miércoles, 18 de enero de 2012

The Civilization Crash

Acaba de publicar el blog The Oil Crash un magnífico artículo donde se deja muy claro qué es lo que está sucediendo con el modelo energético de la civilización que vivimos. No tiene desperdicio y recomiendo su lectura para hacernos una mínima idea de lo que se avecina en el futuro más cercano. No se trata ni de alarmismo ni de tremendismo: ciencia pura y dura, datos brutos, muy brutos diría yo, que nos ponen ante la necesidad inmediata de un cambio drástico y radical de modo de vida. No se trata de una opción que podemos tomar o no, se trata de la urgencia que requiere el hecho constatado de que los recursos del planeta no pueden seguir suministrando todo lo que se demanda de ellos y eso está poniendo a la naturaleza en una situación de estrés ecológico. El bioma que ha permitido que estemos aquí ha llegado a su límite y ya está diciendo ¡basta!

Artículos como el referido me producen una doble sensación. De un lado me llenan de admiración y de otro de desconcierto. Me llena de admiración conocer cómo funciona este magnífico planeta al que Locelock llamó Gaia. Es como un gran ser vivo que ha ido preparándose para albergar vida y vida inteligente. Durante millones de años los enormes océanos inertes fueron diluyendo los elementos químicos tan peligrosos que estaban disueltos en el agua. De ser una sopa altamente contaminada, el océano pasó a ser el lugar donde la vida diera comienzo. A su vez, los océanos crearon las condiciones para limpiar una atmósfera nociva y llenarla con la cantidad adecuada de oxígeno. Una vez que la atmósfera estaba equilibrada químicamente, la vida pudo dar el salto a la tierra firme y comenzar el proceso para que los seres vivos poblaran la Tierra por completo. Primero las plantas y después los animales hasta llegar a la cima de la existencia animal: los seres humanos. Pero para llegar ahí fueron necesarios más de quinientos millones de años en los cuales la Tierra fue almacenando grandes cantidades de energía fósil en sus entrañas, es decir, quitando de la atmósfera el carbono sobrante para enterrarlo en las profundidades y así permitir que los seres superiores pudieran disfrutar de un bioma equilibrado para su existencia.

Todos los procesos de formación de Gaia, lentos pero progresivos, dieron como resultado un planeta perfectamente ajustado para la existencia de un ser tan frágil como el homo sapiens, un ser que no puede soportar una oscilación térmica como la habida hace millones de años, o una tasa de CO2 como la que llenó la atmósfera en la era de producción del Carbonífero. Tampoco puede soportar el ser humano la excesiva sismicidad de otrora, cuando el calor del interior de la Tierra era tan elevado que hacía rugir demasiado a menudo sus entrañas, o cuando la fuerza gravitatoria de la luna, más cercana, sumada al sol, más potente, exprimía la lava del interior y la expulsaba a borbotones, permitiendo que la faz de la Tierra se llenara de todos los elementos indispensables para hacerla habitable. Todo aquello pasó y el hombre llegó a existir cuando se dieron las condiciones precisas, justo a tiempo.

Sin embargo, hoy, este homo sapiens, por medio de un sistema económico y social depravado, destructor y suicida, está poniendo fin a lo que la evolución geológica y biológica ha logrado tras casi cinco mil millones de años. Cada año despilfarramos el equivalente energético a 1 millón, sí, sí, 1 millón de años de vida del planeta. Para que nuestros coches no paren y nuestras fábricas sigan escupiendo mercancías, se necesita sacar del interior de la Tierra aquello que ella necesitó 1 millón de años en producir. Se calcula que ya hemos consumido más o menos la mitad de lo que se produjo durante los 200 millones de producción de energía fósil. Pero esto no es todo. Los sustitutos son inviables, pues lo único que se persigue es mantener el modelo de despilfarro sin ningún tipo de modificación. La energía eólica está limitada a la cantidad de energía total que se mueve en la atmósfera y esta no podrá nunca superar el 5% del total de energía consumida. Ninguna máquina ni ingenio humano es capaz de conseguir extraer del sol la energía que las plantas consiguen mediante la fotosíntesis y eso hace inviable más de un 10% de energía total. La opción que han tomado es convertir los alimentos en combustibles, pero eso no es más que un crimen contra la humanidad y una soberana estupidez. Como demuestra el artículo citado, aunque se utilizara el 50% de los granos y grasas vegetales par producir energía, el aprovechamiento no llega ni a cubrir el 15% de la energía necesaria hoy. Por tanto, cuando la energía fósil llegue a su mínimo, dentro de unos cincuenta años, podemos decir adiós a nuestro modelo económico, pero también a la existencia del ser humano civilizado tal y como lo conocemos. Sin energía será imposible mantener una población superior a 1.000 millones de habitantes. Será el crash de la civilización, no sólo del modelo capitalista, y eso es lo grave. 

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