jueves, 14 de abril de 2011

Donde está tu dinero, allí está tu responsabilidad.


Desde hace tres años, como bien saben los lectores de este blog, se está produciendo un ataque especulativo sistemático contra las materias primas, especialmente contra los alimentos. Esto se debe a la necesidad de las entidades financieras de "recuperar" los millones expuestos en la burbuja de las subprime y del ladrillo. Se trata de una acción premeditada y concertada que, probablemente, partiera de la reunión del Club de bilderberg para analizar la crisis financiera. Dicho así, parece una especie de paranoia conspirativa, al menos es eso lo que los medios extienden entre la sociedad: cualquier explicación racional se torna patológica. Los medios nos dan su versión: los mercados son racionales y actúan en busca de la mejor inversión, de ahí que especulen. Nada dicen de que ha habido un proceso de ruptura del orden legal anterior que prohibía especular con alimentos y ahora hay una estrategia para enriquecerse a costa de ellos.

La ruptura del orden legal es evidente y no necesita más justificación, pero que exista una estrategia conjunta sí parece que merecería algún tipo de base sólida. Pues bien, la tenemos. Michael Masters, que durante doce años trabajó y se enriqueció trabajando en fondos de inversión. Según él, el efecto yo-yo de los precios de alimentos responde a una acción concertada para obtener grandes beneficios, mientras millones de seres humanos sufren las consecuencias mortales de esta carestía. Nada les importa, únicamente su cuenta de resultados. Para hacerlo más sangrante, utilizan una publicidad engañosa para vender los depósitos a sus clientes. Así es el caso de La Caixa (ver imagen). Su depósito 100% Natural invita a aprovechar la tendencia al alza de los precios de tres productos básicos: maíz, azúcar y café. A partir de 1.000 euros, usted puede invertir y conseguir una alta rentabilidad en poco tiempo. Por supuesto, corre el riesgo de que los precios bajen, cosa difícil, y que su rentabilidad se escasa, pero siempre será mayor que la rentabilidad media. Es una verdadera ganga que nadie puede rechazar. Podemos imaginar un inversor medio de 10.000 euros aumentando en un año un 7 o un 10%. Lo que no podemos imaginar, porque nadie establece la relación, ni el banco, ni los medios, ni los poderes públicos, son los cientos de personas que pasarán a engrosar la lista de la hambruna mundial a causa de esos 10.000 euros que han servido para aumentar la especulación.

Vivimos en una sociedad donde la responsabilidad personal se ha diluido en el entramado social y donde las decisiones personales poco o nada pueden influir en el devenir social. Lo único que honestamente podemos hacer es no participar en nada de eso. Lo honesto es retirar el dinero de las entidades que realicen o amparen estas prácticas. De lo contrario seremos cómplices, si no culpables, del crimen contra la humanidad que se está cometiendo. Aconsejo a todo el mundo que se acerque a su entidad bancaria y exija un manual de buenas prácticas inversoras, evitando aquellas que no aseguren que su dinero pueda acabar en la especulación, las armas, la industria nuclear o la financiación de transgénicos, por ejemplo. No podemos quitarnos de encima la responsabilidad metafísica que pesa sobre todos los que vivimos en este planeta, pero al menos no carguemos con la culpabilidad moral de ser coautores o partícipes de ella.

4 comentarios:

Martín dijo...

Me he preguntado muchas veces si se puede hacer algo más que un política de gestos. Puedo acercarme a mi banco y no sólo exigir un manual de buenas prácticas, sino retirar mis fondos si sospecho que el banco invierte donde no debe. ¿Hay algún banco que no lo haga? Hubo un banco, no sé si sigue haciéndolo, que publicitó fondos solidarios. Muchas entidades religiosas invirtieron en esos fondos. Perdieron dinero y poco a poco fueron retirando los restos de la inversión. Hubo una circular de la Confer invitando a sus asociados a retirar su dinero de uno de los grandes bancos españoles, el vasco para más señas, dando la razón: invertía en comercio de armas. No sé cuántos lo hicieron, pero sospecho que sirvió de poco. No hace tanto tiempo que se invitó a la ciudadanía a apagar durante cinco minutos la luz de su casa, todos al mismo tiempo. No he visto ninguna queja por parte de las empresas eléctricas. Gestos, gestos y más gestos. La vida está hecha de gestos, de sacramentos. ¿Es poco, es mucho, es suficiente, es lo que se puede hacer?

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Como apuntas, los sacramentos son un vivir ya lo que todavía no tenemos de forma plena. Estos gestos, como sacramentos, pueden ser útiles.

Desiderio dijo...

Si nos damos cuenta, parece que con cualquier cosa que hagamos somos cómplices. Ya no sólo trabajando con bancos, sino vistiendo la ropa que llevamos, incluso utilizando ordenadores como éste desde el que escribo. Cada vez más, todo lo que usamos proviene de los recursos y de la 'mano de obra barata' de los países menos desarrollados. Lo que desde luego clama al cielo es esa especulación sobre los bienes más básicos. ¿Cómo puede permanecer uno impasible considerando esas tremendas consecuencias de lo que hacen?

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Claro, Desiderio, hay grados en el mal. No es lo mismo robar que matar. En el caso tratado no sólo se roba sino que se mata, de ahí que la complicidad de este tipo sea más grave. Hay que diferenciar entre aquellas cosas en las que no podemos evitar nuestra acción y otras en las que sí. Sí podemos decidir dónde ponemos nuestro dinero, aunque no sea posible no poner el dinero en ningún sitio. Sí podemos decidir qué productos compramos, aunque no podamos decidir no comprar en absoluto.
En fin, que hay espacio para la acción moral, cosa que el capitalismo quiere negar, y hay espacio para la utopía, cosa esta que parece forcluida.

Saludos

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