miércoles, 11 de mayo de 2011

Et hoc dicimus Deum?

Las famosas Cinco vías para la demostración de la existencia de Dios en la Summa Theologiae de Santo Tomás (I, q. 2 a.3), tienen, como coinciden los expertos, tres elementos en común. El primero es que siempre parte de los efectos que todos podemos observar en el mundo. Así lo hace desde la constatación del movimiento, de los hechos causados, de la contingencia, de la gradualidad de las perfecciones y de la acción conforme a fines. Todos estos efectos nos llevan, por pura lógica a sus causas próximas, pero no puede hacerse una regresión al infinito con ellas. Por ejemplo, ha de existir algún ser necesario que dé la explicación de la existencia de los seres contingentes. Si todo lo que existe puede no existir, hubo un momento en que nada existió y por tanto, de ser contingentes todos los seres, es decir, de ser todos los seres posibles, hoy ninguno existiría. Debe, por fuerza, existir un ser necesario que dé la existencia a los seres contingentes. Y ahora viene lo mejor de esta demostración. Los cinco caminos para demostrar la existencia de Dios, no concluyen en eso mismo, en su existencia probada, sino en el consenso universal de que esa causa es conocida por todos como Dios. En el original dice en latín, al concluir las cinco vías et hoc omnes intelligunt/ nominat/ dicunt/ dicimus Deum. Esta última expresión, dicimus, la utiliza en las dos últimas vías. Traducido sería que a esto que hemos llegado a partir de los efectos, todos lo entienden/ llaman/ dicen o decimos que es Dios. Es decir, apela al consenso universal respecto a lo que entendemos por Dios y he ahí el punto débil de este intento por demostrar la existencia de Dios. Al final, como bien lo vio Hume (ver mi La verdadera religión. El intento de Hume de naturalizar la fe), todas las pruebas a posteriori, como las vías tomasianas, se reducen al argumento a priori de San Anselmo. Dicho de otra manera, los argumentos basados supuestamente en los efectos recurren a una noción apriorística de Dios en la que todos convenimos y que no es algo naturalmente puesto en nuestro intelecto, sino que es fruto de la sociedad y cultura en que vivimos.

Hoy, ya no podemos hablar de una imagen común de Dios en todos los seres humanos, al menos no en cuanto a la concepción cristiana de Dios. El término ha sido, como explica a la perfección Thomas Ruster, falsificado. El dios que hoy está vigente es el capitalismo, es decir, la experiencia fundamental de lo real que impera hoy. Es un dios del consumo, el dinero, el poder y el dominio y no se puede entrar en diálogo con él desde posiciones cristianas. Cualquier intento de dialogar con esa imagen de dios llevará, indefectiblemente, a la perversión del Dios cristiano, al Padre de Nuestro Señor Jesucristo, ejecutado por el Imperio romano, que estableció la diferencia absoluta entre Dios y el dinero, entre él y el César. No se puede servir a dos amos. Cualquier intento por dialogar con este dios es una forma de servicio al dios imperial que somete las conciencias de los hombres.

La religión actual, el capitalismo, tiene su dios, un dios que exige el sacrificio de la humanidad en vistas al aumento del lucro y la Tasa de ganancia. Ese dios nada tiene que ver con el Dios bíblico, con aquel que se ha puesto del lado de los débiles, oprimidos y pobres. El Dios de la Biblia es el Dios de todos los seres humanos porque ama la justicia, y exige ser adorado como el único Dios de todos para proporcionar la felicidad que nace de esa justicia, de la distribución de los bienes y del amor compartido. Este Dios está en desigual combate con el dios de la religión oficial del Imperio y nosotros hemos de combatir hasta el final en esta lucha desigual.

*En la imagen el Ara pacis augustae, símbolo de la religión imperial ayer y hoy: a la paz se llega mediante la victoria y el crimen de Estado.

4 comentarios:

Martín dijo...

Estoy de acuerdo en la lectura que haces de la vías tomistas. Aunque yo no las equipararía al argumento anselmiano. Santo Tomás no pretende demostrar la existencia de Dios. Lo que hace es buscar un punto en el que el habla cristiana sobre Dios resulte comprensible dentro del contexto de la experiencia humana. Y esa sigue siendo nuestra tarea. Y, sin duda, en esta tarea hay que comenzar por denunciar lo que de ningún modo puede resultar correlato humano del Dios cristiano.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

El intento de Tomás es laudable, pero su argumentación, creo, viene a reducirse a una reflexión apriorística, aunque no sea propiamente el Argumento ontológico anselmiano.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Bernardo: un mensaje solidario con Lorca y la buena gente murciana, víctima del terremoto. " Primum vivere post filosofare..."

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Se agradece la solidaridad. Se da el caso que mi familia es de allí, aunque no me consta ningún percance. Están acostumbrados a esto, pero no en esta escala, que aunque pequeña puede ocasionar víctimas.
Gracias de nuevo.

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