miércoles, 18 de noviembre de 2015

Cui bono?

En latín existe una expresión que indica que cuando quieres establecer la responsabilidad o culpabilidad en un acontecimiento, te tienes que preguntar quien se beneficia del resultado. Cui bono? es la expresión y la pregunta que todo aquél que quiera encontrar respuestas tiene que hacerse, porque, por desgracia, los actos tiene detrás intereses, unos u otros, o muchos a la vez. Sin embargo, esta pregunta no se la hacen habitualmente el común de los mortales. En la sociedad del espectáculo, los medios de comunicación son quienes responden las preguntas aún antes de ser formuladas. Da la sensación de que las respuestas están preparadas antes de que se formulen las preguntas. O, más bien, que se lanzan respuestas para que la gente, después, se haga las preguntas que interesa. Esto mismo ha sucedido con los atentados terroristas del pasado 13 de noviembre en París. Aquella misma noche, aún antes de conocer nada con exactitud, ya teníamos las respuestas: fueron terroristas del Estado Islámico, fue un acto de guerra y hubo colaboración entre gentes de fuera y gentes de dentro de Francia. Tras estas respuestas, la gente podía hacerse libremente las preguntas. Y se las hizo: ¿por qué nos ataca el Estado Islámico, cómo han podido prepararlo y ejecutarlo, quiénes son los culpables en Francia?

Tras estas preguntas, la extrema derecha francesa no tardó en dar nuevas respuestas, que el gobierno francés vendría a corroborar con sus respuestas. Marine Le Pen lo dijo con claridad: el islamismo, se cuida de añadir radical al término, pero eso durará poco tiempo, es el culpable y los refugiados e inmigrantes, aquí añaden ilegales para curarse en salud, son los responsables. Y aquí se cierra el turno de preguntas. La población en estado de schock, atemorizada, acepta de buen grado las respuestas. Los medios de comunicación no cesan de aportar 'pruebas' que demuestran la tesis. Ahora se trata de saber qué hacer, pero esto ya fue respondido por el presidente de la república: estamos en guerra y atacaremos al Estado Islámico. Dicho y hecho, al día siguiente los cazas franceses bombardean Raqqa, una ciudad de 200 mil habitantes controlada por el ISIS. Así, sin distinción. Las informaciones confirman lo que temíamos, que la población civil de la ciudad también sufre las consecuencias y mueren inocentes que lo son en la misma medida en que lo eran los franceses asesinados en París. Con su 'acto de guerra', Francia se pone al mismo nivel que los terroristas, pues lleva el terror a una población que, en parte, sufre la opresión del ISIS y no los apoya.

Porque muchos han olvidado que todo esto empezó con la destrucción de un país, Irak, gobernado por un tirano, Sadam Hussein. Un tirano al que occidente había armado hasta los dientes para luchar contra Irán y mantener a raya a la Siria pro-soviética. Ese tirano era 'nuestro amigo', hasta que ya no nos hizo falta y prescindimos de él. Cuando los halcones del Pentágono son conscientes de que el petróleo se acaba y que tener el control de la mayor zona petrolífera del Planeta es fundamental para seguir siendo la primera potencia mundial, todo sucede en cascada. Aprovechando el 11S, que muchos consideran un atentado con bandera falsa, se lanzan a invadir Afganistán e Irak. Con esa acción se desestabiliza completamente una zona peligrosa. Al-Qaeda, creada por la CIA a finales de los 70 para luchar contra la Unión Soviética en Afganistán, empieza a actuar por su cuenta y va creando grupos yihadistas con financiación saudí y de las monarquías del Golfo. En Irak, el general Petraeus decido liquidar el ejército de Sadam y la estructura del Estado, dando el poder a grupos chiíes, tradicionales enemigos americanos, pero que les sirven para controlar a la mayoría sunní. Estos grupos actúan como escuadrones de la muerte, secuestrando, torturando y matando. Los suníes, como respuesta, crean sus propias milicias y entre ellas surge el ISIS, como una filial de Al-Qaeda. Con buena financiación y entrenamiento, dicen algunos que con tácticas similares al Mossad, el ISIS va creciendo en 2014 hasta convertirse en el principal grupo de la zona. El resto de suníes tiene dos opciones: luchar contra ellos o unirse a ellos. Ante la dejadez del gobierno títere de Irak, se unen y se forma el Estado Islámico, armado al principio por EE.UU, Alemania y Francia.

Ahora, todo el mundo dice combatir al Estado Islámico, pero lo cierto es que el senador McCain se reúne a principios de 2013 con grupos yihadistas, entre ellos el Estado Islámico, para organizar mejor la guerra contra el régimen sirio. Estos grupos, la mayoría de ellos acabará en el Estado Islámico, son entrenados, armados y protegidos por las fuerzas occidentales (hemos visto un vídeo en el que se ve un helicóptero Apache americano escoltar los toyota del ISIS https://www.youtube.com/watch?v=KFFb5E22TvE). La retorica es de guerra contra el Estado Islámico, pero la realidad es que no se hace mucho contra él. Se bombardean ciudades, no los pozos de petróleo que son su principal fuente de ingresos. Y no es porque los pozos de petróleo sean difíciles de encontrar: no se mueven y no pueden ser ocultados. La razón es que no quieren cortar sus fuentes de ingresos. Ni esa, ni los envíos de dinero de Arabia Saudí. Por tanto, sólo nos queda pensar que todo es una pantomima. Sólo cuando Rusia se ha puesto a bombardear al Estado Islámico, éste ha sufrido de verdad.

Volviendo a la pregunta inicial, Cui bono? Pues bien, parece que el resultado positivo de todo esto es que la población está más atemorizada, por tanto más sumisa, que los gobiernos tienen manos libres para aplicar reducciones de derechos civiles, que las empresas armamentísticas suben su cotización en bolsa y que los inmigrantes, los pobres y los refugiados tienen todas las de perder. ¿Quién se beneficia? Los de siempre y también los de siempre sufren las consecuencias. Los pueblos sufren, el pueblo francés y el pueblo sirio, el pueblo turco y el pueblo kurdo, el pueblo libanés y el pueblo libio. Siempre son los pueblos los que sufren, porque las bombas no discriminan, son utilizadas para crear más dolor y sufrimiento, que estimula la ira y el odio, que produce más terror. Es una cadena que hay que romper. Hay que decirlo otra vez: ¡no a la guerra! Ninguna guerra es justa, porque siempre muere la verdad en ella, porque siempre son los pueblos los que la sufren. Basta echar un vistazo a los vídeos en Siria par ver que son niños y mujeres, ancianos y enfermos, los que sufren esta violencia. Lo que se quiere ahora, tras los atentados de París, es conseguir el consentimiento tácito de la ciudadanía occidental, no sólo la francesa, para que cerremos los ojos y digamos sí a todo lo que hagan los gobiernos.

El otro día se celebró un acto por las víctimas en París y en Siria, porque todas las víctimas son iguales, y un representante político recriminó que se homenajeara a las víctimas sirias, suponiendo que aquellas eran culpables de lo sucedido. Quiero creer que sus palabras son un acto de desinformación, porque lo contrario sería una bajeza moral insoportable. Que no caigamos en esto. Las víctimas son las mismas aquí y allí. Cuantas más víctimas, más se agudiza el odio y la guerra que quieren ambos bandos. Aunque, si soy sincero, creo que aquí los dos bandos son el mismo. Hay detrás los mismos intereses que se benefician de los acontecimientos.

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