Hay que explicarle a Napoleoni que eso que llama capicomunismo no es más que una de las variantes que cobra el capitalismo cuando no tiene ningún tipo de oposición. En China no existen sindicatos que defiendan los intereses de los trabajadores, no hay una legislación preparada para ello y las decisiones son tomadas por una camarilla hermética que lo decide todo sin tener en cuenta a nadie. Sí es cierto que es la última versión factible del capitalismo, pero no que sea la única opción ante la debacle del sistema capitalista que, por cierto, ya va reconociendo que la crisis que le afecta es sistémica y no cíclica, Trichet dixit. El capitalismo, diríamos remedando la Metafísica de Aristóteles, se dice de muchas maneras. Se dice como democracia liberal, se dice como fascismo y, ahora, también como comunismo. Es decir, que el sistema, la máquina de destruir el planeta, trabaja en distintos escenarios y espacios y es capaz de manejar cualquier contrariedad y convertirla en una oportunidad de negocio. De la misma manera que la Segunda Guerra Mundial fue la ocasión de integrar el capitalismo fascista dentro de los parámetros de la democracia liberal, hoy se pretende, y así lo reflejan las ideas de Napoleoni, que esta crisis puede integrar el comunismo, o eso que llaman comunismo, dentro del capitalismo. Algo así como al final de Matrix donde los hombres y la Máquina llegan a un acuerdo.
Puede que esto dé resultado, quién sabe hasta dónde puede llegar la capacidad de fagocitar del capitalismo, pero es evidente para el que lo quiera ver, que el límite del modelo es infranqueable y que la crisis es de modelo global y que no hay recambio dentro del modelo. El planeta ha llegado al límite de sus posibilidades y el grado de injusticia es tal que lo más probable es que esto acabe en una guerra sistémica. Sin embargo, hemos de recuperar la verdad del comunismo, que no está en lo que logró sino en lo que pretendió: recuperar lo común como espacio de humanidad. La naturaleza, la tecnología, el conocimiento, el arte, los recursos y los sueños son el territorio de lo común humano y a eso no debemos renunciar. Una vez que el comunismo ha muerto, y bien muerto está, hemos de decir ¡viva lo común! Si lo he de expresar en términos cristianos diría ¡viva la comunión! Porque lo que nos hace humanos es lo que nos une a unos con otros y con Dios, lo que comunicamos unos con otros, lo que poseemos en común, en común unión. En los próximos lustros este será el tema clave a tratar y construir por la humanidad, de lo contrario podemos prepararnos para lo peor.
1 comentario:
Las incidencias de las Blackberry ha dejado a medio mundo colapsado, con sensación de incomunicación. El clima es casi apocalíptico, pero al mismo tienmpo van surgiendo nuevas formas de interrelación. La energía se sigue transformando. Trigo y cizaña hasta el final. Y parece que es pronto para la recolección, aunque ganas dan de gritar: ¡¡Parusía, ya!!, y que esto pete de una vez. Visión Beatífica, ya.¡Más quisiéramos !
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