domingo, 18 de diciembre de 2011

Hitchens no murió ayer

1949-2001
No, Hitchens no murió ayer, o antes de ayer, ni siquiera hace una semana o un año. Hitchens murió el día en que su ateísmo le llevó a negar los valores de la humanidad y alinearse con los poderosos de este mundo. Murió en 2001, si no antes. Para ser ateo de verdad hay que hacer una apuesta mayor por la humanidad que si se es creyente, sobre todo si se cree en el Dios de vida, amor y justicia que es el que Jesús de Nazaret nos permitió experimentar en su propia vida, y por el que murió en una cruz, instrumento de tortura de los opresores de todos los tiempos.
Christopher Hitchens lleva el nombre de quien fue capaz de poner toda su vida al servicio del compromiso con los más humildes y explotados, y fue llamado a ese servicio desde la negación del dios de los poderosos,
por eso se alineó con el marxismo y la revolución, pero una vida sin compromiso real, una vida de postín entre la élite, arrastra hasta los posicionamientos ideológicos del estilo de vida despilfarrador de los ricos. Empezó a frecuentar los ambientes "desenfadados" donde las noches se colman con las burbujas del champangne y los días con el humo del último de los opios inventados para los intelectuales: el realismo. El humo y las burbujas conducen al adocenamiento de la inteligencia y a acabar, como le hubiera dicho Marx, sirviendo a la ideología de la élite. Si no se vive como se piensa, se piensa como se vive. Y eso sucedió a Hitchens, y acabó halagando las ideas de los que llenaban su bolsillo, pero para mantener cierta dignidad intelectual se aferró al ateísmo, ahora trasmutado, que se hizo más ácido e hiriente, sobre todo porque había acabado adorando al dios de los poderosos y escupiendo contra el Dios de los pobres y oprimidos.

 Su Dios no existe es el compendio de todo lo que se puede decir contra el dios falso de los poderosos, ese que anima las jornadas de Wall Street y empuja a los ejércitos estadounidenses a las conquistas por el petróleo, pero aplicado al Dios que está comprometido con la humanidad y sus grandes valores, porque si algo hay grande en el hombre es un regalo de aquel Dios capaz de hacerse nada para que el hombre pueda tener la mínima confianza en al amor y la justicia. Ese fue su crimen y ese fue, sí, su pecado: confundir el bien con el mal, llamar malo a lo bueno y bueno a lo malo. Dios no es bueno supone el colofón a este proceso. Supone cargar en el debe de Dios lo que no es sino la aplicación que los poderosos han hecho en su propio beneficio. El verdadero y único ateísmo es el que niega los valores de los poderosos, la sumisión como estrategia y la fe como coartada, pero ninguna de estas tres cosas vemos en Hitchens: se sometió a los poderosos como estrategia para ocultar su debilidad intelectual y acabó en la peor fe posible, aquella que cree que el poder, por serlo, tiene la razón. Esto le llevó a asumir los valores de lo poderosos, por eso Bush estuvo en su nacionalización como estadounidense en 2007, verdadero bautismo del poder.

No creo que podamos perdonar todo esto a Hitchens, yo al menos no puedo, pero sí puedo valorar su ingenio como escritor y que haya sido un ejemplo de lo contrario que hemos de hacer los que creemos en el Dios de la vida para combatir al dios de muerte de los poderosos. Lo único que puede salvar a Hitchens es que, en el fondo era un irónico y ni siquiera creía en su defensa del poder. Como él mismo afirmó en una entrevista antes de su defunción física: "no se ha presentado ningún argumento sobre la religión que pueda cambiar mi forma de pensar. Pero me gustan las sorpresas". Estas palabras, como la cebolla del cuento de Los hermanos Karamazov, puede suponer su redención.

1 comentario:

Martín dijo...

Por sus obras les conoceréis, mucho mejor que por su etiqueta política o religiosa. Y por nuestras obras seremos valorados y juzgados: Dios derriba del trono a lo poderosos y enaltece a los humildes, dice la protagonista secundaria del relato evangélico de este domingo. Evidentemente el protagonista principal es ese que va a nacer y será grande e hijo del Altísimo. Bien, no me desvío: Dios despide vacíos a los ricos. ¿De qué lado estamos?

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