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También les ha recordado a los políticos que hasta que no se resuelva el problema de la deuda soberana, de nada servirá la recapitalización. Dicho en román, que hay que aplicar una cirugía extensiva al Estado de Bienestar de modo que no socave la estrenada norma constitucional que prima el pago de las deudas frente a cualquier otra perentoria necesidad. Más claro aún. Que hay que reducir la deuda antes de volver a endeudarse para salvar de nuevo a los bancos, teniendo presente que la deuda real de los mismos llega hasta los 2 billones, con b de Botín, sólo en España, y que de esa deuda el Estado nada más que ha convertido en déficit público una mísera décima parte y será necesario seguir limpiando balances hasta limpiar, fijar y dar esplendor al sector financiero, de modo que pueda volver a dar crédito. Porque a nadie se le ocurrirá que los bancos se dediquen a dar crédito mientras no pueden generar suficientes dividendos para sus legítimos propietarios. ¡Hasta ahí podríamos llegar! Es de desear que los haraganes de la cola del paro, los licenciosos pensionistas y los vagos con carnet de sindicato, se avengan a estas razones tan necesarias para que nuestra economía vuelva a la añorada senda del crecimiento económico, única garantía posible en el capitalismo para poder sostener los servicios públicos que durante tantos decenios nos han dejado disfrutar. Ya va siendo hora que cada uno vuelva a tomar posesión de lo suyo y los capitalistas disfruten de todo pues de ellos siempre ha sido y será y esta crisis está para demostrarlo a los mostrencos incapaces de reconocerlo.
Tras aumentar sus riquezas en los últimos veinte años de forma indecente, ahora, la clase gozante, quiere tomar las posiciones perdidas en los largos y oscuros años del Estado Social y de Derecho. Poco a poco pero sin ninguna pausa, vamos viendo cómo nos arrebatan derechos y dignidad y, lo que es peor, cómo generan un Estado a su imagen y semejanza que les proteja ante la más que previsible revuelta social que estas políticas generarán. Demasiado está aguantando la ciudadanía, pero me temo que las revueltas no devendrán rebeliones y revoluciones, sino simples algaradas reprimibles con gases, palos, perros y tortas. Ante el magro botín de la crisis, los creadores de la misma se frotan las manos, y lo hacen con impudicia.
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