viernes, 4 de noviembre de 2011

Monsanto no, caca.

No hace mucho conocimos la noticia de que los agricultores indios se suicidan como medio de pagar sus numerosos deudas contraídas con la multinacional Monsanto. El mundo según monsanto (ver el documental más abajo) se parece mucho a las películas futuristas de los años ochenta, un mundo donde todo el mundo es feliz sin apenas trabajar y donde todos los conflictos han sido reconciliados. Pero la realidad dista mucho de esto. Allí donde se han aplicado sus cultivos y sus productos, todo el mundo ha salido perdiendo, excepto Monsanto. Pero donde peor ha resultado el "experimento" es en los países empobrecidos. Allí la empresa utiliza todos sus medios de persuasión para conseguir introducirse y plantar fuertemente sus métodos. Lo primero que hace es asegurarse la fidelidad de los políticos, por medio de cuantiosas ayudas y prebendas. Acto seguido logra una legislación favorable a sus intereses y bombardea con una gran campaña de publicidad. Cuando todo está listo sólo tiene que llegar con una legión de representantes comerciales a las zonas de producción agrícola. Empieza regalando sus semillas genéticamente modificadas, sea arroz, maíz, soja o algodón. Estas semillas son publicitadas como más productivas y resistentes, tanto a las plagas como a la sequía. Los incautos campesinos, llevados por la propaganda oficial y la publicidad de la empresa, caen en la trampa y firman contratos de suministro. La empresa entrega las semillas el primer año, pero el agricultor debe comprar los fertilizantes, herbicidas y pesticidas a la compañía. Al ser organismos genéticamente modificados solo tiene utilidad una vez, es decir, la cosecha recogida no sirve para el cultivo, hay que volver a comprar a Monsanto las semillas. Aquí está el primer problema: la pérdida de la soberanía alimentaria. Si este procedimiento se extiende, Monsanto será la única empresa que poseerá las semillas de esos productos en todo el mundo.

Pero ahí no acaba la cosa. Esas semillas han sido modificadas para resistir los herbicidas y pesticidas de Monsanto, con lo que se obliga a su uso y esto lleva al endeudamiento sistemático del agricultor. Si, además vienen años malos, la bancarrota está asegurada. El agricultor se ve en una espiral de endeudamiento de la que no puede salir, salvo por una pequeña cláusula que hay en sus contratos. Monsanto se ha encargado de firmar un seguro de vida a su favor en caso de fallecimiento del agricultor, específicamente el fallecimiento por accidente laboral. La ingesta de pesticidas se considera accidente laboral. El agricultor sólo debe tomar el veneno y morir, ya está saldada la deuda y Monsanto ha cobrado el seguro. Por este procedimiento han sido decenas de miles los accidentados.

Cualquier país empobrecido es un terreno de cultivo adecuado para Monsanto. Así lo vio en Haití. Seis meses después del terremoto, Monsanto donó 475 toneladas de semillas genéticamente modificadas. Esta donación no sólo fue aplaudida por el FMI y el USAID, sino que fue apoyada y auspiciada su instalación en la isla por las autoridades locales. Ahora, año y medio después, se han agravado los problemas alimentarios. Las semillas donadas por Monsanto no producen semillas fértiles y los agricultores no pueden sembrarlas. Ahora, Haití es más dependiente de la ayuda alimentaria internacional. Cuando algunos grupos de agricultores haitianos protestaron contra la donación, la prensa internacional reaccionó airada ante el desplante de estos pobres diablos desagradecidos. Algunos, pocos, denunciaron la verdad que se esconde tras la actitud altruista de Monsanto. Pero esta empresa controla hoy día el 20% del comercio mundial de semillas y el 90% de las patentes. Pronto, si nadie lo remedia, Monsanto será dueña de los mercados internacionales de semillas y eso supondrá una catástrofe humana sin precedentes.



2 comentarios:

Martín dijo...

Si eso es como tú no cuentas, y no tengo motivos para dudar, ¿los gobiernos de los países implicados no dicen nada? Ah, es que son gobiernos corruptos. Bueno, ¿la FAO no dice nada? ¿Y las ONGs? En fin, alguien tendría que decir algo, montar una campaña. Porque si no, esto es un mundo de locos.

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Bueno, las informaciones nos llegan de ONGs, claro de algunas más implicadas en la defensa de las personas y colectivos. Lo de Monsanto ya clama al cielo y parece que nada puede hacerse. A ver si las denuncias sirvieran para, al menos, concienciar a los consumidores.

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