Ahora que nuestros hijos son algo mayores aprovechamos en verano para ponerlos al día en cuanto a la oferta cinematográfica, escasa y de poco nivel en general, que se ofrece aquí en Murcia. Este fin de semana fuimos a ver Monstruos University y lo cierto es que los verdaderos monstruos, como siempre ocurre, están a este lado de la pantalla. Masticar, sorber, estrujar y saltar son las acciones que más se repiten entre el público infantil y los acompañantes adultos en estas salas, por lo general incómodas y poco apropiadas para ver cine con un mínimo de dignidad. Sin embargo, la asistencia a estos eventos, como siempre, permite hacerse un mejor idea de por dónde van los tiros en el mundo cultural y, de paso, obtener algunas conclusiones y establecer relaciones entre distintos ámbitos. La película, floja y previsible, como la mayoría de las actuales películas infantiles, da para analizar ciertas semejanzas entre lo que nos muestra la secuela de la factoría Disney-Pixar y la tendencia que nuestros querido ministro de Educación quiere imprimirle a la educación superior en España. Mientras veía el bodrio me hacía algunas reflexiones que quiero compartir en este espacio; reflexiones que tienen que ver tanto con las propuestas educativas de la LOMCE como la situación en la que está quedando nuestra querida Universidad de Murcia, cenicienta abandonada, Cosette miserable dejada de la mano del gobierno de la Región.
El film de Pixar es de gran factura visual, lo único salvable, que nos presenta la idea que de las instituciones docentes tienen en el país representante del modelo neoliberal que impera. La universidad no es un lugar para formar ciudadanos adultos que generen un cambio social de modo que la sociedad sea cada vez más un reflejo de un proyecto social. La universidad es el órgano de reproducción del modelo imperante. En primer lugar, solo los que disponen de recursos pueden acceder a la universidad. En segundo lugar, los alumnos brillantes entre los no pudientes son becados como medio para aprovechar el talento y dar una imagen de equidad social. En tercer lugar, la educación tiene una orientación netamente laboral: está destinada a satisfacer las necesidades de las empresas. Es normal que así sea, pues las universidades son instituciones privadas, con ánimo de lucro y financiadas con recursos privados que determinan qué y cómo hay que organizar los estudios universitarios. Es imposible, por tanto, que la universidad en el modelo americano pueda ser una palanca de cambio social, de ahí que el lema del 68 fuera "abandonad la universidad". La universidad, así entendida, no forma ciudadanos, los conforma según el modelo. Esto es lo que el modelo europeo había evitado, especialmente el español, durante los últimos cuarenta años. La universidad ha sido un instrumento de democratización y redistribución social.
En España hemos conseguido tener una población universitaria muy amplia, lo que ha redundado en tener una de los mejores capitales humanos de la Unión Europea, capital que se disputan tanto Alemania como Estados Unidos. Al fin y al cabo es dinero que se ahorran y que nosotros hemos invertido en formación. Pero este modelo resulta ahora incómodo. La tendencia política actual es hacer de la universidad un medio para la segregación social, poniendo los recursos públicos en manos de los intereses de las empresas privadas. La LOMCE tiene esta nada oculta tendencia: mercantilizar la educación y redistribuir los recursos, pero hacia los intereses privados. Para conseguir esto se propone restringir la financiación de las universidades públicas, impedir la reproducción del modelo funcionarial, eliminando la reposición de docentes, y obligar a las universidades a buscar financiación privada, sometiéndose a sus criterios. De otro lado, se elevan las tasas, se limitan las becas y se transforma el fin redistributivo que había sido el gran logro hasta hoy. Con todo esto, la universidad pública tiene los lustros contados. A más tardar, en 2020 serán universidades de baja calidad para estudiantes que no puedan permitirse una universidad privada.
Si esto fuera todo tendríamos motivos para la rabia, pero es que los hay también para la ira (la santa ira diría yo), pues a la vez que se restringe la financiación a las universidades privadas, se dan todo tipo de ayudas y prebendas a las privadas, al menos en esta bendita región murciana. Lo hemos visto en temas tales como los permisos para ofrecer titulaciones, donde los alumnos no son seleccionados por nota, sino que lo son por billetera; lo hemos visto en las distintas subvenciones obtenidas por supuestos servicios prestados; y lo vemos cuando con dinero de todos se financian servicios particulares de alguna universidad privada. En los últimos cinco años se ha dado el oro y el moro a la privada, mientras se negaba el pan y la sal a la pública. La Universidad de Murcia (UM, pero a este paso pronto MU) ha visto cómo su alumnado se ve reducido mediante un plan perfectamente pergeñado: de un lado se reduce su capacidad docente y de otro se igualan las tasas con la privada. Este es el sistema de descapitalización que el neoliberalismo ha seguido siempre que pretende privatizar algún servicio. Primero reducen la calidad, después elevan el coste y por último subvencionan al sector privado para que compita con el público. Lo hemos visto demasiadas veces para no saber qué está pasando. Me temo mucho que quienes lo están padeciendo no se dan cuenta de esto. Los años de la UM/MU están contados como universidad pública al servicio de la ciudadanía murciana. Pronto empezará a ser un apéndice del modelo depredador neoliberal, quedando para cubrir aquello que no interese a la privada.
Sabemos muy bien que la UM/MU tiene aun mucho prestigio en ciertas titulaciones, baste citar Derecho o Medicina, pero hay otras que también han alcanzado gran nivel formativo e investigador. Sin embargo, hay que preguntarse durante cuánto tiempo podrá mantener este nivel. Si la tasa de reposición de personal es del 10%, ¿cuántos años tienen que pasar para que la Facultad de Medicina deje de poder formar como es debido a los futuros médicos? Lo mismo podemos decir de la Facultad de Derecho y de otras más. Mientras, otras universidades privadas aumentan sus alumnados, sus plantillas, con contratos precarios, y elevan su cuenta de beneficios, a la espera de que la fruta madura de la pérdida de calidad en la pública les caiga como maná del cielo implorado largos años.
Debería haber una rebelión pacífica de la población murciana ante este latrocinio patrocinado por espurios intereses que se arriman al árbol de la falsa política para obtener el rédito que ni su preparación personal ni su catadura moral les podría otorgar de ninguna manera. Pero si esta rebelión moral no se produce, al menos, necesitamos una respuesta contundente por parte de la institución que está siendo vejada y humillada, abandonada a su suerte sin un Valjean que la proteja de los lobos hambrientos que la acechan.
3 comentarios:
Hola! Bernardo. Estoy totalmente de acuerdo contigo. La universidad publica se encuentra en un proceso de disolución sin limites. No tenemos un modelo propio de educación, solo seguimos los dictados del imperialismo económico. Pero son tantos los frentes abiertos que es difícil saber por donde empezar. Difícil solución veo.
Descubrí tu blog hace poco y sigo tus comentarios a diario. Felicidades.
Un saludo desde Madrid.
Gracias, Carlos.
Un abrazo.
Según la información de ayer, Madrid sube las tasas universitarias un 27%, siguiendo el proceso que explico en el post. Además, la señora consejera tiene la desfachatez de decir que son tasas máximas y que las universidades no están obligadas a aplicarlas. Efectivamente, no están obligadas, pero si recortas la financiación no dejas otro camino. Como en los experimentos con ratas, se les da una descarga cada vez que eligen el camino incorrecto.
Publicar un comentario