Antes del fin nos dejó su testamento, que no era otro que la Resistencia. Leemos en su pacto entre derrotados de sus memorias:
"Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro.
La situación es muy grave y nos afecta a todos. Pero, aún así, hay quienes se esfuerzan por no traicionar los nobles valores. Millones de seres en el mundo sobreviven heroicamente en la miseria. Ellos son los mártires.
En los tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche. Lean las cartas que Miguel Hernández envió desde la cárcel donde finalmente encontró la muerte.
Piensen siempre en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad. A través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia, nos recuerdan que el hombre sólo cabe en la utopía.
Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido".
En La Resistencia remata lo dicho anteriormente y pone la lucidez máxima en el mundo de hoy. Nos propone el mundo postmoderno como una nueva Edad Media en la que purgar la Modernidad cansada de barbarie y la muerte, individual y colectiva, como un momento de esperanza en la verdad:
"Así como en la muerte individual ha algo que sucede en el espíritu, y que da lugar a la aceptación de la muerte, es importante que nuestra cultura termine de deshojarse. Toda conversión, como la muerte misma, tiene un paisaje, un tiempo de abandonar los rasgos del pasado y aceptar la historia como se acepta la vejez Hacernos cómplices del tiempo para que caigan los velos y se desnude la verdad simple. Si algo se les debe a los hombres es la posibilidad de que la verdad madure y se muestre una vez por entero, sin las distorsiones de la propaganda o de los oportunismo".
Ha muerto sin lujos, sin peregrinaciones, sin fastos, sin gastos. Ha muerto, pero ha quedado en todos los que le debemos parte de nuestra vida intelectual y moral. Permanece su pesimismo cargado de esperanza en el hombre y su lucidez cegada por tanta miseria de la historia. Pero la muerte de esta sociedad será su madurez y el momento decisivo para todos.
Ya se acerca el momento y algunos aún no se han preparado. El tiempo apremia, corred todos a buscar en vuestros arcones los viejos vestidos de una humanidad cargada de valores. Están ahí, lo sabemos, esperando el momento, el kairós definitivo. Ahora que otro maestro se va es el tiempo propicio.
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