viernes, 20 de abril de 2012

Los viernes, golpe de estado.

¿Recuerdan a Mauro, el tonto del pueblo que se había creído la patraña del milagro que todos los jueves sucedía en el pueblo gracias al montaje de las fuerzas vivas del mismo? Pues bien, este gobierno ya se parece a Mauro: una vez que el milagro ha fallado, allí se queda a esperar que suceda; a esperar que el milagro se produzca, como todos los jueves. En este caso se trata de un pequeño golpe de estado cada viernes, cada Consejo de Ministros. Es un golpe de estado contra el Estado social que la Constitución española reconoce y que debería ser la guía de cualquier partido político legal, sin embargo, a sabiendas de lo que se hace, con nocturnidad y alevosía, se está desmontando sistemáticamente el modelo de Estado en el que, mejor o peor, hemos vivido los últimos 30 años. Pero se está haciendo de la manera más grosera posible: a todo prisa a ver si convencemos al dios Mercado y se produce el milagro de la recuperación económica. Todos los viernes, el Consejo de Ministro, como Mauro, espera un milagro con todas las decisiones que adopta, pero el milagro no se produce, el dios Mercado se muestra más iracundo aún la semana siguiente y el gobierno debe dar otro pequeño golpe de Estado, de forma compulsiva, para aplacar al gran dios que tan malas pulgas tiene.

El dios Mercado tiene dogma que hay que cumplir de forma tajante: abrir la economía, eliminar lo público y convertir al Estado en un mero gestor de la apropiación indebida de las élites sociales. Este dogma se expresa en un modelo de acción a cumplir sin vacilación: primero se rompe el Estado social mediante la desaparición de la universalidad en el acceso a los servicios públicos, sea la sanidad o la educación, introduciendo el pago por los mismos a la vez que se facilita la labor de la empresa privada. Introducido el pago selectivo, las clases más altas y quienes se lo pueden permitir se retiran de lo público, con lo que este pierde usuarios. Esta pérdida legitimará futuras reducciones del gasto que a su vez retroalimentan la huida a lo privado. Llegados a este punto se ha conseguido una segregación radical: lo privado para quien lo pueda pagar y lo público devaluado para las clases bajas y los extranjeros.

Esta es la intención del gobierno con la sanidad y la educación, pero también con las pensiones, el seguro de desempleo y la propia seguridad del Estado. Son el siguiente paso. Veremos cómo se sigue el mismo procedimiento. En primer lugar se reducirán las pensiones, sea por vía directa o indirecta, a la vez que se priman las seguros privados y los acuerdos en empresas, como sucede en ES.UU. Acto seguido se pondrá en pie de igualdad el sistema privado y el público, provocando la polarización social y la discriminación de una parte de la sociedad con la ayuda inestimable del Estado. Lo paradójico de todo esto es que los sistemas privados sólo pueden funcionar si lo público se hace cargo de la parte no rentable. Si estos sistemas privados hubieran de cargar con el coste real, sería imposible, pero para eso está el Estado en el capitalismo, para asegurar la expropiación de lo común por parte de una minoría. Esta es la realidad, se está cometiendo un robo de los bienes comunes y dejamos que se produzca. 
Berlanga que estás en los cielos, ora pro nobis.

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