domingo, 17 de abril de 2011

El amargo sabor del cacao

En las últimas semanas hemos asistido a uno de los espectáculos más obscenos que imaginar se puedan. Hemos visto, cómo se ejecuta la hegemonía de los poderosos en un mundo que se resquebraja por sus coyunturas, si es que aún le quedaban. Mientras las potencias occidentales hacían alarde de su hipocresía, justificando la guerra en Libia con la misma excusa que en Irak: la protección de civiles, a los que ellos masacran con uranio empobrecido, y la eliminación de un sanguinario dictador, amigo que fue y sigue siendo para algunos; en Costa de Marfil apoyan al líder opositor que ganó las elecciones, por supuesto libres y democráticas tras décadas de dictadura y guerra civil. En su apoyo, han tomado partido por el que tenía la legitimidad democrática, pero ha resultado ser, en realidad, que han apoyado, como siempre, a quien defendía los intereses neocoloniales de las multinacionales. Sea por el motivo que sea, lo cierto es que Gbagbo, el presidente ahora detenido, tenía intención de nacionalizar la producción de cacao del país, el 40% de la producción mundial de este preciado fruto. De llevar a cabo esta medida, habría impedido la especulación financiera internacional con este alimento y habría controlado la distribución mundial. No entramos ahora en si esto lo haría para sus propios intereses, lo que es casi seguro, lo importante es que se ha atrevido a desafiar a las multinacionales y las potencias coloniales no van a permitir que nadie ponga en riesgo ese control oligopólico del cacao.
Hemos sabido que el yerno del presidente supuestamente electo, Ouattara, había realizado hace en julio pasado una operación financiera arriesgada. Anthony Ward, que así se llama el yernísimo, compró de una tacada en el mercado de futuros el 8% de la cosecha por recolectar y el 15% de las existencias mundiales, al precio de 1.000 millones de dólares. Esta operación le podría haber salido muy mal si su suegro no gana las elecciones, pero al ganarlas los beneficios está asegurados. Se trata de esperar a que suba el precio, pero he aquí que los hados del capitalismo siempre ayudan a los que se esfuerzan y arriesgan; una guerra viene a disparar el precio del cacao y ahora sus beneficios son cuantiosos.

A parte de las circunstancias, que siempre benefician a los poderosos, lo que hemos visto es el descarado apoyo de las ex colonias a sus empresas para que sigan controlando lo que siempre fue suyo. Costa de Marfil, país que podría tener un nivel de vida semejante a Europa con la simple y pura redistribución de la riqueza del cacao, se ve sometido al destino de todos los países ricos en recursos: la desolación de la guerra y las dictaduras impuestas por occidente. Mientras hay guerra, que nunca afecta a la producción del fruto, los habitantes del país se empobrecen y se convierten en mano de obra muy barata para recoger las bayas de cacao. Los grupos en litigio, subcontratistas de las multinacionales, se endeudan para comprar armas y pagan éstas con el cacao recolectado para las empresas que les financian, así se cierra el círculo y las potencias occidentales ganan y ganan, las bolsas especulan y especulan, los gobiernos mienten y mienten, las ONG se desesperan y desesperan y los pueblos mueren y mueren. Este es el amargo sabor del cacao.

Por cierto, hoy celebramos la "triunfal" entrada de Jesús en Jerusalén. Jesús, como los profetas del Antiguo Testamento, sabe cómo enseñar con gestos. Su parodia de las entradas triunfales de los generales romanos y sus lacayos, hizo furor y todavía hoy la repetimos con la misma intención de reírnos de los poderosos. Aunque muchos no saben nada de esto y no ponen las comillas al adjetivo, con lo que pierden la fuerza crítica, ácida y cómica del asunto. Por supuesto, también significa que el verdadero y único salvador de los hombres es Jesús, no el César y sus acólitos; que el verdadero y único Rey es él que se hizo uno de tantos hasta morir en la cruz, en la cruz que el César tenía reservada para los subversivos; que el verdadero y único Señor es el que se ha humillado y se ha hecho el último y servidor de todos, no los que ocupan los lugares de honor y se hacen llamar benefactores.

*Como se ve en la imgen, los niños, en Costa de Marfil, recogen cacao para poder ganarse la vida. El precio por su trabajo suele ser de poco más de un céntimo por cada diez kilogramos de cacao. Pueden llegar a recoger unos sesenta kilos en todo el día, con lo que pueden permitirse comprar una chocolatina y un trocito de pan, un comercio muy justo, al menos pueden disfrutar de su esfuerzo comiendo chocolate.

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