domingo, 17 de junio de 2012

El fin de occidente

Ya sé que el título es pretencioso, pero no estamos adelantando ningún acontecimiento que nadie conociera. El bueno de Nietzsche ya había vaticinado su fin, moral, hace más de un siglo. Sí, el fin de occidente se certificará el día que sea arrasado por otra civilización, seguramente oriental, pero su final espiritual ya se había producido a mediados del siglo XIX. Los grandes momentos de occidente se vivieron en la época de las revoluciones, pero también fue su canto del cisne. Desde Hegel no hay más occidente. Todo lo que han hecho los poetas desde entonces es el canto fúnebre por un ideal, por un mundo perdido definitivamente. Beethoven musicó su elegía.
Este siglo XXI está suponiendo la recapitulación de todo occidente antes del ocaso definitivo. El occiso es poliédrico, como lo fue su nacimiento. Grecia es su cuna, Roma su explendor; Iberia llevó hasta otras tierras su fuerza e Inglaterra lo extendió a todos los confines. Francia y Alemania le dieron la madurez política, filosófica y cultural; Estados Unidos amalgamó todos los elementos de la civilización y creó el mayor imperio jamás conocido. XXV siglos de historia de la humanidad centrados en una idea, un proyecto global, un intento por reducir la diversidad a la unidad y uniformidad cultural y social. El proyecto se concluyó con la caída de cualquier alternativa dentro de la mismidad occidental. Haciendo honor a su nombre, Occidente acabó matando todo lo que no se le pareciera o sometiera.

Ahora nos encontramos con una verdadera ironía de la historia: se invierte el proceso de creación de esta civilización. Primero fue lo moral y espiritual, vino luego lo económico y militar. Grecia creó una gran cultura y civilización a la que siguió la fuerza económica. Pero fue Roma la que tomó la herencia y la llevó a todo el mundo conocido. En la Modernidad serán los grandes Estados los que vivirán de la cultura y civilización griega y romana. El proceso de globalización no es sino la creación de esa cultura occidental como única posible. La base económica será el desarrollo como motor histórico y el lucro como alma de todo el proceso. El capitalismo es la esencia de Occidente, sea en su versión liberal o en la social, pero capitalismo al fin. Ahora, el capitalismo está quebrándose y acabando con todo Occidente, aunque la primer muerte ha sido la cultural y moral. Todos han sucumbido a la moral del lucro incesante, al hedonismo irreprimible del yo postmoderno que no es capaz de anhelar grandes gestas, más allá de vivir los últimos y refinados placeres de la cultura de masas. Todo ha muerto y ha llegado la hora del funeral.
Ha sido la economía la encargada de certificar la defunción. Primero Grecia, ahora España junto con Portugal, la Iberia que gestó el Occidente moderno. El siguiente paso será Francia y Alemania, dejando para el final Estados Unidos con Inglaterra. Es un proceso irreversible pues nada hay en el espíritu de la época que permita salvar esta civilización. La economía no es sino el epifenómeno que lo expresa. Las consecuencias son catastróficas, pero en nuestras manos está que caigamos en una larga y profunda nueva Edad Media (Sacristán de Lama) o que creemos de las cenizas de occidente una nueva civilización que englobe, ahora sí, a toda la humanidad. En los ciclos naturales, muerte y nacimiento van de la mano, en los espirituales también, la cuestión es saber cuánto tiempo pasará entre lo uno y lo otro.

4 comentarios:

checha dijo...

Comparto y entiendo tu desilusión, brillantemente expresada en este artículo. Las elecciones en Grecia han supuesto un nuevo varapalo a mis esperanzas,a la rebelión de un pueblo que podría haber servido de, modelo a otros, como el nuestro, insuflándonos valentía,coraje para sanear deudas y enfrentarnos en solitario a un sistema económico propio, diferente. Pero somos muchos, Bernardo, somos muchos los que anhelan un cambio radical, un renacimiento.
¡Me duele el catastrofismo, tanto como el inmovilismo!

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Qué va. Todavía me quedo corto. Esta reflexión es pura constatación de la realidad actual. El asesino Occidente muere por su propio veneno, instilado durante muchos siglos y que ahora lo hunde en la desesperación. Me alegro de que esto suceda, aunque sé que vamos a sufrir mucho, pero nada en comparación con todo el sufrimiento provocado a otros. Estoy esperanzado porque de este sufrimiento vendrá una redención que parecía imposible. No quiero restaurar el Estado de Bienestar, invención diabólica para evitar la revolución, sino avanzar decididamente hacia otro mundo (im)posible.

Anónimo dijo...

De acuerdo, con una apostilla: no se trata de una muerte natural. Nada hay en la naturaleza de las civilizaciones que imponga su muerte. No hay un ciclo establecido. En esto, no me resulta convincente mi admirado Toynbee. Si fuera así, no seríamos responsables; y lo somos. Como dices, en nuestras manos está, al menos, evitar lo peor, y quiero pensar que también somos capaces de lo mejor. Por eso mismo, será más lamentable la caída en el pozo que estamos empeñados en seguir cavando.
José David Sacristán

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Acepto la apostilla, José David, pero añado que no caigo, creo, en la falacia del capitalismo: afirmar que todo en él es "natural", nada social es natural, a no ser que la naturaleza humana sea el ser social. Aun así, todo lo que nos sucede es nuestra responsabilidad, aunque cada vez funcione más con el piloto automático hacia el abismo. Lo último es que España quiere perder el último reducto de autonomía económica, la emisión de deuda. Cuando Alemania controle también la emisión de deuda seremos una colonia en el sentido histórico del término.
Un abrazo, José David.

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