento de traslación terrestre a partir de la observación del orto y ocasos solares. Precisamente es al contrario, el estudio de la estructura cerebral que produce la mente y la consciencia subsiguiente debería llevar a un científico a un sano escepticismo en torno a la existencia de Dios, como así se nota en la obra de eminentes investigadores como es el caso de Iacoboni o Damasio. Creo que es cierto aquello de un poco de ciencia nos aleja de Dios, mucha nos acerca. Al autor le falta aún algo más de ciencia, de esa ciencia que ha llevado a los investigadores más reconocidos y prestigiosos a admirarse de la estructura del cerebro y de la enorme capacidad que tiene para copiar la realidad. El cerebro funciona como un espejo deforme que interactúa con el mundo externo a él, reproduciéndolo y prediciendo comportamientos adaptativos o no. El cerebro, en contacto con el resto del cuerpo y con las sensaciones, es capaz de crear una estructura no material que se sustenta en él, la mente, y que es capaz a la vez de ser consciente de su propia consciencia. Esta maravilla de la creación es el más grande logro que los millones de años de evolución han puesto en el Universo. Pues bien, a mi modo de ver, un Universo que es capaz de llegar a conocerse a sí mismo por medio de uno de sus elementos, no es un Universo ciego ni azaroso, sino que es la expresión de un plan teleológico que se ejecuta a lo largo de los eones de forma sinuosa pero sistemática. Lejos de probar la no existencia de Dios, el cerebro humano es la prueba definitiva de su necesidad a la hora de explicar este Universo. El Dios universal es, por tanto, el Dios de cada uno.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez me dijo un jesuita al que aprecio mucho, que lo importante en la cosa de la fe del Dios de Jesús de Nazaret era que nos obligaba a ser hombres "de frontera". A ser cristianos y cristianas que se mueven por esa fina línea que separa todo... Yo también tengo la sensación, mucho más a menudo de lo que me gustaría, que vivimos una nueva "querelle" entre, como bien dices, un clericalismo rancio y un laicismo imponedor. ¿Dónde nos situamos aquellos que, conviviendo con nuestras propias dudas y contradicciones, no somos ni de unos ni de otros? Yo no sé mucho de ciencia pero ¿acaso no es el misterio de lo humano algo también real y tangible? Y digo más, ¿De verdad es necesario demostrar la inexistencia de Dios para afirmar que Dios es de cada uno? Algunos ya sabíamos la unicidad en lo absoluto de Dios. Ése es, a mi entender, el diferencial del Dios de Jesús. Sólo te llama a ti y, precisamente porque todos los seres humanos somos iguales, llama a toda la humanidad.
Gracias, Bernardo, por ayudarnos a seguir en la brecha.

Martín dijo...

Pues sí, eso de las relaciones entre neurociencia, filosofía y teología, está de moda. Lo que no hay es unanimidad en torno a las distintas tesis. ¿La conciencia es sólo un problema o es también un misterio? Las diversas teorías de la conciencia son todavía meras exproximaciones. La neurociencia, ¿resolverá todas nuestras dudas? Un poco como broma me permito decir: escuchar a un científico hablar de Dios produce tanto o más morbo que escuchar a un clérigo hablar de sexo. Pero tanto uno como otro corren el riesgo de meterse en terrenos muy discutibles.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Estimado anónimo, gracias a ti y a tantos que seguís remando contra viento y marea. Estamos juntos en la briega y la mies sigue siendo mucha.

Un cordial saludo

Anónimo dijo...

en mi opinión el libro se basa en las ideas y las creaciones del hombre, y creo que en diferentes partes del libro se equivoca ya que no tiene bien definido lo que realmente dice la biblia, si no que el autor escribe el contexto de lo que el piensa lo cual esta en un grande error ya que no tiene los conocimientos NI la sabiduría para escudriñar bien estas escrituras , por otra parte cabe resaltar que por mi parte yo si creo en un dios todo poderoso y mi punto de apoyo mas valioso es que yo he visto SUS MILAGROS y MARAVILLAS y tengo bases para comprobar esto.

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