jueves, 21 de marzo de 2013

Sincronizando primaveras

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Como en una letra de Silvio, andamos sincronizando primaveras. El invierno dura tanto, hace tanto frío, que ya andábamos ateridos, sin poder mover los huesos para avanzar, aunque fuera a la tumba y descansar por fin, lejos de tantos muertos que se creen poseedores del hálito vital y que se arrastran por los palacios y los despachos en un intento por devorar cuanto queda de vida en este puñetero mundo. 
Ha durado demasiado, casi pedíamos, como en una del oeste: "miénteme, dime que me estabas esperando". O en Almodóvar: "miénteme, dime que me quieres". Porque deambulan muchos buscando las mentiras que les permitan sostener la farsa en la que viven más cómodos. Las buscan en los medios de comunicación, y las encuentran; las buscan en algunos sectores eclesiales, y las encuentran; las buscan en sus sueños, y las encuentran. Ni tan siquiera un spot publicitario que les grita "¡despierta!", les saca del ensueño, como todo en publicidad es lo opuesto de lo que pide. Su grito es "¡duerme, imbécil!", y el imbécil duerme.
Llevo tres años, desde que la crisis-estafa empezó a hacerse crónica, intentando despertar, como el gallo en la mañana. Pero para eso hay que vigilar, como el búho en la noche. Me uno a los hermeneutas de la noche que velan el sueño de los que buscan con linternas por la mañana y allí encuentro a los que murieron en la construcción de otro mundo. Está Walter Benjamin, perseguido por los enemigos de los hombre; está Rosa Luxemburgo, arrastrada por los compinches de los asesinos; me uno a Simon Weil, unida en cuerpo y espíritu a los obreros. Con estas fuerzas se divisa mejor la batalla y encuentro los ánimos para gritar la mentira implantada, en los cerebros, en las calles, en los diarios.


El libro que publico en Herder, No podéis servir a dos amos. Crisis del mundo, crisis en la Iglesia, ha llegado justo a tiempo, cuando la primavera astronómica nos regala otra vez los aromas de azahar y los verdes tenues de los almendros desflorados. Llega cuando la primavera empieza a hervir la sangre y los deseos, empieza a empujar a unos hacia otros y los llama al amor y el compromiso. Llega cuando en la Iglesia, amada y odiada, la santa puta de los Santos Padres, la Babilonia y la Jerusalén de la Escritura, empieza a renovarse la primavera de los sesenta y los inciensos se tornan azahares, y los cuervos colibríes, con alas livianas y puras (amado Silvio scripsit). Con esta obra se sincronizan las primaveras y los deseos y los amores y los gozos de los que hemos atravesado un largo desierto, más de treinta y cinco años, de imposición del liberalismo radical (Benedictus XVI dixit), en el mundo, en la Iglesia, en los hogares, en los cerebros, en los espíritus.

Mi deseo es que este libro ayude a interpretar y comprender el mundo en quiebra y a comenzar a construir otro mundo que empieza a ser imprescindible. Tenemos que hacerlo todos, cristianos y musulmanes, judío e hindúes, budistas y ateos, incluso los indiferentes. Porque nadie puede ya dejarse perder en la indolencia. No hacer nada hoy, es ser culpable del deceso de la humanidad. Espero poder compartir esto con mucha gente que está en la brecha y que nos lleva la delantera, y con los que aun no han comenzado el camino. Que para unos sea estímulo y para otros acicate.





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