sábado, 2 de abril de 2011

Sueños y pesadillas

La modernidad nació con grandes sueños de libertad para los hombres. A hombros de la Razón creyeron que sus ansias de libertad, justicia y fraternidad universales se cumplirían de forma cabal. Pero el sueño de aquella Razón produjo monstruos, como puntualmente imaginó Goya. Fueron muchos los desastres de la guerra, y muchas las barbaridades cometidas en nombre de una endiosada Razón. El sueño se tornó pesadilla para la gran mayoría de la humanidad. Basta repasar el siglo XIX en el proceso colonizador. Konrad dejó testimonio doloroso de la barbarie racional de occidente en su intento por enriquecerse con el trabajo de otros. El siglo XX, por su parte, es el testigo de cargo más importante para enjuiciar una modernidad que desarrolló en su seno el modelo económico y social del que ella era el epifenómeno ideológico: el capitalismo. La guerra de los 30 años de este siglo, 1914-1945, incluida la mal llamada civil española, será el punto de inflexión de todas las barbaridades que algunos pueden llegar a cometer por ostentar la hegemonía sobre el resto. La Razón práctica se pondrá a trabajar duramente para conseguir el exterminio racional de una parte de la población y la creación de un sistema capaz de organizar el expolio global. Lo hicieron los nazis y los fascistas, pero los vencedores no tuvieron remordimientos en utilizar esos avances científicos. Ejemplo eximio de ello es la utilización encubierta que hicieron los servicios secretos estadounidenses de la sabiduría acumulada por los torturadores nazis. Hoy es de sobra conocido que estos fueron los que entrenaron a las fuerzas de seguridad de los regímenes dictatoriales latinoamericanos impuestos por la CIA, Central de Inteligencia Asesina.

Después de 1945 hemos vivido en estado constante de guerra. La Tercera Guerra Mundial concluyó con la victoria de Occidente contra las hordas orientales soviéticas. Fue una guerra fría con muchas bajas morales en el mundo entero y con el resultado final de un mundo poscolonial donde las multinacionales generaban la riqueza mediante el expolio constante de los países subdesarrollados. Concluida esta guerra, comenzó la Cuarta Guerra Mundial, en la que estamos inmersos. Una guerra caracterizada por la ruptura de las reglas normales de lo que siempre fue una guerra. Una guerra que tiene varios escenarios. En primer lugar el mediático, porque es necesario convencer a los propios y desalentar a los ajenos; seguidamente el virtual, una guerra de desgaste que produce una irrealidad subyugante; por último, el real, donde se aniquila al enemigo, se secuestra y tortura y se intimida al mundo entero. De todos estos escenarios, el más efectivo es el que tiene efectos sobre el imaginario colectivo. Esto se consigue mediante los medios de información, controlados en general, y el ideario paradigmático del sistema, que hace creer a todos que nada puede ser cambiado, transformado, modificado.

Por fin, los sueños se han convertido en pesadillas, y las peores son aquellas que más se parecen a nuestros sueños. Soñamos en un mundo justo y solidario, pero cuando se nos propone fielmente cómo conseguirlo, no lo queremos, porque supondría modificar la realidad, realidad a la que nos hemos acostumbrado demasiado como para querer cambiarla. Soñamos con una fraternidad universal, pero cuando está al alcance de la mano sentirnos hermanos todos, entonces surgen los recelos ante el gozo del otro, siempre mejor y más intenso que el propio. Ante este miedo a los sueños, el sistema nos propone los suyos: sociedad tecnificada donde el trabajo casi ha desaparecido y lo que queda al hombre es gozar infinitamente. El modelo es el parque temático y el objetivo construir en la tierra un lugar de felicidad constante y progresiva basada en la satisfacción de necesidades cada vez más numerosas y refinadas. Pero, para lograr este sueño hay que obtener los recursos y aquí es donde viene el abrupto fin del sueño y el comienzo de la pesadilla real.

Fukushima, El Congo, Irak, Somalia, Honduras, Haití, Nigeria, Chad, Sudán, Guinea Ecuatorial, Afganistán, Pakistán, Costa de Marfil, Liberia, Sierra Leona, Uganda, Burundi, Ruanda, Chile, Argentina, Uruguay, Granada, Panamá, Vietnam, Camboya, Thailandia, Timor, Libia...
Bienvenidos al desierto de lo real.

3 comentarios:

Martín dijo...

Mi opinión es que cuando pensamos o nombramos a la razón, consciente o inconscientemente se trata de una razón adjetivada, como aparece claro en las Críticas de Kant. La cuestión entonces sería expandir una razón solidaria y, en el colmo del deseo, una razón evangélica. El evangelio es lo más racional porque es lo más humano. Y sobre lo real habría también mucho que decir: ¿cómo puede ser real lo que se apoya en la nada, en la nada del odio, de la mentira, del anti-evangelio? Aunque también el odio es muy real, es una realidad sin futuro. Mientras tanto, solo queda combatirla sin miedo, precisamente porque no tiene futuro. Saludos

Anónimo dijo...

¿....y no citas a España? Porque ahora que se ha ido el de la ceja, veremos que propone el de la barba, que ya podemos ir poniendo las nuestras a buen recaudo y buen remojo!! Quizá el tiempo de saber compartimentado va quedando atrás. Es necesario pensar sentir y actuar de manera confluyente - holística, en lenguaje trending topicc-. No podemos separar economía `politica religion, lo público y lo privado, lo masculino y lo femenino. Se trata de sumar, y de sumar para todos, para la mayoría. No para que unos pocos se lo lleven calentito y dejemos el universo hecho unos zorros. Y en esto de acuerdo con el comentario de Martín:lo máximo de lo humano: el evangelio, el mensaje de Jesus de Nazaret. Para Fukushima, El Congo, Irak, Somalia, Honduras, Haití, Nigeria, Chad, Sudán, Guinea Ecuatorial, Afganistán, Pakistán, Costa de Marfil, Liberia, Sierra Leona, Uganda, Burundi, Ruanda, Chile, Argentina, Uruguay, Granada, Panamá, Vietnam, Camboya, Thailandia, Timor, Libia...y España.Todo para todos.

Anónimo dijo...

¡ y que tengan que ser dos nonagenarios, Stephene Hessel y Jose Luis Sampedro quienes digan alto y claro a los jóvenes ¡ Indignaos!. A ver si nos sacudimos la modorra, el nihilismo conformista. El mérito es ser inconformista a los noventa, estar dispuesto a seguir hablando despues de sobrevivir a la barbarie de la sin razón nazi. ¿ Pensamiento liquido, generación ni-ni? Hacen falta testigos de la historia, como revulsivo histórico. Al menos para empezar a ventilar el ambiente. Gracias Bernardo, ya apuntas maneras de nonagenario indignado !

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