jueves, 28 de abril de 2011

La emergencia del espíritu

Según Philip Clayton, el espíritu, así en minúscula, es un producto de emergencia natural. La biología está organizada para que el espíritu surja en la naturaleza a partir de las especies sociales. El proceso sería más o menos así: del sustrato físico químico emerge un grado superior de complejidad que es la vida en tanto que capacidad de la materia para autorreplicarse. Este estrato básico es el primer peldaño hacia la consciencia. Seguidamente aparecen, por pura lógica interna de la evolución biológica, las especies que colaboran para mejor adaptarse al medio. De entre estas especies se seleccionan algunas que son capaces de crear grupos sociales y entre ellas las que generan individuos con conciencia. De aquí al ser humano es cuestión de un paso o un salto, dice Clayton, que se abona así a la teoría del salto cualitativo. Pero, ¿es esto así, es necesario un salto cualitativo para explicar la aparición de la autoconciencia? Creo que no, que un simple salto cuantitativo gradual lo explica y el propio Clayton nos da la pista para ello.

Hace unos años, los científicos J. Maynard Smith y Eörs Szathmàry, publicaron un libro magnífico en el que explican el proceso evolutivo en ocho pasos graduales. En Los ocho hitos de la evolución (Barcelona 2001) aportan las pruebas que llevan a la vida desde los orígenes hasta el hombre de la siguiente manera:

  1. El paso de moléculas libres o “replicantes” a poblaciones de “replicantes” encerradas en un mismo contenedor.
  2. Asociación de los “replicantes” en cromosomas.
  3. Cambio de composición de la molécula de la herencia, del ARN al ADN.
  4. Transición desde los organismo procariontes a los eucariontes (células con núcleo y orgánulos como las mitocóndrias).
  5. Paso de la reproducción asexual a la sexual.
  6. Transición del reino de los protistas (todos unicelulares y eucariontes) a los multicelulares.
  7. Transición de organismos solitarios a organismos coloniales que incluyen categorías de individuos no reproductores como las abejas.
  8. El paso de las sociedades de primates a las humanas.


Este último hito evolutivo es el que necesita alguna precisión ulterior. Cómo se llega desde los primates anteriores a las sociedades humanas donde el espíritu aparece en toda su extensión. Siguiendo a Michael Tomasello, del Instituto Max Planck, el hombre aparece por "sociogénesis" y esta tiene su base evolutiva en la aparición de la "teoría de la mente" en los grupos de primates anteriores. Para vivir en grupos sociales se requiere que el cerebro de cada individuo genera una idea de lo que los otros piensan, sienten y quieren, como medio de adptarse al ámbito social. Esta teoría de la mente del otro genera la percepción consciente de su existencia. Ahora bien, lo que añade ahora la investigación es que siendo anterior la teoría de la mente del otro, esta es la base sobre la que surge la teoría de la mente propia y de ser un mero individuo consciente de sus necesidades pasa a ser autoconsciente de su mismidad. Es decir, que la conciencia de ser sí mismo proviene de la conciencia del ser de los otros. La alteridad es previa evolutivamente a la mismidad. He aquí la piedra angular del edificio de la evolución biológica del espíritu. Una vez que entre los grupos sociales de primates empieza a surgir la coevolución del cerebro y el grupo, la aparición del homo sapiens sapiens, del hombre que sabe que sabe, es cuestión de tiempo. No hay nada de salto cualitativo u ontológico; ninguna intervención externa; ningún acto mágico o milagroso. Todo se produce por el desenvolvimiento del proceso evolutivo iniciado hace 13.700 m.a. tras el Big-bang.

Como vemos, hay un momento en la evolución en la que no sólo se produce una emergencia natural, sino que hay un proceso de retroalimentación entre las estructuras biológicas y las sociales y mentales. De un lado, las células se unen para formar organismos, los organismos generan una estructura para percibir el entorno y responder, el cerebro. En su máxima complejidad, el cerebro produce la mente en individuos insertos en grupos sociales. En la interacción social, la mente genera la conciencia del otro y la de sí. En último momento, la conciencia del otro y de sí producen la autoconciencia en relación con el grupo y el medio. Ahora estaríamos a las puertas del noveno hito de la evolución: la persistencia de la autoconciencia más allá de la materia. Esto es algo que en el cristianismo es cuestión de fe y que no deja de rondar las reflexiones de la humanidad desde los albores de la misma. Porque el espíritu es una realidad tan compleja que ha de tener su existencia propia. Otra cosa es el cómo.

1 comentario:

Martín dijo...

La conciencia de la alteridad es previa a la conciencia de la identidad, e incluso yo diría que es condición de conciencia de uno mismo. Me parece un principio de largo recorrido, con una buena base biológica y psiquica, pero con repercusiones a niveles relacionales y sociales. Y otra cosa: se explique como se explique la aparición del espíritu, la verdadera cuestión para el cristiano es que este espíritu humano tiene una capacidad receptiva del Espíritu de Dios. Esa sería la cuestión decisiva y esa sería la razón última del paso final al que tu apuntas.

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