viernes, 1 de junio de 2012

Por encima de nuestras posibilidades

"Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", nos repiten sin cesar desde todas las tribunas como un mantra sagrado que sirve de explicación a todo lo sucedido en los últimos quince años. El verbo en primera del plural indistinto no discrimina entre los que se han permitido mansiones de 6 millones de euros, pensiones de 68 millones, yates de superlujo, viajes suntuarios por el mundo y coches de gama insultante; de aquellos que seguían sin llegar a final de mes, no podían comer carne dos veces a la semana, tenían vedado pensar en vacaciones y les era imposible dar a sus hijos lo necesario para una vida decente. El mantra ideológico ha servido para tapar, cual buena manta, los desmanes cometidos por el 1% de la población, apenas 500 mil personas, y culpar de ello a todos por igual. De este modo se ocluye la crítica contra el modelo de desarrollo y las posibles responsabilidades que se deberían derivar, tanto a nivel moral como legal. Por eso, lo peor no es que se desactive la crítica, sino que se introyecta la culpabilidad en aquellos que apenas pudieron disfrutar de unas migajas, a veces reducidas a la mera contemplación televisiva del lujo, pero que han sido suficientes como para generar la conciencia de culpa y desactivar cualquier intento de cambio. En boca de muchos, quizás demasiados, se escucha entonar el mea culpa, un mea culpa que se torna en victoria del modelo depredador y en causa del segundo latrocinio, el que se está llevando a cabo para pagar los desmanes de aquel 1%, verdadero culpable de todo esto.

Podríamos aceptar que una parte de la población sí se ha beneficiado efectivamente de la exuberancia irracional del capitalismo senil financierizado que padecemos, pero hay que remitirse a los datos sociológicos y económicos que pueden encontrarse tanto en el Instituto Nacional de Estadística, como en el Banco de España, el Centro Investigaciones Sociológicas o la Fundación Foessa para tener una imagen real y efectiva de lo que sucede, y no la distorsión ideológica que nos imponen los medios de comunicación controlados por, precisamente, aquellos que han provocado esto y se han beneficiado verdaderamente de la situación creada. Y esta imagen dista mucho de la autoimagen que muchos han asumido. 
El PIB español se ha triplicado desde 1996 hasta hoy, creando un aumento de riqueza descomunal en muy poco tiempo. La riqueza per capita en España ha llegado a los 23.500 euros en 2009, descendiendo en 2011 hasta 21.400. Esto significa que cada español puede vivir prácticamente en el lujo constante. Una simple multiplicación nos dice que una familia media de cuatro miembros debería disfrutar de más de 80.000 euros anuales, lo que da para vivir con exceso. Sin embargo, los datos sociológicos nos dicen otra cosa. El 25% de los españoles, en los años de vacas gordas incluso, estaba bajo el umbral de pobreza, con menos de 9.000 euros anuales. Otro 25% apenas llegaba a sobrepasar ese umbral y un 25% más estaba en niveles aceptables, sobrepasando los 12.000 euros por personal al año. Nos queda un 25% que, estos sí, vivían con suficiente holgura económica. Ahora bien, de este último grupo todavía podemos hacer una segregación, pues solo el 1% de la población española puede considerarse verdaderamente rica, con ingresos superiores al millón de euros anuales y patrimonios mil millonarios. De estos datos se deduce que no ha sido más de un 25% de la población la que de verdad ha vivido por encima de nuestras posibilidades reales, y que sigue viviendo sin que eso le afecte. Todos los indicadores nos muestran que el único mercado que no disminuye es el del lujo, es decir, el de lo prescindible. Son esos los que se han beneficiado del boom del ladrillo, de la locura del crédito y de la irracionalidad que hemos padecido.

Pero ahora, cuando todo se ha acabado, se pide a todos que colaboren en arreglar el desaguisado. Ahora, los que se han beneficiado no se ven perjudicados y además contemplan cómo la sociedad se destruye para rellenar el agujero que ellos han hollado en la economía nacional. Estos tales se están llevando esos capitales ganados mediante la especulación para ponerlos a buen recaudo en Alemania, de modo que los germanos nos acabarán rescatando con nuestro propio dinero. Mientras, los que apenas han visto pasar el tren de la abundancia tendrán que pagar las consecuencias en su sanidad, educación, pensiones y servicios sociales.

Sin embargo sí que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, las del planeta quiero decir. En los últimos quince años, en España, nos hemos comido los recursos que nuestra tierra había dispuesto para los próximos 150 años. Nuestra huella ecológica es de 3 planetas, lo que quiere decir que se necesitarían 3 planetas tierra para extender nuestro modelo de consumo a todo el globo. Esto, a pesar de que sean unos pocos los realmente beneficiados, es responsabilidad de todos, pues todos hemos consentido, y casi querido, vivir así. Paradójicamente, con cierta justicia poética, acabaremos pagando nuestro despilfarro, pero al precio de que otros sigan en ese mismo modelo. Ahora nos toca a nosotros para que los países centrales del capitalismo sigan destruyendo el planeta, por eso, la verdadera y única solución final, perdón por la expresión, es acabar con el modelo. España puede ser, ahora sí, la reserva espiritual de occidente. Podemos iniciar el difícil camino del éxodo del capitalismo suicida. Debemos salir del euro, romper las amarras con una Europa corrupta, urdir nuevas alianzas con países que buscan otros modelos y empezar un mundo alternativo. Parece difícil, pero es lo único que está dentro de nuestras posibilidades. El despilfarro contante, la contaminación del medio natural, la destrucción de los biomas y el consumo sin medida están claramente por encima de nuestras posibilidades y en las antípodas de la humanidad.



2 comentarios:

checha dijo...

Es rabia contenida la que genera escuchar de los defensores del sistema que ¡no hay dinero!,¡no se puede hacer otra cosa!,¡y aunque se recaudase el dinero de todos los abusadores, de ese 1% del que hablas, no conseguiríamos nada!.
Evidentemente, todo depende de lo que se quiera conseguir: si se trata de pagar deudas interminables que se reproducen a sí mismas en tanto permanecemos fieles a este sistema aniquilador de vida, sería imposible eliminar lo eterno con lo limitado.
Pero ¿se ha intentado siguiera comenzar por ese lógico principio, por la razón implacable que clama justicia social, que paguen los que han robado, para que sobrevivan los pobres estafados?. NO.¿Entonces como se cae en la falacia de afirmar que no habría, si nisiquiera se tiene idea de lo que suman las estafas de las que hemos sido víctimas durante muchísimos años?
Los pro-sistema encuentran facilmente estúpidas excusas justificantes de lo injustificable. Excusas "para tontos".
Hemos sido tontos, temerosos, ¿queremos seguir siéndolo?

Bernardo Pérez Andreo dijo...

Cada vez estoy más convencido que las "explicaciones" a la crisis son válidas para quien quiere creerlas, para los que quieren seguir viviendo en un modelo suicida que no lleva a ninguna parte. Lo que sucede es que la mayoría de las personas solo pueden sufrir un cambio radical mediante el sufrimiento, no la concienciación. Y el sufrimiento llegará.

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